El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
La pirotecnia que para muchos implica fiesta, reuniones familiares, amigos y risas supone también el sufrimiento de incontables animales, muchos de los cuales mueren debido al pánico y los accidentes que sufren al intentar huir. San Juan, Fallas, Navidades y fiestas populares dejan cada año miles de víctimas olvidadas.
Pancho murió las pasadas Navidades por un paro cardíaco debido al pánico a los petardos en Rincón de la Victoria, Málaga; Tango sobrevivió después de un mes y medio de cuidados intensivos; hicieron estallar petardos atados a su cuerpo; en Ciudad Real una gata callejera fue rescatada después de que un petardo le explotara en la boca. Son sólo muestras de una larga lista de animales heridos a causa de la pirotecnia.
Lo que para muchos es sinonimo de fiesta, reuniones familiares, amigos y risas es una tortura para muchos animales, un infierno que cada año mata a miles de ellos. La noche de San Juan en Cataluña es una pesadilla para muchas familias y para los animales de la calle, como lo es en otras muchas zonas esa misma festividad y como lo es cualquier festejo en el que se usa pirotecnia: Navidades, fiestas populares durante todo el año, eventos deportivos, etc. Pensamos en los demás animales, pero no nos olvidamos del sufrimiento de muchos humanos: ancianos, personas hipersensibles al ruido, niños con determinadas enfermedades o trastornos de conducta... los accidentes son numerosos, e incluyen quemaduras y mutilaciones, cuando no la muerte.
A pesar de todo ello, a pesar también de la crisis, cada año las ventas de cohetes, bombetas y demás artilugios pirotécnicos se dispara, y cada año tenemos la misma consecuencia: un número inasumible de perros fallecidos y extraviados, aves y otros animales muertos, incendios y otros daños ambientales, y animales humanos y no humanos aterrorizados.
Los veterinarios han certificado el efecto que la pirotecnia tiene en muchos perros y gatos: estrés auditivo, ganas de huir (lo que provoca todo tipo de accidentes, incluidos atropellos), taquicardia, palpitaciones, temblores, náuseas, convulsiones, paros cardíacos. En definitiva, pánico. Para hacernos una idea de lo que sufre un perro al escuchar un petardo tenemos que recordar que un sonido que pase de los 20.000 Hz (agudo extremo) es inaudible para los humanos, pero ellos pueden oír hasta los 60.000 Hz. Podemos imaginar entonces su terror cuando escuchan uno cerca, sin hablar de los desalmados que los arrojan intencionadamente para aterrar a animales callejeros. La campaña ‘Pirotecnia Cero’ recopiló en Argentina el testimonio de varios veterinarios para concienciar a sus ciudadanos de los terribles efectos de lo que muchos creen que es inofensivo.
El pánico que sienten los animales al escuchar los petardos se traduce en un aumento drástico de huidas y atropellos. Las protectoras coinciden en que el uso de pirotecnia aumenta al doble y a veces al triple el número de animales rescatados después de haberse perdido, y lo mismo ocurre en los centros de recuperación, a los que llegan animales heridos o totalmente desorientados: palomas, gaviotas, mirlos, gorriones, golondrinas, etc. Basta con echar un vistazo en las redes sociales a los llamamientos de quienes han perdido a su compañero por culpa de los petardos. La noche de San Juan, Fallas, Navidades y otros festejos aumentan de forma escalofriante estos casos, y muchos de esos animales nunca aparecerán, perdidos, atropellados...
“Normalmente la noche de San Juan es un caos: hasta altas horas de la madrugada recibimos llamadas por perros aterrorizados y desorientados cruzando carreteras o entrando en establecimientos, algunos de ellos con heridas en el hocico o en las patas que se habían hecho escapándose. El día siguiente siempre recibimos varios avisos por perros que se han perdido o escapado durante la noche anterior”, nos dicen desde Terra Viva, Associació Protectora d'Animals de la Garrotxa.
“El dia de San Juan las recogidas de animales se duplican o triplican (depende del año). Algunos propietarios dejan al animal en el balcón y esto provoca que se asusten con los petardos y caigan del balcón”, apuntan desde la Fundació Camp de Tarragona, que recomienda a los propietarios ponerse en contacto con sus veterinarios antes de esa noche para que les aconsejen medidas de prevención.
