Cuando no da para comer

Costaleros de la iglesia de El Carmen en el 'Ensayo solidario'. Iago Otero

Iago Otero Paz

Las Palmas de Gran Canaria —

“Tengo 37 años, perdí hace más de dos años mi trabajo, ya no cobro la ayuda de desempleo y tengo a mi cargo a mi mujer, que es ama de casa, y a mi hijo, por eso he acudido a la acogida de Cáritas de mi parroquia. Allí me han escuchado, me están prestando ayuda para salir de esta situación, y me dan dos veces al mes una bolsa con alimentos que no puedo pagar”, estas palabras no las ha dicho nadie en concreto, pero es uno de los perfiles de las personas que acuden a la Diócesis para encauzar su situación. En el año 2012, en el primer semestre, Cáritas de Canarias en la provincia de Las Palmas atendió de forma directa a 18.000 personas en las parroquias de la provincia, y en el mismo periodo de 2013 la cifra aumentó en un 34%. Dar el paso para acercarse a la parroquia a pedir ayuda no es fácil, pero cada vez son más las personas que lo hacen ante la desesperación de no saber llevar esta situación de emergencia social.

“La finalidad de Cáritas no es darte el pescado sino enseñarte a pescar. La finalidad es que la persona esa, que por las circunstancias que sean haya perdido su dignidad, pueda recuperarla por ese derecho que tenemos todos los seres humanos. Ese es el fin, y sabemos que esto no se consigue solo con una bolsa de comida o un plato, eso lo tenemos muy claro, pero es verdad que esto a veces nos sobrecoge y tenemos que hacerlo, pero no quedarnos nunca en eso, tenemos que ir a más”. Quien lo explica es Domingo Muñoz, párroco de la iglesia de San Pedro en el barrio de La Isleta. En ella, desde principios de la década pasada está instalado un comedor que de lunes a viernes da merienda-cena a gente que está en la calle o en riesgo de llegar a ella. Antes, realizaron una gran labor social con los chabolistas que estaban en El Confital, de ahí nació este comedor que en el año 2013 recibió por parte del Cabildo de Gran Canaria el Roque Nublo de Plata en reconocimiento por su labor social.

Aparte del comedor de La Isleta, Cáritas en la provincia de Las Palmas tiene otro más en la parroquia de Santo Domingo y el de la sede general en Escaleritas. En Gáldar dan servicio de desayuno, en Maspalomas está Calipso, un servicio de comedor una vez al día que es suministrado por los hoteles (cada hotel se encarga de la alimentación una vez a la semana). Mientras, en la isla de Fuerteventura hay un comedor y en Lanzarote otro.

No obstante, en San Pedro ya están pensando en implantar el servicio de acogida que hay en las iglesias de La Luz, El Carmen y San Pío (esta última trabaja junto a la de El Salvador), y que ayudan también a las familias. Como explica Domingo, “cada vez es más la demanda que llega a San Pedro que está recayendo en las parroquias vecinas. Nosotros nos hemos dedicado siempre a atender a las personas sin hogar, las que están en la calle mientras que el resto de las parroquias del arciprestazgo de esta zona de 30.000 habitantes se han hecho cargo de atender a las familias”. La causa de querer ampliar la acogida más allá de la gente de la calle se debe a que desde San Pedro se envían a las otras tres entre 70 y 80 familias que son de su zona de influencia. Gracias a que en la actualidad cuenta con suficientes alimentos para nutrir al comedor, plantean adoptar este apoyo familiar.

Como ya subrayó el párroco, en la acogida no se le da el alimento, sino que se recibe, escucha y acompaña a la persona. Según Fátima Díaz, secretaria general de Cáritas Canarias, “el alimento es algo que muchas veces ayuda, pero que no puede convertirse en un impedimento para que la persona avance, ya que tenemos que favorecer que la persona descubra cuáles son sus posibilidades, potencialidades, capacidad para avanzar, mejorar y que vayan dando de sí mismo para salir de esta situación”.

