Memoria histórica sepultada bajo escombros en la Sima de Jinámar
Memoria histórica sepultada bajo una capa de escombros, coches seccionados, lavadoras, bidones de gasolina o huesos de animales. Es el escenario que se ha encontrado el equipo de doce personas que grabó el pasado sábado 11 de junio en el interior de la Sima de Jinámar, un agujero volcánico de 80 metros de profundidad al que fueron arrojados represaliados del franquismo en Gran Canaria tras la Guerra Civil. Las imágenes formarán parte de un documental que se estrenará en otoño.
“No esperaba encontrármela tan mal, no se explica que esté en esas condiciones”, ha asegurado Juan José Monzón, director de la cinta, tras su descenso a este símbolo de la represión en la isla. El profesor, vinculado al Foro Canario de Víctimas del Franquismo, urge a acometer una limpieza “a fondo” de la Sima como paso previo a la ejecución de un “proyecto serio” de exhumación de los restos y la posterior creación de un banco de ADN para identificar a los desaparecidos.
El documental pretende llamar la atención sobre el estado del enclave y realzar su valor etnográfico, botánico e histórico. La Sima, ubicada en los campos de volcanes de Jinámar, era uno de los lugares de Gran Canaria donde las Brigadas del Amanecer hacían desaparecer a los republicanos represaliados. Los sacaban de sus casas de madrugada, los torturaban, los transportaban en camiones hasta este recóndito paraje natural y los arrojaban al vacío. El Foro Canario de Víctimas del Franquismo aspira a convertir la Sima de Jinámar en un museo de sitio, un centro de interpretación de los sucesos que acontecieron en esta zona hace ya 70 años.
“Queremos que se ponga en valor, como en Auschwitz, como en Mauthausen, que se normalice, que lleven a los escolares, que aquella zona de volcanes tan bonita, de cardenal-tabaibal, se revalorice y que se haga una zona de senderos y un museo de sitio que además creará puestos de trabajo”, remarca Monzón, que cree que el “lamentable estado” de la Sima no es sólo consecuencia de la dejadez, sino también de actuaciones “intencionadas”, pues no entiende que en el interior del agujero volcánico se hayan encontrado coches diseccionados o electrodomésticos teniendo en cuenta la dificultad de acceder al mismo. “Es mucho más barato ir a un punto limpio”, agrega el profesor, que recuerda que debajo de los cascajos se encuentran restos de republicanos víctimas de la represión franquista.
“Bajé para congraciarme con la energía de todos ellos. Lloré, me emocioné”, reconoce Monzón, que se estuvo preparando durante dos meses con el grupo de espeleólogos Pernoctadores para el descenso. El Roque Nublo, la Sima de Cueva Grande y algunas vías ferratas fueron los lugares elegidos para los ejercicios previos. “El problema no es bajar a la Sima, sino subirla. Tienes que estar preparado no sólo a nivel físico, sino también mental”, explica Monzón. La grabación se prolongó durante 90 minutos y la expedición utilizó cámaras especializadas para filmar en el interior y drones en el exterior.
El director cuenta que la bajada fue relativamente fácil y que apenas tardó cuatro minutos en llegar al fondo del tubo volcánico. Tras los primeros 15 metros de descenso, llegan otros 21 de caída “en volado, en el aire” hasta alcanzar una plataforma con un ligero desnivel, a partir de la cual es necesario usar un sistema de doble seguridad para bajar los aproximadamente 40 metros que restan hasta la zona más profunda. “El olor es insoportable. Hay una comunidad de unas 100 palomas dentro”, asevera.
El ascenso desde el abismo fue mucho más fatigoso y se dilató hasta los 45 minutos. Al esfuerzo físico de la escalada se le suma, según relata Monzón, el riesgo de accidente por el estado resbaladizo de las paredes como consecuencia de los excrementos de paloma que se adhieren a las mismas. “Los brazos se te cansan, no me respondían. Es imposible salir sin medios profesionales”, señala el profesor, “Jesús Beitia y Clemente Bobis (de los Pernoctadores) decían que en una escala del 1 al 10, la bajada tiene una dificultad de 3 y el ascenso, de 10”.
Por otra parte, en esta expedición Monzón también pudo desterrar la leyenda que propagaba que muchos de los cadáveres que eran arrojados a la Sima de Jinámar aparecían en la Marfea, otro de los símbolos de la represión franquista. “La Sima no tiene salida al mar, no conecta con la Marfea. Cuando bajas, terminas en una cueva grande”, subraya el profesor en consonancia con lo expresado años antes por el conocido espeleólogo e investigador Jesús Cantero, que descendió en 14 ocasiones a la Sima.