Plantas: la magia de ayer es la ciencia de hoy
La conservación de la biodiversidad del planeta y la propuesta de un desarrollo sostenible suena hoy a empresa enorme, dada la distancia que hemos llegado a establecer entre nosotros y lo natural. Pasamos horas en edificaciones, universidades, centros comerciales, inmersos en la urbe y cada vez menos expuestos a la luz solar, el agua, la tierra, las plantas, el instinto, la vida. Tratando de cubrir vacíos como el analfabetismo, tomando éste concepto sólo como el aprendizaje de las letras y la lectura, hemos restado importancia a otras cosas. ¿Qué nos aporta lo esencial y vital como es el aire para respirar, o la belleza? ¿Qué acciones y hábitos de los que llevamos a cabo a diario contribuyen a cuidar el ecosistema? Si nos ponemos a enumerar nos sobrarían dedos, y entenderíamos porqué, a veces, nos falta el aire y nos invaden las enfermedades. Centrando la evolución en un crecimiento artificial y tecnológico, que si no fuera por el desequilibrio producido, podríamos disfrutar alegremente de sus ventajas, puesto que claro que las tiene, hemos pasado el peso de una banda a la otra y el barco se nos ha escorado. Hay quienes se posicionan con acciones aparentemente pequeñas en la banda opuesta, tratando de nivelar la estabilidad y seguridad de este buque en el que viajamos todos y que por fortuna y a pesar de todos los errores, hoy sigue navegando. Jorge Cruz, médico naturista y autor de libros como Más de 100 plantas medicinales o Psoriasis, la opción natural, nos abre las puertas de su huerto ecológico en el Valle de Agaete, su municipio natal, y nos acerca a remedios naturales que afirma, deberían estar al alcance de todos.
Jorge Cruz, licenciado en Medicina y Cirugía, Master en Medicina Naturista, Fitoterapia y en Educación para la Salud, empezó dedicándose a la medicina clínica pero no le gustó. Considera que se puede hacer mucho desde la prevención y la medicina clínica se dedica sólo al tratamiento sintomático, algunas veces y desde su punto de vista, de modo muy agresivo, “incluso causando daño”, recalca. Hay mucho escrito sobre la indecencia de la industria farmacológica, muchas veces priman las ventas de un medicamento por encima de la salud del paciente. La prevención es un terreno amplio en el que se siente mejor. “Hay tres niveles de prevención. La primaria trata de evitar que la enfermedad te alcance mediante la alimentación y ejercicios físicos. La secundaria sería hacerte todas las pruebas habidas y por haber para confirmar tu estado sanitario y la terciaria, una vez que tienes una enfermedad, evitar que se reproduzca”. Para este médico, la más sabia, necesaria y eficaz es la primaria, donde se ubicaría la fitoterapia. “¿Qué ocurre con esta práctica?”, se pregunta Jorge. “Que funciona a largo plazo, y en una sociedad como la que vivimos, ‘cortoplacista’, choca un poco”. Es una filosofía de vida, el cuidado de la alimentación y el cuerpo para evitar enfermedades. Jorge asegura que la ausencia de la enfermedad no significa salud.
Nos habla de sus hábitos diarios que son, entre otros, los que aconseja en su consulta. “Mi costumbre diaria es levantarme sobre las siete de la mañana, voy caminando desde Gáldar, donde vivo, hasta El Agujero, durante unos cuarenta y cinco minutos, me baño en la playa, nado un rato según la temperatura que haya, antes de bañarme me froto el cuerpo con un cepillo -se ríe-, sé que algunas cosas parecen un poco locas. Desayuno bebidas con té verde, jengibre, almendras, avena, como bastante fruta y frutos secos. El primer plato del almuerzo, invariablemente es una ensalada, el que cambia es el segundo. Soy 90% vegetariano, como algo de pescado y prácticamente no como carne, salvo en alguna ocasión. El 90% de los productos que usamos en casa son ecológicos, me gusta beber un poco de vino, alguna vez unas cervecitas. No fumo. Los sábados salgo con amigos de caminata, recorremos la isla, practico meditación. No creo que sea radical, simplemente uso el conocimiento que tengo para cuidarme”.