Más que guiar, desde la acogida se busca acompañar a la persona para que esta descubra por sí misma el camino por donde tiene que ir. Que Cáritas abarque a tanta gente se debe a que tiene una red mayor que la de otras instituciones, ya que están presentes en muchos más barrios gracias a las parroquias.

La acogida, como ya expresó el párroco Domingo, se dirige a dos públicos, por un lado personas sin recursos en gran riesgo de exclusión social y que están en la calle o puede caer en ella. Por otro, familias que se han quedado sin ningún tipo de ingresos o que el poco dinero que le entra no les sirve para cubrir los gastos.

El sacerdote de San Pedro también destaca una realidad que le preocupa, los pobres vergonzantes, es decir, “aquellas personas que sufren la pobreza pero que no son capaces de tocar en ningún recurso”. Por ello, buscan cómo llegar a ellos a través de contactos, de la integración en los barrios y la escucha que permita conectar con ellos “sin herir su sensibilidad, sin crear mucho revuelo”.

Domingo articula que es un tema muy complicado, y precisamente por eso está en esta iniciativa. Para ello, están formando “exquisitamente para esto” a dos voluntarios ya que detrás de todo esto tiene que haber una persona discreta, que guarde el secreto profesional, para que los demás no lo podamos descubrir ya que se puede hacer mucho daño con esto.

Rejuvenecimiento de los usuarios de la acogida familiar

“Actualmente estamos atendiendo a más de 200 personas, cuando hace un par de años solo venían aquí unas 50-80, nunca llegaban a 100” nos cuenta Mari Carmen Pérez, una de las encargadas de la acogida en la iglesia del Carmen. Mari Carmen es la camarera de la Virgen y antes fue catequista, pero desde hace bastante tiempo está prestando esta ayuda. Debido a tal incremento de personas la acogida ahora se hace en dos grupos, uno administrado por la propia Mari Carmen, y el otro por Antonia y Loli. A ellas les auxilian en el reparto y empaquetamiento de las bolsas Mari y María Cinta.

“Aquí viene mucha gente del barrio, parada, con niños” prosigue Mari Carmen “gente conocida de toda la vida que hace que duela mucho, incluso algunos amigos”. Como apunta Agustín Sánchez, el párroco de la iglesia marinera, antes a la acogida venía un buen grupo de gente marginada, “pero ahora es otra gente la que se ha encontrado en situaciones que le superan, con 400 euros no se puede mantener una familia”.

A la hora de mostrar el perfil de los que hoy solicitan este servicio, la secretaria general indica que se ha visto un rejuvenecimiento de los solicitantes de ayuda en Cáritas, antes llegaban personas con 50-55 años en situaciones de soledad, de empobrecimiento continuado, e inmigrantes, mientras que ahora acude gente más joven “entre los 30 y los 49 años. Normalmente tienen hijos y un gran porcentaje son mujeres, muchas veces solas con hijos a cargo”. Además, el 81% de los que atienden están en desempleo, y de este, más de la mitad no tienen ningún tipo de ingreso, han agotado todo tipo de prestaciones.

Los pasos que siguen para atender a las personas en la acogida, bien sea para acudir al comedor o porque necesitan que le presten ayuda familiar, es el mismo. Así, cuando llega alguien nuevo se le crea la denominada ficha social, un documento en el que va un plan de trabajo que se le aplicará a dicha persona. Los voluntarios, nunca delante de la persona, van recabando información a través de la entrevista y la escucha. Se trata de conocer la realidad de la persona: conocer sus datos personales, su realidad familiar, su estado de salud, los recursos que pose o qué apoyos tiene.

De esta manera se le aplica el ya nombrado plan de trabajo, donde se recogen los compromisos o los pasos que se van dando a esa persona o familia. Fátima Díaz recalca que esto es muy importante porque sirve fundamentalmente “para no ir improvisando e intuyendo”, además de que con esta información después se elabora la memoria anual en la que cuentan la labor que realizan y sirve para tener un reflejo de la sociedad. Gracias a esta ficha, además,consiguen tener una base de datos para realizar el seguimiento de la persona en cualquier punto de España, aparte de evitarse la picaresca que algunos solicitantes realizaban para tener más prestaciones.

