El fratricida relata una larga historia de explotación laboral

El arma con el que fueron efectuados los disparos. (EFE/Ángel Medina G.)

Canarias Ahora

Las Palmas de Gran Canaria —

Desde que tenía 11 años, Francisco Javier Manzano Álvarez trabajaba al servicio de su padre en el garaje que había en la planta baja de su casa de Arucas. Fue el inicio del negocio familiar de fabricación de productos de limpieza, para lo que desde niño Javier ya manipulaba todo tipo de sustancias tóxicas que le han dejado secuelas en su salud. Eso al menos es lo que refirió el fratricida de Gran Canaria este viernes ante la juez que instruye el doble asesinato que presuntamente perpetró contra sus hermanos Noelia y José Antonio.

Sus dos hermanos, con cuyas vidas acabó fulminantemente este miércoles, también sufrieron las condiciones laborales precarias, siempre según su versión, y como él, dedicaron toda su vida a la industria familiar, primero clandestinamente y luego ya legalmente instituida con nave propia en el polígono de Maipez, en Jinámar.

Eran todos compañeros de fatigas hasta que en algún momento del año 2013 algo se quebró en sus relaciones para que entre su madre, su padre y sus dos hermanos, decidieran despedirlo sin contemplaciones.

Ahí pudo empezar el calvario de quien finalmente tomó la determinación de acabar con la vida de sus hermanos, que finalmente se quedaban con el 49% del negocio.

Javier continuó sin embargo dedicándose a la misma actividad, la fabricación de productos de limpieza, lo único que había hecho toda su vida, pero con su marca propia. No sin resquemor, por lo que él mismo ha relatado a la Policía las 48 horas que estuvo detenido: quiere que se investigue a la empresa familiar, Alvamanza, por fabricación presuntamente fraudulenta de productos de limpieza, y a jefes de compras de grandes compañías a las que surte que se quedan con comisiones gracias a una merma en las proporciones que debe llevar cada referencia, particularmente la lejía.

El asesinato de sus dos hermanos, cuya autoría confesó ante la jueza sin resquicios, lo preparó concienzudamente durante meses. A pesar de su precaria economía, logró que El Corte Inglés le vendiera a plazos las dos armas empleadas (una carabina y una escopeta Beretta), por importe total de 1.800 euros.

Para ocultar ante su esposa y su hijo que preparaba el examen para la licencia de armas, activó un viejo teléfono móvil con una tarjeta de prepago de cinco euros al que debían llamarle desde la Guardia Civil para la convocatoria.

Hizo prácticas de tiro pero se preocupó por destruir las dianas para que no se apreciaran los agujeros de las balas.

Dos días antes de los crímenes, alquiló un coche y ocultó las armas en su interior bajo unas toallas, se hizo con una sudadera gris con capucha por si tenía que ocultarse y desprendió de la chapa del vehículo los adhesivos identificativos de la compañía de alquiler, Cicar.

En una gasolinera de Tamareceite, el barrio donde reside, puso diez euros de gasolina y compró unas garrafas de gasoil, las que la Policía encontró en su poder una vez cometidos los dos presuntos asesinatos.

A su hermana Noelia la esperó el miércoles tempranito a la puerta de su casa, en Almatriche, muy cerca de Tamaraceite. Conocía sus costumbres y decidió matarla allí, sin bajarse del coche, para evitar otro lugar más concurrido en el que otras personas pudieran sufrir daño. Le descerrajó tres tiros que le afectaron a la carótida, el hígado y una pierna.

Luego se dirigió a la urbanización industrial Maipez, en Telde, en busca de su hermano José Antonio. Sabía que lo encontraría dentro de la nave industrial situada en la calle Noruega. Para asegurarse de que saldría a la calle y así poder matarlo sin riesgo a dañar a más personas, pretendía prenderle fuego a su coche, para lo cual llevaba encima las garrafas con gasoil.

Pero su madre ya había telefoneado a José Antonio para avisarle de la tragedia ocurrida en Almatriche, y para allá salió enseguida la que se convertiría pocos minutos después en la segunda víctima mortal de esta tragedia familiar.

Javier Manzano ha confirmado que se cruzó con el coche de su hermano y que inició una persecución por las calles de Jinámar hasta hacer que se estampara contra otros coches aparcados. Desde el suyo le disparó dos tiros que atravesaron el cristal trasero y alcanzaron a José Antonio, al que remató ya a dos metros de distancia, junto a la puerta del coche, con un tiro en la cara.

No tenía intención de matar a nadie más. Ni de prender fuego a la industria familiar. Sólo quería acabar con la vida de los dos hermanos que le acompañaron en el sufrimiento del trabajo que les imponía su padre y que un día se apartaron de él por motivos que no explicó ante la autoridad judicial.

Su resentimiento parecía ser con su padre por castigarlo a él y a otros dos hermanos ajenos a la tragedia a una vida peor que la que gozaban los dos asesinados. Pero pagaron José Antonio y Noelia.

La jueza lo ha mandado a prisión sin fianza con protocolo de suicidio, es decir, con la obligación de ser vigilado de cerca por un preso de confianza que evite que Javier M. pueda acabar con su vida cuando sea consciente de lo que ha hecho.

En su comparecencia ante la juez no mostró arrepentimiento, aunque se derrumbó en varias ocasiones. Sabe que podría pasar al menos dos décadas entre rejas por lo que ha hecho, pero no quiere ocasionarle ni a su mujer ni a su hijo ni siquiera el gasto de un abogado particular. Renunció al que su esposa le puso para quedarse con el que le correspondía de oficio.

Un jurado popular decidirá su culpabilidad o su inocencia tras la fase de instrucción iniciada este viernes formalmente.

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