- La poeta Marta Navarro, autora de este blog y miembro de su consejo editor, presenta el miércoles 27 de mayo, a las 19:30, en la librería Traficantes de Sueños de Madrid, su nuevo libro de poemas, Vietnam bajo la cama, publicado por Amargord Ediciones.
- En su prólogo, el también poeta Antonio Orihuela destaca que en el universo poético de Vietnam bajo la cama también están los “animales sacrificados, animales encarcelados en zoológicos de tristeza, explotados en circos, asesinados en festejos de dudoso gusto, cazados, pescados, desangrados en mataderos y mutilados”.
Tenemos que preguntarnos: ¿Qué hora es en el reloj del mundo?
Grace Lee Boggs
Para Lukánikos, el perro callejero que siempre
se unía a las manifestaciones de indignados en
la plaza Sintagma en Grecia.
Soñar y ser
Bajo una lluvia de trigo,
nuestro perro ladraba la distancia
entre lo que somos
y lo que soñábamos ser.
A escondidas,
comíamos palabras clandestinas
con la esperanza de recuperar la voz
de nuestros antepasados
y poder gritar mil años seguidos
que somos inocentes,
que esta cuchara llena de cadáveres
y derrotas no es nuestra,
que nunca lo ha sido.
Pero lo único que conseguíamos
era gemir ante nuestro perro
un futuro incierto
y sin escaleras.
The grandmother
Tuyët guardaba la tristeza
de todos los mataderos en su voz,
el humo de todas las hogueras en su pelo
y la rabia de todas las guerras en las manos.
Pero desplegaba
una voz de chocolate y canela
cuando venía a casa.
Había aprendido a sonreír
entre tormenta y tormenta.
Nadie pasaba frío a su lado,
su cuerpo era una isla
donde refugiarse en tiempo de naufragios.
Dicen que su pan de nieve
alimentaba
a los hombres y mujeres del barrio,
nunca a los dioses.
Llegó de Vietnam,
echó raíces,
tuvo nietos.
Y un día
se convirtió
en poema.
Noche en los acantilados. El rey Lear le pregunta al ciego
conde de Gloucester: ‘¿Cómo ve usted el mundo?’. Y el ciego
Gloucester le responde: ‘Yo lo veo sintiéndolo’.
Phillip Wollen, citando El Rey Lear de William Shakespeare.
El estómago de las guerras
Nos obligaron a ser la lluvia
sobre las cabezas de los prisioneros,
a ser la niebla que arrancaba la luz
de los recién nacidos,
a ser el hambre que crujía
en el estómago de las guerras.
Pero lo único que queríamos
era ser la nieve acariciando el desierto,
el sol derramado
sobre la espalda del invierno,
el aroma del pan
en el vientre del trigo.
Éramos el mundo y alguien nos lo arrancó
de las manos
un día de oleaje oscuro.
La línea horizontal nos empuja hacia la materia, la vertical, hacia el espíritu.
Franco Battiato
¿Cómo fue la primera mañana del mundo?
La cosmología moderna nos explica el origen del universo,
el instante en que apareció la materia
y la energía tras una gran explosión.
Campos gravitatorios, densidad infinita,
espacio y tiempo,
sí, todo eso, pero yo me pregunto:
¿Cómo fue la primera mañana del mundo que hoy conocemos?
¿Qué sonido despertó a sus primeros habitantes?
¿Fue un rumor de agua, de tierra, de aire o de pasos?
Y si fueron pasos, ¿de quién eran esos pasos?
¿Qué miraban o a quién seguían? ¿Era una mujer, un pájaro,
un lobo, un hombre, una mosca, una tortuga, un pez o una célula inquieta?
¿Y cómo fue la primera noche?
¿Qué sintieron los primeros pobladores
cuando la luz fue abandonando el paisaje
y el cielo se llenó de extrañas luces?
¿Cómo fue la primera vez que se amaron
los primeros que se amaron?
¿Y la primera palabra exclamada?
Y con el tiempo, ¿cuál fue la primera mentira
que produjo la primera lágrima?
¿Cómo fue la primera mañana del mundo?
¿Cómo fue?
La ardilla que matas de broma muere de verdad.
Thoreau
Bosques
Al anochecer,
el espíritu del bosque
recorre la ciudad buscando
entre la brea
las raíces que un día habitaron.
Mientras haya mataderos, habrá campos de batalla.
León Tolstói
Peleterías
I
Peleterías:
lugar donde la gente
se viste de cementerio.
II
El otoño llegó
con llanto de cicatrices,
olor a bosque quemado
y memoria de peletería.