Tal como se ha comentado, no solo se busca repartir una bolsa con la comida básica o ayudar a pagar la factura del agua y la luz, sino que el fin principal es que quien acude solicitando este amparo se le reconduzca para mejorar su situación. Para ello, se encuentran con unos voluntarios que están formados y auxiliados en todo momento por técnicos que asesoran y acompañan al voluntariado para que este atienda con calidad.

Lo que intentan desde los servicios generales es acompañar al voluntariado en las necesidades que estos tengan. De hecho se dan formaciones específicas para cada realidad específica de atención, además de realizarse una enseñanza general del voluntariado, que consiste en explicar cómo motivar, cuál es el modelo de acción de la institución y cómo aplicarlo o enseñar qué dinámicas pueden ayudar a la planificación.

En el caso de La Isleta, el primer martes de cada mes se reúne el arciprestazgo del barrio. Esto sirve para coordinarse con la central para seguir una línea dictada por el equipo técnico que se lleva a la práctica en las iglesias. Como explica Vicky, técnica del área internacional, cuyo trabajo se centra más en los inmigrantes, “la labor la hacen las parroquias y la coordinación la central”.

El comedor, un recurso limitado

Para Fátima Díaz el comedor tiene que ser un recurso muy limitado a determinadas personas, ya que es una situación complicada, “el acudir a un comedor marca mucho”, soslaya. “Este perfil es diferente, está guiado a personas sin hogar. Lo ideal –prosigue- es acompañar a la persona y en la medida que tenga una casa no tenga que recurrir al comedor, que pueda desarrollar su vida en una vivienda con familia si tiene, o sino en soledad”.

Yiyo Espino, portavoz de Cáritas, recalca que “el tema del comedor no es sólo dar comida, hay una finalidad que es que no estés en la calle pero también que tengas un proceso de promoción personal. No es solo asistencialismo en sí, sino avanzar en el desarrollo de la persona”.

Domingo lo tiene claro, y sabe que hay algunas personas “crónicas” que por mucho que se le auxilie no van a aprovechar esta ayuda que se le presta. “La única solución es darle un plato de comida, hay gente que tiene una pensión de 400 euros, pero ese dinero lo queman en lo que necesitan para su cuerpo. Son aquellas personas de patologías crónicas”. Sin embargo, “si hay una serie de personas que sí les podemos exigir, se le exige, ya que esa es la base de la acogida”, acentúa el párroco.

De esta manera, en San Pedro a algunas de las personas del comedor asisten al curso de informática que se imparte en las instalaciones de la parroquia, o se han puesto en contacto con los servicios sociales para saber a quién se puede derivar esa persona. “Se habla con el INEM y que hagan un curso de formación laboral. Es una manera de promocionar a la persona, no solo dar el plato de comida, es una herramienta que se está dando para que puedan responder en el ámbito laboral”, concluye Domingo.

La crisis ha aumentado la solidaridad de las personas

En la iglesia de La Luz son ocho mujeres las encargadas de la acogida. Así, Loli Castellano y Teresa Hernández son las administradoras, mientras que Fina Castellano, Lita Hernández, Mari Luz García, Conchita García, Emilia Cedrés, Luisa Valladares y Mari Luz Álamo se encargan de empaquetar y repartir las bolsas con la comida los lunes y los martes cada 20 días. Además, Pedro Duque es el contable encargado de las finanzas. A ellos se les une más gente que hacen las labores de almacenamiento.

Actualmente en la iglesia de la patrona de la ciudad acuden 80 familias a las que se les da dos veces por semana la bolsa con la compra. En ella, como explica Emilia, “viene de todo menos carne” y enumera diversos productos no perecederos “azúcar, leche, garbanzos, judías, pasta, arroz, gofio, aceite, tomate, atún, café cuando lo hay, potitos para los niños, cacao en polvo…”. De vez en cuando hay los llamados repartos extraordinarios, sobre todo tras la romería del Día de Canarias y de la Virgen de La Luz, que surten de verduras variadas el almacén de La Luz, por lo que se entregan con la mayor rapidez a las personas del servicio de acogida.