Desde PRO Animal Torredembarra subrayan que los efectos negativos de la pirotecnia en San Juan se viven durante dos o tres semanas, ya que en muchos municipios empiezan a tirar petardos desde una semana y media antes y siguen los días posteriores. “Nos aumenta el trabajo sobre todo en el ámbito de las difusiones ya que hay muchos animales que se pierden huyendo del ruido y que, por suerte, algunas familias se preocupan y nos piden ayuda para difundir”. Remarcan, además, que muchos de esos animales no tienen microchip, lo cual dificuta el reencuentro con su familia. Dos o tres semanas después de esos días festivos es cuando más se nota el aumento de ingresos en el refugio, animales que se perdieron debido a los petardos.
Los aves y demás animales que no viven en un hogar están más desprotegidos. Sus nidos y guaridas ya no son seguros, pueden sufrir quemaduras, sordera, heridas graves... muchas mueren de paro cardíaco o al golpearse o ser atropelladas mientras huyen desorientadas. Muchos pollos caen de los nidos en pleno ataque de pánico.
Las hogueras tradicionales en las playas también representan un gran problema al ir acompañadas de los petardos. En estas playas y en tiempo de cría mueren muchas aves, algunas de ellas de especies amenazadas. Tenemos que recordar que el corazón de las aves late muy rápido en condiciones normales (el de un gorrión puede tener más de 800 latidos por minuto), lo que ya de por sí, sin posibilidad de resguardarse, provoca un número de muertes muy elevado que por desgracia no está contabilizado por los servicios de limpieza municipales. Los funcionarios de estos servicios en Barcelona, sin embargo, nos confirman el elevado número de aves halladas muertas durante las semanas previas y posteriores a San Juan.
A la clínica veterinaria Els Altres llegaron dos aves en San Juan: “El primero fue un periquito con pérdida de plumas, respiración agitada y contusiones en pecho y alas debido a los golpes que se había dado contra la jaula al asustarse con los petardos. El segundo caso fue un agapornis al que le dio un ataque de pánico debido al ruido y murió en el acto”.
En el Centro Veterinario Alex este año no han tenido ningún caso de muerte directa por pirotecnia, pero nos explican que cada dos o tres años tienen casos de huidas con diferentes resultados, como “una perra vieja que nunca volvió y un perro joven que saltó por la terraza y se murió”. “Usamos bastante medicación para paliar los efectos nocivos de la pirotecnia”, nos dicen.
Los testimonios de personas que han vivido en primera persona el terror de la pirotecnia son incontables, pero recuperamos algunos con los que otras muchas personas se pueden sentir identificadas: la perrita de Cris murió la noche de San Juan hace unos años por un paro cardíaco a causa de los petardos; uno de los gatos de Kathy se orina encima cuando escucha petardos por el terror que le causan, “se queda en shock”; Natalia recuerda el caso de un galgo que en pleno ataque de pánico se tiró por el balcón de un tercer piso y se rompió los huesos de las cuatro patas, el veterinario recomendó la eutanasia; en la colonia felina que cuida Estela dos gatos con problemas de salud desaparecieron después de varios días de petardos y asumieron que habrían muerto aterrados cuando aún quedaban partidos de fútbol, verbena y fiestas mayores en las urbanizaciones de la zona, todos ellos días de pirotecnia; María explica que cuando hay petardos no se ven las palomas que suelen estar por la calle y solo días después de volver la calma se empieza a escuchar a los pájaros del barrio; Elena comprobó cómo el mismo día de San Juan aparecieron en el parque gorriones y palomas muertas, “no lo documenté porque me parecía muy doloroso”; el perro de Ainhoa se pasa días sin salir a la calle cuando llega San Juan, “es abrir la puerta de casa y empieza a temblar, incluso siente miedo cuando somos nosotros quienes salimos, y llora hasta que volvemos, no come ni bebe como debería y no se aparta de nuestro lado, está con el rabo abajo y tembleques”.
Ainhoa vive con varios animales adoptados de la Asociación Protectora de Animales Exóticos de Cataluña (APAEC). La noche de San Juan del año pasado se murió una cobaya, y este año vivieron esos días con un canario que, a pesar de que normalmente está suelto en una habitación durante el día y pasa algunos ratos en el comedor, no quería salir de la jaula, solo se cobijaba y no cantaba. Los gatos se lamían y se rascaban sin descanso, según el veterinario debido a la ansiedad.
