El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Doble derrota del aparato; otro triunfo para el PP
Lo mejor que le podía pasar al PP canario en sus horas más bajas era que el pulso entre Paulino Rivero y Fernando Clavijo lo ganara el segundo. Entenderse con el actual presidente era una misión imposible y ya se sabe que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía. Y lo mejor que le podía pasar al PP canario en sus horas más bajas era que en las primarias del PSOE ganara Patricia Hernández, como acaba de suceder este domingo en la primera experiencia de elecciones abiertas (y muy accidentadas) de elección de candidata a presidenta del Gobierno regional. Y no es que Fernando Clavijo o Patricia Hernández a título individual sean especialmente propensos a cualquier tipo de acuerdo con el PP. Más bien al contrario: el alcalde de La Laguna se confiesa feliz (políticamente feliz) en su pacto con Javier Abreu, del PSOE; y la flamante candidata socialista no tiene en su perfil político ni en su trayectoria vital ni en su discurso el menor atisbo de querencia conservadora. El problema que tienen ambos candidatos, nada más y nada menos que los candidatos de los dos partidos que gobiernan actualmente Canarias, son sus equipos, su entorno conspiranoico. A partir de este domingo las posibilidades de que el PSOE y Coalición Canaria editen el actual pacto son iguales a cero porque acaban de confluir en la misma isla, Tenerife, todos los elementos atmosféricos necesarios para provocar la tormenta perfecta: una buena parte de CC en Tenerife tira de la levita de Clavijo para no reeditar el pacto con los socialistas porque allí se ha establecido de manera sólida la creencia de que con el PP les ha ido siempre mejor. Los populares han sabido manejar muy bien la territorialización del poder: Tenerife para ti; Gran Canaria para mi, y al resto de las islas, las migajas. En el caso del PSOE que acaba de ganar estas primarias, la cuestión es mucho más visceral y pueblerina: los alcaldes del sur, con el de Adeje a la cabeza, no quieren ni oír hablar de Coalición Canaria porque, entre otras grandezas, han roto con los nacionalistas todos los puentes tras años de cacicadas locales. Fernando Clavijo y Patricia Hernández tienen un gran problema entre manos. Ambos están abocados a embridar o a ceder ante los suyos, lo que en el caso de la socialista será un empeño muy comprometido porque bastará cualquier gesto de su organización de hacer ascos a CC, para que ese partido tenga la coartada perfecta para volver a los siempre cálidos brazos del PP.
Un fracaso doble del aparato
La victoria de Patricia Hernández en las primarias de este domingo es la victoria del PSOE tinerfeño frente a todo lo demás. Y no de todo el PSOE tinerfeño, que vuelve a dar muestras de su eterna y profunda división, sino paradójicamente del PSOE menos renovador, a pesar de la auténtica imagen de renovación que representa la ganadora. Joven, atrevida, a veces demasiado atrevida, audaz y fresca, el problema de Patricia Hernández (empecemos por el problema que tiene en Tenerife) es la fanfarria que le ha acompañado en esta aventura. Supeditada a lo que puedan exigir de ella, tendrá que elegir muy pronto entre su acreditada lealtad a la dirección regional y federal y lo que le exijan sus huestes, entre otras cosas un urgente congreso extraordinario que podría conducir al PSOE regional a una gestora impuesta desde Ferraz con un plazo de vigencia insondable. Los alcaldes del Sur (Rodríguez Fraga y compañía) no pueden permitirse tener una candidata que no controle el proceso de elaboración de las listas electorales, tanto las de las autonómicas como las de las generales del año que viene. Fraga quiere marcharse de Adeje y buscar cobijo en el Congreso de los Diputados, desplazando con ello al incombustible profesor de Termodinámica Pepe Segura, por lo que no le dará problemas para el segundo puesto en la lista al Parlamento canario por Tenerife, que pretenderá ocupar por méritos propios Francisco Hernándes Spínola, también valedor de la toscalera. Pero todas esas decisiones –como tampoco los pactos- serán potestad de la candidata, que deberá someterse a las direcciones regional y federal, bastante descontentas con lo que ha pasado. Porque ni la Ejecutiva Regional quería que ganara esta candidata ni Ferraz puede estar a gusto con quien apoyó a Madina frente a Pedro Sánchez y con quien está apoyada por elementos que no son de fiar y que además se inclinan por el PP, con quien están anatemizados los pactos. Por eso se puede hablar de que este domingo ha habido un doble fracaso del aparato socialista, que apostaba por Carolina Darias, o por Gustavo Matos como mal menor. Para las memorias de algunos de ellos quedarán las reuniones en las que pidieron al lagunero que se retirada para sumarse a Darias y frenar de ese modo la victoria de quien finalmente la alcanzó.