Mírate a ti mismo como un gran caimán, cuyos tremendos coletazos podrían partir el espinazo a un tapir; y mírate también como un chimpancé aterido, soportando el aguacero torrencial sin un compañero cerca. Así, quizás, conseguirás llegar a verte -en un tercer momento- como un ser humano.
Jorge Riechmann
Animales
La tristeza habita en la pantera que envejece
frente al público de un zoo,
en la humillación y el hambre que esconden los circos,
en las plazas de toros, sobre la memoria sangrante de su arena,
en el anzuelo que atraviesa el azul para manchar de muerte el agua,
en las tardes de caza en el pueblo o en la lejana África,
en los pasillos rojos pero invisibles de los mataderos,
en los picos mutilados de millones de aves,
en las granjas de esclavos,
en la desesperación del toro lanceado.
Hay un rumor de planetas vomitando ataúdes sobre la vía láctea.
No se puede defender la libertad e ir por el mundo arrastrando jaulas.
Marta Tafalla
Para el equipo de ‘El caballo de Nietzsche’: Ruth Toledano,
Concha López, Julio Ortega, Lucía Arana, Paula González y
Kepa Tamames.
El último derviche
De su ropa salió un aullido de menta.
A lo lejos un rumor de huesos rotos
cruzó apresurado el bosque.
No hubo indulto.
La sentencia se cumplió al amanecer.
Ya nadie cubrirá
con nieve la ceniza,
nadie le pondrá zapatos de cristal
a los cuervos,
ni rescatará del vertedero
la voz púrpura de los ancianos.
La nada es el todo,
la nada existe en la
no existencia.
Tú y yo no somos ya,
no existimos ni en el reflejo insomne
de una estrella.
En el último momento,
buscó mis ojos
y disparó una palabra.
Por un instante,
fui la soga que desgarraba su cuello
y reconocí entre sus heridas
el vertedero,
la oscuridad que habito.
Mírame,
tengo las manos llenas
de leche degollada,
he ocupado mi estómago
con trozos de animales muertos,
me he comido sus miedos,
absorbiendo a través de sus venas
el perfume violento de los mataderos,
su agonía ha sido mi comida,
y a esto le hemos llamado
alimentación.
He destruido puentes,
vaciado la tierra
y extirpado de vida los mares.
Bajo este cielo
de arcángeles violados,
administramos la guerra
en dulces caramelos con sabor
a misiones de paz.
Nuestro código de vida
tiene la piel cosida
con pulso de suicida.
Para adormecer tanta locura
suministro días amnésicos,
quienes los prueban,
siempre repiten,
felices por no recordar dolor alguno.
Todos menos él,
que siempre buscó
las huellas del tigre en la nieve,
un derviche que ladeaba
su cuerpo hacia el cielo
reprochándole al infinito
tanta hostilidad.
Cazador,
limpia deprisa las últimas huellas
de vida honesta sobre la tierra.
Y cuando salgas,
no olvides cerrar la puerta
con nueve llaves,
pero antes,
asegúrate bien de que nadie vea
que del cuerpo del último derviche emana
una hemorragia de rosas.
De
rosas.
¿Por qué escribes?
II. Respuesta para martes, jueves y sábados
Escribo porque un aullido de cerezas me recuerda
el lugar donde me concibieron.
Escribo porque alguien me dijo que escribir
era una forma de perder el tiempo.
Escribo para vengarme de “ese alguien”.
Escribo porque aprendo.
Escribo porque llevo gafas.
Escribo porque un señor siciliano de nariz larga
canta para mí cuando enciendo el mp3.
Escribo porque tú existes.
Escribo porque soñé con la venganza de Carrie
en su fiesta de graduación.
Escribo porque Tarantino me robó una pistola invisible
y no me la ha devuelto todavía.
Escribo porque en la infancia
huía de la cocina llena de cadáveres
con la tristeza en la garganta
hasta cobijarme en un cuaderno de notas
donde vomitar.
Escribo porque no como animales.
Escribo porque un invierno mis piernas se congelaron
bajo el cielo rasgado de Illinois.
Escribo porque no sé tirar los zapatos a la basura
cuando son viejos.
Escribo porque una de mis manos
habla vietnamita en la intimidad.
Escribo porque no duermo.
Escribo porque mi padre, “el sastre comunista”,
guardaba a Marx, a Bakunin y a Coco Chanel en la misma estantería.
El buen gusto debe estar siempre acompañado, decía.
Escribo porque soy fluctuante en el género y en el deseo.
Escribo porque amo a Plutarco y a Pitágoras.
Escribo para que no me preguntes
por qué escribo.