Los humanos no somos ajenos a esos efectos. Ainhoa, que vive en Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), nos explica que su hijo Samuel, autista, duerme la noche de San Juan con tapones y con unos cascos de los que utilizan los obreros para protegerse del ruido ensordecedor, toma el doble de medicación de lo habitual y sufre ataques de furia durante los cuales se golpea, golpea a los demás, se hace pis encima... Los petardos le aterrorizan y durante esos días no se atreven a salir de casa. “Estoy cansada, todos los años esta maldita fiesta que no sirve para nada más que para perjudicar a los animales y a las personas con algún tipo de discapacidad”, nos dice.
Podemos divertirnos sin hacer daño a nadie, y las alternativas son numerosas: proyecciones de espectáculos de luz en pantalla grande, globos reciclables no dañinos para los aves, conciertos, etc. Varias ciudades de todo el mundo ya han prohibido el uso de pirotecnia tanto por el grave impacto en muchos animales y en el medio ambiente (recordemos el reciente incendio en Lleida debido a uno de esos cohetes) como por los numerosos heridos que provoca, la mayoría niños.
Una excelente campaña de Especismo Cero en Argentina consiguió la prohibición en numerosos municipios y provincias de ese país. En Italia, más de mil ciudades prohibieron en 2011 el uso de la pirotecnia, petardos y otros explosivos típicos de Nochevieja. Por ejemplo, la decisión de la Alcaldesa de Turín se basó en un informe demoledor de la asociación animalista AIDAA que constataba más de 5.000 animales muertos cada fin de año.
Tere Rodríguez, presidenta de APAEC, recuerda el triste amanecer un día de San Juan con una llamada de un adoptante comunicando que uno de sus queridos compañeros había fallecido por pánico a los petardos. Es muy conocido el miedo a la pirotecnia en niños, no tan niños y perros, pero ella trabaja para extender la concienciación sobre esos efectos “en otro tipo de animales que son ya demasiado habituales en los hogares españoles y que, aunque a veces se nos olviden, también padecen tristemente las terribles consecuencias del pánico”.
“Podemos empezar con aquellos a los que los estados de estrés intensos les causan directamente la muerte por fallo cardíaco no sin antes sufrir un prolongadisimo episodio de pánico. También están aquellos que se golpean y sufren lesiones irreversibles el resto de sus vidas, o los que el estado de estrés prolongado les trae un estado de anorexia tan peligroso que queda asegurada una estancia en urgencias veterinarias por una semana o más. Es difícil hacerles entender que no están en plena guerra o en medio de un coto de caza, y aunque a algunos humanos instintivamente nos dé por bajar las persianas para que todo quede a oscuras no podemos olvidar que muchos de estos animales son nocturnos y por tanto esa ya más que famosa medida no sólo no funcionará sino que será incluso peor”, advierte.
“Podemos también hablar de los animales de balcón, esos que todo barrio tiene y que infelizmente viven casi olvidados en las dependencias exteriores de cualquier casa, a esos pobres, como a los que habitan en los parques y jardines, les espera a todas luces o la muerte o secuelas irremediables”, prosigue Tere. “Y como ya he salido de la casa, quiero aprovechar para comentaros cuántas aves hemos recogido muertas este San Juan, que en Cataluña se celebra a golpe de pirotecnia, sin miramientos y sin control. Veinte aves muertas, algunas más comunes y otras protegidas, indistintamente, muchas de ellas pollos a punto de independizarse, algunos quemados porque no se entiende que hay niñerías que pueden costar vidas. Ninguno de ellos volverá, con la pérdida de biodiversidad que esto supone”.
Tere concluye: “La pirotecnia no puede costar vidas, ni disgustos. El derecho a vivir sin miedo es un derecho común a todas las especies, igual que el derecho a vivir en paz. Cuando te llama un adoptante diciendo entre lágrimas que la conejita que vivía con él murió de miedo a pesar de todos sus esfuerzos por protegerla y calmarla es el momento de pensar que no debemos hacer pagar nuestras fiestas con lágrimas ajenas.”
Para recopilar estos testimonios hemos hablado con 90 protectoras, perreras y centros de recuperación de fauna salvaje, más de 150 veterinarios de Cataluña y 50 particulares. Todos ellos coinciden en lo esencial: la pirotecnia siempre mata, pero a día de hoy en Barcelona y en toda España se siguen vendiendo y tirando petardos.
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