Mientras avanzamos hacia el huerto, le da de comer a las gallinas, -“para que fueran consideradas ecológicas debían estar sueltas”-, nos dice mientras abre una puerta metálica que las separa del huerto y les llena el comedero de pienso ecológico. Una vez servidas, nos adentramos en el pequeño bosque de plantas medicinales. La variedad es extensa, perejil, mejorana, caña limón, hierba luisa, melisa, sándara, romero, nauta y hasta la “controvertida stevia”. Planta dulce como la que más, y sin embargo, asegura Jorge, “es buena en casos de hipoglucemia y puede ayudar a prevenir una diabetes o a controlarla”.
Jorge conoce el uso de casi cada una de las plantas que cultiva en este rincón de la isla de Gran Canaria, el uso actual y el que se le daba antiguamente, disfruta contándonos con paciencia cada uno de sus secretos y nos confiesa un deseo, “impedir la pérdida del conocimiento tradicional así como la diversidad cultural y natural. Este conocimiento heredado, unido a una industria ética capaz de aportar conocimiento tecnológico nos permitiría prevenir enfermedades y crear medicamentos que, de verdad, ayuden a la especie humana”.
Un reto ambicioso y no salvaje, y explico ambos conceptos. Ambicioso es que tiene ansia de algo, en este caso, aportar conocimiento a la raza humana para que pueda valerse de los recursos naturales. Y no salvaje, aunque algunas de estas plantas crezcan sin ser cultivadas, el reto no es cruel o inhumano. Ya hay quien ha investigado sobre el ansia de la industria farmacológica que responde a otro tipo de ambición y el salvaje mercado, aunque como siempre hay excepciones, ni toda la tele es mala ni todos los libros son buenos.
Seguimos visitando esta muestra del reino vegetal y conociendo algo más sobre las plantas como recurso terapéutico eficaz. “La raíz del perejil se usaba como abortivo, el diente de león es diurético, actúa sobre la vesícula. De la hierba luisa, que no es propia de Gran Canaria, podemos resaltar su uso como sedante y digestiva”. Jorge nos habla de la principal diferencia entre Fitoterapia y medicamentos sintéticos. “En general, los laboratorios farmacéuticos, estudian las plantas medicinales para luego extraer el principio activo y convertirlo en medicamento, pero eso no es lo que hace la Fitoterapia. Fitoterapia es el estudio del uso de la planta con un fin medicinal, pero no aislando el principio activo, sino aprovechando los diferentes beneficios que pueda tener”, indica. “Las aplicaciones de una planta como por ejemplo el diente de león, puede hacer efecto sobre la vesícula, la orina o la digestión. Esto marca la diferencia de la planta medicinal y los medicamentos. Mientras que los segundos tienen un efecto inmediato y dirigido, pero en general agresivo, las plantas medicinales ejercen efectos más suaves y prolongados, y sin fuertes agresiones al organismo”.
Entre reflexiones e ideas, Jorge va señalando y nombrando: “hierba huerto, digestiva. Tomillo, buena para combatir la tos, anti infecciosa, antibiótica y antiséptica. La Ruda, que tradicionalmente tuvo buena fama en la medicina mágica, dicen que protegía de los daños. Orégano cubano, romero, la melisa o toronjil, de la familia de las mentas, se usa como repelente de mosquitos”.
Los nombres científicos de las plantas siempre tienen dos palabras, la primera se refiere el género y la segunda a la especie. Y luego tenemos el nombre común, que cambia dependiendo del lugar, nos explica, “esta de aquí, la sándara, en Tenerife se llama de otra manera y su nombre científico es Mentha Aquatica, y ese nombre es internacional, no cambia”.
“Esta otra es la zarzaparrilla, se usa la raíz, tiene una acción depurativa, sobre todo a nivel cutáneo. Los berros que también son medicinales, tienen clorofila, hierro para combatir la anemia. La salvia es buena para combatir sofocos menopáusicos”, nos recuerda Jorge que es necesario tener conocimiento o consultar con un médico, la automedicación es peligrosa incluso con las plantas medicinales, estas también pueden tener efectos adversos.
“Hoy hay muchas personas que sufren enfermedades por los efectos secundarios de los medicamentos, demasiadas”, -incide. “¿Sabes que la cuarta causa de muerte en el mundo es el mal uso de los medicamentos”?, nos pregunta Jorge.