Una clara división provincial (ya estamos)
Lo primero que ha de verse la Ejecutiva Regional del PSOE es su capacidad de acierto a la hora de designar heredera de José Miguel Pérez. Es evidente que Carolina Darias ha salido derrotada claramente de este proceso porque era en rigor la ungida, tanto por la Regional como por Ferraz. Reunía todos los requisitos para una transición tranquila, regional, sin traumas, pero ha conseguido concitar el rechazo apoteósico de la isla de Tenerife, donde sólo alcanzó un escuálido 4% de los votos, aun viendo cómo se le anulaban a la ganadora miles de simpatizantes por el método del acarreo, fundamentalmente en los municipios del sur. Frente a ese dato, Patricia Hernández al menos superó un 15% de votos en Gran Canaria, lo que también puede evidenciar un claro desgaste de las viejas maneras del aparato en la isla. Observando los resultados por provincias, tampoco mejora la recomendada de la Regional, que apenas logra un 8,5% en la de Santa Cruz de Tenerife, mientras que sus adversarios superan en ambos casos el 18% en la de Las Palmas. Estos datos reflejan que la ganadora de las primarias no goza de gran predicamento en la provincia oriental (aclaremos: Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura), lo que habría de obligarle a someterse al más de lo mismo, es decir, la tiranía de pactar con el aparato insular de Gran Canaria (donde Darias arrasó) y todos sus cachivaches, algunos de ellos puestos en cuarentena precisamente después de este proceso de primarias tan plagado de trapisondas. Lo que viene a significar que, a pesar de salir derrotado el aparato, siempre le quedará el consuelo de decir que en Gran Canaria conservará una importante parcela de poder que pondrá en manos de Carolina Darias.
Matos plancha la toga
No hay que olvidar al tercer candidato en liza, Gustavo Matos, que sale derrotado de este proceso en su calidad de precandidato y también como valor político de futuro. Es una auténtica lástima porque durante estas primarias ha sido con diferencia el que mostró más solidez y el que tuvo el atrevimiento de ser el primero que amenazara a los poderes del aparato exigiendo primarias cuando nadie daba un duro por ellas. Se ha tropezado con ese mismo aparato, que desde el principio lo rechazó acusándole solamente de querer mover la silla de José Miguel Pérez para ponerse él en su lugar. Matos queda literalmente colgado de la brocha, porque pese a ser el que obtiene unos resultados más regulares desde el punto de vista regional (segundo en las dos islas capitalinas), queda en tercer lugar a muy pocos votos de Carolina Darias. Quizás haya pesado mucho en su contra el que a priori debió ser su principal valor, liderar al grupo Bases 2020 que pretendía una renovación profunda del Partido Socialista a espaldas de los poderes aparentemente inamovibles. Con unos resultados más que dignos en Tenerife, la derrota de su candidato para la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, Gabriel Corujo, derrotado en esta misma jornada a manos de Augusto Hidalgo, puede haberle restado apoyos sin pretenderlo. Ha aceptado la derrota con deportividad y resignación porque sabe que ninguna de sus dos contrincantes va a contar con él. Y no por odios personales, sino por rechazos tribales: no lo soportan ni los que han ganado en Tenerife ni los que han ganado en Gran Canaria. Él mismo bromeaba la noche de este domingo con su decisión de ir “planchando la toga”, en referencia al destino que le espera en el terreno puramente profesional regresando a su despacho de abogados.
