La historia del animalismo en el Estado español ha ido evolucionado en los últimos años desde una sensibilidad que en los círculos activistas se denomina perri-gatera (un compromiso meramente mascotista) a una creciente conciencia sobre la obligación humana de reconocer y restituir a los animales no humanos los derechos que les pertenecen: el movimiento antiespecista por la liberación animal. El respeto y la libertad que todos los animales merecen, así como el sufrimiento que provoca a los no humanos un sistema basado en la injusticia y la explotación constantes, será visibilizado y denunciado en Madrid el próximo sábado 5 de noviembre en una manifestación convocada por la Asamblea Antiespecista de Madrid y el Colectivo 1 de Noviembre.
Sustentado en la estructura jerárquica, antropocentrista, capitalista y patriarcal de nuestra sociedad, que organiza las relaciones desde un principio de dominación, el especismo supone la discriminación moral de los individuos en base a las diferencias de su especie. Se trata de una discriminación sistémica: sustancial, constante, incuestionada; y se manifiesta en todos los ámbitos de la actividad humana: desde la alimentación hasta el entretenimiento. Simplemente, hacemos con los otros animales, con los individuos clasificados en otras especies, lo que no aceptamos hacer con los de nuestra especie: encerrarlos, mantenerlos en cautividad, manipular cruelmente sus cuerpos y matarlos de todas las maneras imaginables para arrancarles su carne, robarles la leche generada por las madres para sus hijos, despellejarlos para hacer bolsos y abrigos, encerrarlos en espacios-cárcel para contemplarlos, provocarles continuos embarazos y partos para comerciar con sus cachorros, obligarles mediante métodos violentos a actuar para hacernos reír, tortúrarlos para disfrute humano. En las granjas destinadas al consumo humano, en los criaderos, en los zoos, en los acuarios, en los circos, en los ruedos. En los laboratorios de experimentación, los cuerpos de los animales son usados para nuestro beneficio como si, de hecho, no fueran cuerpos: las cabezas, abiertas en vivo; los ojos, abrasados; los huesos, fracturados; la piel, rasgada; la sangre, envenenada; los hígados, los riñones, los pulmones, infectados, inoculados, rajados, aplastados; el corazón, aumentado, disminuido, torcido, estallado.
Todo eso puede provocar rechazo e incluso horror en muchas de las personas que lo leen, pero se hace y se sigue haciendo porque los cuerpos de los animales no son cuerpos humanos. Una inmensa mayoría considera intolerable hacer algo semejante en un cuerpo con el que comparte especie. Tolerar que se haga en los cuerpos distintos es especismo. Tolerar que los cuerpos distintos sean cosificados, mercantilizados, abandonados, maltratados y asesinados es especismo. Y cada día que pasa, en el sistema especista, millones de individuos, que sienten y quieren conservar su integridad y su vida, sufren un infierno por el mero hecho de ser diferentes. Se trata, pues, de una relación de poder en la que los animales no humanos son oprimidos, las víctimas finales de una violencia humana que ha sido normalizada.
El movimiento antiespecista apela a una toma de conciencia ante esa opresión y a un compromiso de lucha activa frente a la indefensión de esas víctimas. Una lucha que a lo largo de la historia ha servido para combatir muchas otras injusticias. “Todas las opresiones están unidas y tienen nexos en común. No encontramos sentido a discriminar a unas y defender a otras. Nos resulta incompatible sostener un discurso antiespecista y defender los derechos de los animales, con el hecho de admitir a nuestro lado a personas y grupos que mantienen posturas fascistas, sionistas, machistas, homófobas, xenófobas, tránsfobas, etc. El especismo no es un hecho aislado del resto de formas de discriminación y opresión que existen en nuestra sociedad”, puede leerse en el comunicado de los convocantes a la manifestación del 5N.
Si bien el veganismo (abstenerse del consumo de animales y productos de origen animal) es la consecuencia directa de esta toma de conciencia, el movimiento antiespecista rechaza que se trate de una opción personal: si tus hábitos y tus decisiones afectan a otras vidas, no dispones de otra elección que la de cambiarlos. Más aún, teniendo en cuenta que hay millones de animales necesitando y esperando nuestra ayuda, el veganismo será una forma de combatir la injusticia especista, pero no será suficiente si es la única: como lucha política que es, el movimiento antiespecista aspira a la liberación total de los individuos oprimidos por razón de su especie, por lo que denuncia y combate toda situación en que esta se produzca, y denuncia y combate la represión que el sistema especista ejerce sobre los activistas que ponen en peligro sus inmorales intereses.