Evidentemente se necesita alguien que aporte los alimentos para la acogida. Así, las parroquias se nutren, principalmente, de cuatro frentes: por un lado el Banco de Alimentos de Las Palmas, por otro el dinero de las donaciones tanto de socios y cepillos de las iglesias, las campañas especiales ayudan a reforzar las despensas para los más necesitados, al igual que el Rincón Solidario que cada vez se ve más en las iglesias.

El primer domingo de cada mes se recoge en las iglesias dinero que va a parar a Cáritas. De este, un 40% va a la parroquia, el otro 40% al arciprestazgo y el 20% restante van a los Servicios Generales. Aparte, la organización caritativa recibe aporte económico de las instituciones y, sobre todo, donaciones de personas que es lo que les permite realizar mayormente esta labor.

Entre las donaciones se encuentran los socios que pagan una cuota mensual. Como declara Mari Carmen, en El Carmen tienen una cuota mensual de vecinos allegados, de uno o dos euros del que se sacan unos 200. Este dinero se destina para comprar productos tales como verduras, huevos, aceite o mantequilla y también para que en la acogida puedan ayudar a pagar la luz, el agua o la hipoteca, aunque se da siempre prioridad a los alimentos.

En cuanto al Banco de Alimentos, este no aporta al comedor de los Servicios Generales (el situado en Escaleritas) aunque sí a los de las parroquias. Así, el Banco nutre mayormente de productos básicos como los macarrones, la leche o el aceite, aunque la mayor parte de la comida que se cocina en los comedores viene de donaciones de la gente.

Desde hace un tiempo se encuentran en las parroquias el llamado Rincón Solidario, una cesta donde la gente deposita alimentos. Son muchos los productos que se recogen, y como explica Fátima Díaz, realmente no tienen problemas de comida básica, por lo que cuando las donaciones son económicas destinan ese dinero a otros géneros que la gente no dona tanto, como el aceite, potitos para niños o leche. Mientras, las campañas especiales provienen, como ya se explicó, de romerías o en la época de navidades. Por ejemplo en El Carmen, todos los años los alumnos del colegio León y Castillo hacen recogida de alimentos.

El pasado 23 de noviembre se produjo, por primera vez, un ensayo solidario por parte de los costaleros de la Virgen del Carmen. La idea se le ocurrió a Ángel Luzardo, el presidente de los costaleros, quien pensó que por qué en vez de ensayar con sacos, no cambiaban estos por alimentos. Así, Luzardo calculaba que se iban a recaudar unos 300 kilos, sin embargo se superaron las expectativas con creces y se logró recoger cerca de 5 toneladas de comida que después se repartieron entre varias parroquias.

Cuando se le pregunta al párroco del Carmen sobre esta muestra de solidaridad de las personas, Agustín reconoce que la gente se ha solidarizado “a todos los niveles” y que estos momentos difíciles que la sociedad canaria está viviendo ha permitido “sacar los mejores sentimientos de la gente”.

También han constatado esta solidaridad desde los servicios generales de Cáritas en el número de voluntarios. Así, en 2009 eran en torno a 900, mientras que en la actualidad son 1.270, muchos de ellos además personas con formación superior.

En La Luz las mujeres encargadas de la acogida llegan a una conclusión cuando se le pregunta si gracias a la crisis los ciudadanos muestran lo mejor de sí: “Hay más gente pidiendo, pero hay mucha más ayuda. Cuanto más necesidad hay la gente colabora más, y si pidiésemos más la gente daría más”.

¿Qué es lo que lleva a la gente a dar su tiempo y esfuerzo para ayudar a los demás? Hay de todo, algunas lo ven como una llamada espiritual, como el caso de Loli Castellano, quien asegura que le atrae “una llamada del Señor”, mientras que el caso de Emilia Cedrés esto le da más que lo que ella invierte, “doy mi tiempo” aclara, “pero me dan más ellos. Esa cara cuando tú das la bolsa y te dan las gracias…a mí me llena. Después ves a esa persona por la calle y me siento muy recompensada”. En el caso de Fina sus fuerzas se las da “el amor al prójimo, al ver esto uno no puede quejarse de lo que tiene”.