Nosotros le respondemos con otra pregunta, - “¿Estos frutos se comen? Si, esto es un mocán, se trata de un endemismo de Canarias y Madeira, está amenazado de extinción. Los aborígenes usaban sus frutos para hacer un licor que llamaban Chacerquen, lo tomaban por lo nutritivo y estimulante. También le daban uso tópico como cicatrización de heridas”.
La gran mayoría de las plantas las tomamos confiando en la experiencia de nuestros mayores, y el saber tradicional. Aunque hoy ya hay estudios clínicos que comparan las plantas con medicamentos y comprueban el nivel de eficacia. Como ejemplo tenemos el hipérico, un antidepresivo que ha demostrado ser tan eficaz o más que muchos medicamentos.
La medicina popular de Canarias así como la de fuera de las Islas ha confiado y hecho uso interno del hipérico como antihistérica y antidepresiva, ansiolítica, o para los terrores nocturnos, asegura Jorge.
El oroval, otro endemismo canario sobre el que hay una tesis doctoral puesto que cuenta con muchos principios activos, “puede fortalecer el sistema inmune, puede ser anticancerosa, anti artritis, favorecer el sueño, sanar heridas con el contacto directo con la piel, etc”.
Dado el carácter exclusivo de muchas de las plantas que crecen en Canarias, sería deseable un mejor conocimiento de su uso tradicional, más cuando en el momento actual los modos de vida tradicionales son cada vez más escasos y esta información corre el peligro de desaparecer.
Es necesario hacer esfuerzos para evitar la pérdida definitiva del conocimiento tradicional sobre plantas medicinales, para ello ya están en marcha proyectos educativos como son los huertos ecológicos escolares, aunque no solo es importante preservar esta herencia cultural, sino también para registrar la información sobre ciertas especies útiles, que podrían ser relevantes para el desarrollo de nuevas fuentes de medicamentos y de otros beneficios para la humanidad, contribuyendo, al mismo tiempo, a proteger la biodiversidad.
Un fuerte olor a apio no nos deja duda de otra de las plantas que habitan en el huerto, “es una verdura muy alcalinizante, el proceso de acidez puede desatar muchas enfermedades, y el apio regula el ácido básico de nuestro organismo”. Nauta o yerba mujer, muy buena para controlar dolores menstruales. Albahaca, muy aromática y de la familia de las mentas. Caléndula, cuya flor es con la que los indios adornan sus collares y es buena para la piel como cicatrizante, calmante de quemaduras. Jorge se para con especial cariño delante de la brujilla. Nos explica que “es una planta, de la que ya tenía documentación, hablo de ella en el libro Más de 100 plantas medicinales que publiqué en el 2007, pero últimamente me ha sorprendido mucho. Su manera de extender su dominio; se queda pegada con facilidad en los animales y las personas, y cada una de las púas es una semilla, así se extiende y va colonizando nuevos territorios”.
Jorge, acostumbrado a dar charlas para personas ajenas al tema, nos explica de un modo sencillo por qué las plantas curan. “No tienen brazos, ni piernas, entonces para defenderse crean sustancias químicas. Por ejemplo, pueden desprender aromas que no agradan a los insectos para que no se las coman. Esas sustancias que les sirven a ellas para sobrevivir son las que nos sirven a nosotros para prevenir enfermedades. Pueden existir miles de sustancias o principios activos que tienen su valor”.
Prosigue, “depende de las circunstancias donde habita la planta desarrolla unas sustancias u otras, equivaldría a los anticuerpos que creamos los humanos frente a los virus. La tunera por ejemplo, a lo largo de millones de años, convirtió los tallos en hojas y las hojas en púas. Según el medio en que viven, crean unas defensas u otras, frente al exceso de sol, falta de agua, etc”.
Terminamos la visita al huerto ecológico de plantas medicinales y Jorge nos obsequia con una infusión de Sándara, Nauta, Romero, Stevia y caña limón. Tradicionalmente solían hacer las infusiones con un número impar de plantas, aunque esto son creencias sin fundamento, nos informa. Y con este buen sabor de boca nos despedimos esperando que esta pequeña llama se propague hasta hacernos saborear cada vez a más personas el conocimiento y el saber sin que quede en manos de unos pocos, o peor aún, que quede enterrado para siempre.