Womad indestructible en Cáceres
Un par de relojes de Ikea colgados a ambos lados de cada escenario del Womad avisa a los artistas del tiempo de que dispone. No pueden pasarse ni un solo minuto porque, en caso de indisciplina, el jefe de escenario puede ordenar cortar el sonido. Esas rigideces construyen una de las señas de identidad organizativa más comentada de los festivales Womad: los conciertos comienzan con puntualidad británica, y con puntualidad británica terminan.
Parece un capricho tiránico del jefe de escenario, pero el cumplimiento estricto de los horarios permite que haya tiempo suficiente para cambiar el backline (exigencias de instrumentos y su ubicación) de cada banda, hacer una pequeña prueba de sonido, y no dejar ni un solo detalle para la improvisación.
Nada falla así: el sonido que se dispara a través de las pantallas acústicas aparenta haber sido testado una y mil veces, y ningún artista echa en falta nada sobre el escenario.
Es la marca Womad, que ya ha cumplido 31 años en el mundo, de los que 23 han sido compartidos con uno de sus países fijos, España. Porque ya hace 23 años que Womad se estableció en la ciudad de Cáceres, desde donde ha hecho algunos intentos a otras capitales, de momento sin la misma fortuna.
Porque a los Womad efímeros de Madrid (2005)y Barcelona (1989), acompañó el de Las Palmas de Gran Canaria, establecido en 1993 pero interrumpido ya en dos ocasiones, siempre por cuestiones exclusivamente políticas: el Partido Popular lo desarboló cuando José Manuel Soria llegó a la alcaldía en 1995, y en 2011 lo volvió a desahuciar al regresar otro alcalde del mismo partido, Juan José Cardona. Cierto es que, por el camino, hubo algún paréntesis bajo la alcaldía de Josefa Luzardo, pero básicamente por el apoyo prestado desde el Gobierno de Canarias.
El desembarco de Womad en España no ha sido fácil: fue rechazado hace unos años por algunos sectores de la crema musical española al considerarlo una franquicia británica sólo destinada a recaudar fondos para la fundación de Peter Gabriel y su discográfica Real World, dedicadas, cada una en su ámbito, al fomento de la música y la cultura africanas y a la colaboración con las universidades del mundo para alcanzar tal propósito.
Esa etiqueta de importación nociva fue la que le colgaron algunos críticos musicales de Madrid para intentar frustrar el establecimiento del festival en la capital, donde sólo ha habido una edición, en 2005. Sin embargo, no fueron esas reservas las que condujeron a que sólo hubiera una edición en la capital, sino las desavenencias con el Ayuntamiento, que insistía en que el festival se celebrara en la Casa de Campo sin medir todas sus limitaciones. Entre otras, el coste del cerramiento del recinto, unos 200.000 euros, que elevaban el presupuesto del festival al millón de euros.
Pese a tener un contrato suscrito por cuatro años, Womad se retiró discretamente de Madrid, como acaba de hacer en Rusia tras el estallido del conflicto de Ucrania.
Dania Dévora, directora latina
Años después de aquella frustración en Madrid, los mismos puristas ya reconocen que no era tan fiero el león como lo pintan, por mucho que ese sea el animal que usa Womad para su imagen promocional, que la franquicia se ha españolizado. Y mucho. Quizás haya tenido mucho que ver en ese cambio de percepción la decisión de Peter Gabriel de nombrar a una española directora de Womad para España y Portugal, a la que además añadió la responsabilidad de programar los contenidos latinos del festival en todo el mundo.
Dania Dévora, que así se llama la elegida, es una productora canaria dedicada toda su vida a la cultura, desde sus inicios en varias discográficas, hasta la producción y coordinación de actividades culturales de todo tipo, particularmente música y teatro. Su trabajo le hizo merecedora en 2003 de un Grammy Latino por su participación en la producción Historia del Soldado, del cubano Paquito de Rivera.
Dévora es la culpable de que Womad haya perdido ese estigma de especie invasora y de que el festival haya resistido en España a pesar de la crisis económica y de los avatares políticos, en gran medida responsable de que algunas ciudades hayan perdido esta oportunidad.
A ella también cabe atribuírsele el gran impulso que han tenido artistas españoles a través del festival, y que algunos de ellos hayan actuado en otros Womad, como el de Charlton Park, en Reino Unido o Adelaida. El último caso puede haber sido el de la banda extremeña Amasmalúa, que de los escenarios cacereños del Womad pasó a los del Womad británico en 2013. Su cantante, Manuela Elena, leyó este mayo en el Womad de su tierra el manifiesto con el que se dedica cada edición a alguna causa o personajes: Mandela y Fela Kuti fueron los elegidos.
El mejor ejemplo de la transformación de Womad en un acontecimiento integrado en las ciudades que elige, se aprecia de inmediato asistiendo a la convocatoria de cada mayo en Cáceres. El fervor de los cacereños y de los extremeños en general por su festival tiene mucho que ver con los 23 años que lleva celebrándose, pero también con la gran cantidad de artistas de la región que han saltado las fronteras para pisar escenarios de otros países gracias a su integración en la nómina artística de la fundación de Peter Gabriel. Es el caso, además de la citada Amasmalúa, de Javier Conde, Acetre o Barrunto Bellota Band.
Pero, sobre todo, con dos factores determinantes: la transformación festiva que experimenta esta ciudad de 100.000 habitantes durante los tres días de festival y, consecuentemente, el fuerte impulso económico que aprecian sus sectores de hostelería y turismo.
El retorno de los 360.000 euros que invierten en el festival las instituciones extremeñas es tan reconocible que los empresarios de la Plaza Mayor, donde se instala cada año uno de los escenarios del festival, mostraron este año su disposición a financiarlo en el caso de que flaquearan los respaldos públicos.
Es cierto: la ciudad de Cáceres se transforma por completo cuando llega mayo, inmediatamente después de la magna procesión de su patrona, la Virgen de la Montaña, marcada este año, por cierto, por la providencial intervención de una paloma blanca, que se posó sobre su diadema y allí se mantuvo impertérrita gran parte del recorrido.
Womad activa todos los dispositivos públicos de la ciudad, da empleo directo a unas 250 personas entre operarios, conductores, asistentes, servicio de orden... que se suman al equipo volante que acompaña a cada uno de los festivales que se celebran en el mundo.
Un equipo formado a su vez por otros dos, el que procede de la sede central de Box, en el Reino Unido, donde se ubica la Fundación Womad, más el español que aporta Dania Dévora. Ella los dirige a todos, pero cuenta siempre con Steve Haddrell como comisionado de Peter Gabriel.
Es una maquinaria perfectamente engrasada en la que, a simple vista, nada parece fallar. Porque, en realidad, salvo acontecimientos extraordinarios, casi nada falla.
La pericia de la organización volvió a apreciarse este pasado fin de semana en Cáceres, donde se concentraron, según cálculos de la prensa local, unas 100.000 personas en una ciudad que precisamente tiene esa población. Fuentes oficiales destacaron al término del festival que no se produjeron incidentes reseñables, más allá de los inevitables excesos etílicos de un público abrumadoramente joven.
La unanimidad de las instituciones, gobernadas por el PP, hizo posible una vez más que Cáceres fuera noticia en toda España por albergar el festival más multitudinario de cuantos se mantienen en el calendario.