Y es que, como deja caer Fina, esto te ayuda a relativizar los problemas personales. Todas coindicen que el hecho de ver a gente que están en situaciones complicadas permite conocer el verdadero valor de las cosas y darse cuenta de por qué hechos son por los que hay que preocuparse realmente.

El Banco de Alimentos, granero de España

El Banco de Alimentos de Las Palmas es uno de los 55 que componen la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), y fue creado hace más de 10 años por el hoy presidente de honor, el teniente coronel Julián Mamblona, en una nave de 40 metros cuadrados junto a Mercalaspalmas. ¿El objetivo? aprovechar los excedentes de alimentos que se producen en nuestra sociedad y que provocan, que hoy en día, se tiren 89 millones de kilos de alimentos a la basura en España que permitan redistribuir la comida entre los más necesitados. En total en el año 2013 repartieron seis millones de kilos en la provincia de Las Palmas.

Desde hace 8 años el presidente de esta institución es Manuel Pérez, y en todo este tiempo se ha pasado de 40 metros cuadrados a dos naves que en total hacen 1.300 metros en Gran Canaria, más otra de 300 metros cuadrados en Lanzarote y una de 500 en la isla de Fuerteventura. Como explica su presidente, hoy en día están atendiendo indirectamente a 212 entidades, entre las que se encuentran 25 ayuntamientos en las tres islas, 86 parroquias de la Iglesia Católica, más de 20 comunidades evangélicas o 7 asociaciones de vecinos.

La gente que trabaja en el Banco son, en su mayoría, personas jubiladas que acuden cada mañana hasta la una del mediodía a dar lo mejor de sí. Así, los 168 voluntarios tienen formado un gran engranaje que permite recibir y distribuir los alimentos entre todas estas instituciones. Además, gracias al acuerdo firmado con la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, también están trabajando tres o cuatro personas en labores de reinserción social junto a los voluntarios.

Si por algo se caracteriza los colaboradores es por la seriedad en su trabajo, muchos de ellos han sido personas dedicadas al negocio y saben cómo llevar una empresa de tal magnitud como esta. Por ello buscan en todo momento, según Manuel Pérez,“eficiencia, responsabilidad, y el trabajo bien hecho”.

La labor de Fesbal se ha reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Para el presidente en la provincia de Las Palmas esto se ha debido, en parte, a la labor de los medios de comunicación. Así, sostiene que si no fuera por ellos no habrían conseguido el éxito de la Operación Kilo del 29 y 30 de noviembre en Gran Canaria, donde se recogieron 567 toneladas de alimentos cuando el objetivo era 500.

La Fesbal en todo momento controla la calidad del alimento. El presidente en Las Palmas es tajante con esto: “nosotros compramos calidad, no cantidad”. De hecho, siempre buscan la comida que es más nutricional, sin importar la marca. La comida viene, o bien de donaciones o de fondos europeos.

Las donaciones pueden ser de diferentes maneras, por un lado están los empresarios de la alimentación que ceden sus excedentes o esos productos que no pueden vender. Por otro, empresas que no están relacionadas con la comida, que pagan en metálico, en especies o sino prestando sus servicios (por ejemplo dos compañías navieras realizan traslados de comida entre las islas sin cobrarles).

Además, diariamente salen los furgones a todas las grandes superficies con las que tienen convenio y retiran las mermas como son los paquetes de azúcar rotos, o latas de aceite que estéticamente la gente no compra.

Siempre que una empresa (o persona) hace una donación, desde el Banco de Alimentos se le envía una carta de agradecimiento. En caso de que esta donación sea económica se le justifica la misma con una factura y la fotografía. Además, el hecho de que la Fesbal haya sido declarada entidad de utilidad pública permite que en la declaración fiscal de cada año al donante se le desgrave un 35% en el IRPF. Esta compra, gracias a los convenios firmados con grandes superficies, se hacen siempre a precio de costo e incluso la empresa termina donando un poco más.