Una pesada resaca
Lo que viene ahora será muy interesante, a la par que duro para el PSOE canario. Además de la referida cohabitación entre Patricia Hernández y sus huestes, y José Miguel Pérez y la suyas, con algunos saltimbanquis jugando a ambas cartas; además de las ansias de venganza que algunos de los figurantes quieran ejecutar para querer transformar unas primarias en otra cosa distinta, es necesario que se serenen los ánimos y todos valoren y gestionen adecuadamente una participación extraordinaria de más del 70% de los finalmente inscritos (más de 9.000 personas). En un proceso democrático que ningún partido se ha atrevido hasta ahora celebrar en Canarias, con una candidata que se convierte en la primera mujer con claras opciones a presidir Canarias, llamada a ser, si la dejan, la Susana Díaz de este lado de la ultraperiferia. Y con unas amenazas muy serias: las externas, ante un panorama desolador para la izquierda en las islas, más fraccionada ahora que nunca por la irrupción seria de Podemos y con un socio actual peligrosamente revisionista. Y las internas, un partido otra vez quebrado donde permanecen golfos, salteadores de caminos, advenedizos y chanchulleros que empiezan manipulando unas primarias y terminan haciendo que no les voten ni los militantes. La resaca de estas primarias no tendrá especial ruido por parte de la ganadora, que hasta horas antes de su triunfo clamaba por lo que consideraba un pucherazo. Pero si Ferraz cumple con su palabra, deberá purgar a los que han hecho trampas en este proceso y a los que han enturbiado durante años un normal funcionamiento de un instrumento tan decisivo y necesario para el funcionamiento institucional como es el PSOE.
Cosas del ébola bastante tontas
El temporal y otros fenómenos atmosféricos y políticos han eclipsado este fin de semana el fulgor alarmista que a todos nos invadió de repente al detectarse un supuesto caso de ébola en Tenerife que ha resultado negativo, sin menoscabo de que el paciente –un admirable voluntario de la Cruz Roja- padece malaria. Alrededor de ese caso negativo se desplegó de inmediato un colorista arco iris en la búsqueda de la noticia más diferenciadas o el rumor más suculento. Nada desde luego parecido a lo que ha hecho la prensa de Madrid con el caso de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, a la que se llegó a dar por muerta días antes de que empezara una mejoría que parece definitiva. Es justo reseñar que, a diferencia de lo ocurrido en este caso madrileño, la Consejería de Sanidad del Gobierno canario ha actuado con presteza y eficacia, facilitando buena y puntual información, aportando datos tranquilizadores y aplacando dentro de sus posibilidades el alarmismo. Quizás haya influido la reunión previa de Brígida Mendoza, la consejera, con los directores de los medios informativos, responsables en última instancia de contener cualquier tentación hacia la truculencia. Pero cuando todo parecía desenvolverse dentro de los conductos naturales, va un hermano del enfermero ingresado y sale por peteneras. El buen hombre, no se sabe si en un rapto de protagonismo sobrevenido o en una demostración de profunda ignorancia, ha denunciado públicamente que la Consejería de Sanidad no había informado a la familia del paciente de lo que estaba ocurriendo. Eso sí, aclarando que la información sí se la habían facilitado los médicos, que en rigor deben ser los únicos autorizados a tal efecto. Pero no es que lo diga la lógica y lo digamos nosotros, es que la Ley de Autonomía del Paciente impide informar a alguien que no sea éste siempre que esté consciente, y es el paciente el que debe autorizar a los facultativos a informar a familiares, amigos, seres queridos o público en general. Y dado que se trata de un caso de interés público, Sanidad informó primero al paciente y luego a la opinión pública. Por lo tanto, el hermano del enfermero hospitalizado no tiene razón en su queja, por mucho que ésta pueda ser un hecho presuntamente noticiable.
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