Un grupo de policías 'quema' los barrios de LPGC
Un grupo de policías se está ganando a pulso “el odio” de los vecinos de barrios marginales de Las Palmas de Gran Canaria. Se trata del Grupo 2 de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), de cuyas actuaciones debe responder cada vez más con paños calientes la Jefatura Superior de Canarias. La última de ellas, la más sonada, se produjo el martes pasado en el Polígono de Cruz de Piedra: cinco detenidos y dos salvas al aire después de dar el alto a un motorista.
El atestado policial al que ha tenido acceso CANARIAS AHORA relata una situación de máxima tensión en uno de los barrios más castigados por la crisis en LPGC, el único que se ha atrevido, hasta la fecha, a convocar una manifestación contra las políticas sociales del Ayuntamiento en manos de Juan José Cardona (PP). Y en el mismo, la Policía justifica el despliegue realizado y los dos disparos sin proyectil de una escopeta Franchy por la actitud agresiva de los vecinos, con insultos, amenazas y lanzamientos de piedras a los agentes.
El relato policial pinta un panorama desolador y de peligro extremo para un grupo de agentes que debieron verse acorralados por una “masa” de “250 personas” dispuesta a todo, que les profería insultos y les amenazaba con “cortarles el cuello” en plena calle, después de haber reducido al joven de la moto. El despligue fue a más, al llegar refuerzos, la tensión a mayores, al enconarse los vecinos, y lo que debió ser un control rutinario en busca del menudeo de drogas acabó con la Policía persiguiendo por los bloques de casas, escaleras arriba, defendiéndose de patadas, a quienes supuestamente les habían agredido.
La versión policial de los sucesos de Cruz de Piedra ha levantado ampollas. Incluso dentro del Cuerpo Nacional de Policía. Y en su misma Casa se señala a los modos “violentos, excesivos y chulescos” del grupo dirigido por Pegaso 2, indicativo del inspector Casanova Acebes, como un problema grave que se va extendiendo por los barrios marginales de la ciudad. Sobre todo porque deja detrás un reguero de animadversión y desprecio contra la Policía, en las zonas precisamente más castigadas por la crisis económica y los problemas sociales.
“Ahora, si se produce un episodio de violencia de género en Cruz de Piedra, las patrullas que acudan van a tener que esperar a que lleguen refuerzos de la Unidad de Intervención Policial porque no podrán entrar solas, la gente pensará que van a detener a más gente y se liará otra vez, cuando lo que podría estar pasando es que corra peligro la vida de una mujer”, apuntan a este periódico fuentes del Cuerpo críticas con los modos y maneras del grupo de Pegaso 2, alentado desde la cúpula provincial por seguir las directrices de cuantas más intervenciones y detenciones, más estadísticas favorables se reflejarán.
Fuera o no una respuesta proporcionada la del martes pasado en Cruz de Piedra, lo cierto es que los cuatro detenidos -el quinto logró escabullirse, protegido por los vecinos, y al día siguiente fue detenido por la Brigada Judicial- fueron puestos a disposición judicial en un estado físico lamentable, todos con contusiones y hematomas de los pisotones que recibían cuando estaban reducidos en el suelo, y solo un policía presentó lesiones, lo que da a entender que el despliegue de fuerza pudo ser desproporcionado a pesar de la bronca.
Las patadas y pisotones de los policías a los cuatro detenidos de ese martes, con edades de 23 a 47 años, se produjeron, según la versión de estos, ya cuando estaban con las botas en sus cuellos tirados en el suelo, y en un caso quedaron registrados hasta nueve marcas de porra en su espalda. A otro de ellos se le tuvo que escayolar un brazo y al día siguiente retirarle el yeso de urgencia porque le comprometía la circulación sanguínea: tenía los nudillos negros, la mano inflamada y moretones de hemorragias en ese brazo hasta el hombro mismo.
Pero es que incluso el joven que conducía la moto y que presuntamente hizo saltar la chispa policial en el momento de darle el alto al no hacer caso inmediato ha sido descrito como una persona de complexión física enjuta, de no más de “metro y medio” de altura, que en teoría iba a arrollar a agentes de la unidad de prevención y reacción “que son como armarios, unos 4x4, es algo desproporcionado”, aseguran las diversas fuentes consultadas a este periódico.
El incidente quedaría en anecdótico de haber sido aislado, pero fuentes policiales llevan meses alertando de las formas violentas del grupo de Pegaso 2, de ese “armario” que responde al indicativo de Pegaso 25 y en el Cuerpo le llaman Lúcifer, y de otras actuaciones en barrios de la capital, como Madera y Corcho, que por un caso similar de controlar menudeo un joven acabó con el tímpano roto y sangrando, aparte de sorprendentes y extrañas entradas a domicilios y correspondientes registros en las que aparecen cajas fuertes.
La polémica policial quedaría también en mera cuestión de pugnas internas de no haber saltado por los aires aquellos dos disparos de escopeta en Cruz de Piedra, dando origen a un escándalo social estos días en Gran Canaria y a que se destapen, dentro del Cuerpo Nacional de Policía, la protección que tiene el inspector Casanova Acebes, “quizás sea por su segundo apellido”, dicen las fuentes consultadas, por parte de la comisaria provincial de Las Palmas, Sagrario de León, que este viernes declinó hacer más valoraciones de los sucesos del martes en una rueda de prensa convocada para presentar la campaña de seguridad durante las vacaciones de verano.