En cuanto a los fondos europeos, estos vienen del Plan de ayuda alimentaria a las personas más necesitadas de la Unión Europea. En el año 2013 se asignaron para España 85,6 millones de euros destinados a comprar los alimentos a las industrias, pagar el transporte de los mismos y los gastos administrativos y de almacenamiento.

En nuestro país es el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente a través del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), el responsable de la ejecución del Plan y ha comprado mediante un procedimiento de licitación un total de 80 millones de kilos de alimentos. No toda esta comida va a parar al Banco de Alimentos, sino que se la reparten al 50% entre ellos y la Cruz Roja Española a través de tres fases.

Una vez que la comida llega al Banco de Alimentos, ellos ordenan esta para realizar el reparto posterior entre los solicitan sus servicios. No obstante, aunque una vez que entregan los productos a las instituciones se declina en ellas la responsabilidad, no se desentienden de la comida, ya que tienen un grupo de señoras que, según Pérez, van a auditar de “manera cariñosa”, es decir, con mucha flexibilidad, para saber a quién se le está dando la comida.

“Entramos en el debate de por qué le dan a una familia más que otras, controlamos cómo se está haciendo el reparto. De todo esto se levanta acta de la visita”. Con la visita lo que buscan es mejorar el servicio para que se mantengan unos estandartes mínimos de calidad.

Recorte a las personas, no a las instituciones

Debido a las políticas de nuestros días, que buscan siempre el beneficio económico en lugar del beneficio social, estas instituciones también han sufrido recortes en la partida presupuestaria que se le destinaban. En el caso de Cáritas Diocesana, el gran recorte lo tuvieron en la campaña 2010-2011, cuando el Gobierno de Canarias les redujo, según expresa Fátima Díaz, “un 50% del presupuesto”.

Tras esto, Cáritas tuvo que reinventarse ya que “cuando el recorte es de golpe no te queda otro remedio”. Así, cerraron centros, en otros reorientaron su actividad y, desgraciadamente, tuvieron que despedir personal. No obstante, gracias a los voluntarios y las donaciones de las personas han conseguido encontrar fórmulas para volver a recuperar servicios de los que prestaban, aunque no han podido recuperar lo anterior a esta merma en los ingresos económicos.

“Lo que vemos es que en estos momentos siempre hay que estar pensando, hacer mucho con pocos recursos, pero con calidad”, sostiene la secretaria general, quien añade que han ido en la búsqueda de “una fórmula que nos permita repensar dónde podemos estar y cuál es nuestra prioridad”.

En cierto modo a Cáritas no le molestó el recorte en sí, sino que con este se iba a desatender a personas en riesgo de exclusión social. Así, no se garantizaba la atención de estas personas. Y es que instituciones como estas realizan labores que son las administraciones las que deben realizarla, “la responsabilidad es de la administración, no lo hace, intentamos atenderlos desde nuestra visión, como entidad y personal” recalca Díaz.

Como bien explica Yiyo Espino, “la intención final de Cáritas sería que la administración no nos diera el dinero. El problema está en que la administración no asume la responsabilidad” y añade que el problema no es el recorte económico a una institución sino “el recorte que la administración hace en general para solucionar el problema que tienen estas personas, porque se recorta a las personas, que son a las que les impiden el poder reinsertarse”.

En este sentido Vicky añade que la labor de Cáritas “es una labor de ayudar la administración pública, porque es esta la que por ley tiene que encargarse de las personas más desfavorecidas de su municipio” y advierte que Cáritas “acompaña y ayuda en la medida de lo posible a esa administración pública, que es la que lo tiene que hacer por ley”.

