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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Ataca el rabo de gato y cae Pablo de cola

Jorge Batista Prats

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Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Y no me quedó otro remedio, a mi que he sido y soy navegante y marino, que acudir a De la Barca para refugiar mi estremecer, mi palpitar, mi tiemblo, ante los acontecimientos que siguen rodeando nuestra existencia como apaches al ataque de los carromatos en círculo de bellas artes cual el asesinato de Quincey. Que la vida me empieza a parecer una película de Ford, aunque sin esos inmensos espacios donde escapar de los ataques tóxicos sobrevenidos desde el alba al ocaso y que, tal el rayo que no cesa, se cuelan por las rendijas, las fisuras, las rajas y los resquicios. Que desquiciado, hasta duermo con la mente arrebatada ¡Ay mísero de mí, y ay infelice! Apurar cielos pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo. Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido.

Heme pues como un niño sin madrela mare que em va parir – en esta plataforma tricontinental y tricornia contemplando, aparte del pasar la vida, el correteo y hasta el quedarse con uno de gentes, gentas, gentuzas, gentuzos y gentutrans de credos variados y espeluznantes decires y circunstancias. Orteguianos malditos que no pueden vivir sin ellas. Que son incordio de los probos ciudadanos, convertidos en objetos por decreto. Y me di la media vuelta, una más de las decenas emprendidas intentando alejar la pesadilla: Clavijo y yo éramos arrastrados al potrero por una grúa Poli con licencia para matar, bajo los gritos de una turba mentalmente masturbada: ¡Barrabás! ¡Barrabás! ¡Barrabás! Mientras, nos filmaba una cámara enviada a los tejemanejes nivarienses por un tal Negrín que no quería irse a negro y un consejo rector formado por paralelas que nunca se encuentran, o se encuentran en el infinito, que es un motel de carretera en la Ruta 66, The Mother Road. Un establecimiento nacido para los salvajes. Para mi, la cara de Clavijo es como aquellas de Bélmez. Que por mucho que les pasaras el estropajo con Fairy al aloe de Fuerteventura no se iban ni de coña. Volvían, volvían y volvían. Hasta que me largué yo, porque la montaña no venía a Mahoma y temía una fatwa del ISIS chamuscado en Siria. Sudando como uno despierta de los terrores nocturnos, reparé en lo kafkiano de mi recorrido por la zona REM. El procés sobado, sobajiento y sobajoso que había querido olvidar llegaba de nuevo de la mano de El Proceso.

Mutaciones, apuntes ad hoc y daños colaterales