Aunque en este reportaje me he centrado en la labor de Cáritas Diocesana, esta no es la única institución que presta esta ayuda. Cruz Roja Española, San Juan de Dios, asociaciones de vecinos, ayuntamientos o comedores llevados por monjas permiten que, gracias al desempeño anónimo de miles de voluntarios esta situación de emergencia social no se desborde. Como bien observa Manuel Pérez, estas obras sociales son un dique de contención que lo que hace es ayudar, pero que no solventan el problema, ya que este es mucho más serio y de él se tienen que encargar los representantes políticos.

Cuando la vida te da otra oportunidad

Es la una de la tarde en el comedor de San Pedro, todavía faltan cuatro horas para que abra, pero José Pelegrín, Pelegrín para los que acuden allí, ya está trabajando. Se encarga de pelar las papas, preparar el postre, limpiar los baños comunitarios u ordenador el comedor. Un comedor que hasta no hace mucho él utilizaba.

Pelegrín estuvo cerca de la calle, un ambiente complicado en su casa finalizó en un divorcio que no superó y que le hizo perder todo. Como no pudo superar esta situación, cayó en las marañas de la cocaína.

Solo cuando estuvo sin nada y la posibilidad de terminar viviendo en la calle le amenazó, Pelegrín pidió ayuda. Así, superó toda la vergüenza que para él era dar ese paso y se dirigió al Centro de Acogida Municipal Gánigo, que depende de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Allí solamente acuden personas con problemas de drogodependencias y que tengan escasos recursos para alimentarse y para asearse, a los que se les ofrecen albergue, desayuno y cena, servicio de lavandería y aseo. Además, lo más importante es que a quien acude se vincula a programas para una reinserción en la sociedad.

En el caso de Pelegrín lo destinaron a Urban, donde estuvo trabajando, entre otras cosas, de jardinero en la ciudad. Gracias a la psicóloga de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y a su fuerza de voluntad fue dejando su adicción a la cocaína. No obstante, es consciente de que el haber estado enganchado a una droga cara (un gramo puede costar entre 50 y 60€ y se puede consumir en solo 15 minutos) también le ha ayudado a no caer en la tentación ya que no tenía cómo pagarla, se había gastado todo el dinero en ella.

Cuando por fin se rehabilitó, y antes de que le concluyera el tiempo de trabajo en Urban, la directora de aquí le recomendó al encargado de Calor y Café en San Pedro que acogieran a Pelegrín. Fue en esta institución cuando se le dio la oportunidad incluso de ser el encargado, donde tuvo a su cargo hasta 20 personas.

Cuando Calor y Café cerró, Pelegrín entonces comenzó a ayudar en el comedor de la acogida de Cáritas. Como cuenta Rojita, una de las voluntarias, desde que él está trabajando allí el ambiente con las personas que comen todos los días es mejor. ¿La clave? Que Pelegrín está acostumbrado a batallar con esta gente, entiende su situación y le da esa calidez y respeto que sabe que las personas necesitan.

“Antes había mucha disputa y discusiones que se acababan con sanciones –se le prohibía a la persona acudir al comedor durante varios días-, pero estas disputas se evitan sabiéndolo llevar, hablando con la gente y diciéndoles que aquí se viene a comer, que los problemas están de puertas para afuera, donde se tienen que resolver” aclara Pelegrín.

“El 80% de las personas que acuden aquí son drogodependientes, y me quedaría corto. De casi 50 personas que atendemos, mínimo 30 tienen una dependencia de drogas o alcohol y el 40% vive en la calle, algunos en las cuevas de El Confital”, radiografía el también encargado de controlar la asistencia al comedor y prosigue diciendo que una persona cuando está en situación de adicción solo busca en el día a día esa sustancia que su cuerpo necesita dejando de lado otras obligaciones como por ejemplo la búsqueda de trabajo.

Hoy Pelegrín vive en San Cristóbal compartiendo piso con el dueño del mismo. Cobra una paga de jubilado que le permite pagar el piso y la comida y, aunque reconoce que está cansado del comedor y que esta actividad “quema mucho”, cada día acude hasta La Isleta para echar una mano. Sin duda es el claro ejemplo de que con la fuerza de voluntad de las personas y los servicios sociales la reinserción da sus frutos.

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