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GUÍA DE LA ISLA DE PASCUA I: Hanga Roa y el Volcán de Ranu Kau
Hanga Roa es una ciudad de pequeñas casas y avenidas amplias y despejadas que concentra a la mayoría de los 4.000 habitantes que tiene la isla. El paisaje de la ciudad está totalmente dominado por la pista del Aeropuerto Internacional de Mataveri y por el frente de costa ante el Océano Pacífico. El paisaje urbano no destaca por su espectacularidad pero Hanga Roa se caracteriza por la amabilidad de sus habitantes y por concentrar más del 90% de los servicios de la isla, incluyendo el hospital, los alquileres de coches, los hoteles y la mayoría de los restaurantes del territorio (VOLVER AL ÍNDICE DE LA GUÍA DE LA ISLA DE PASCUA).
Antes de iniciar la exploración de los enigmas de la isla conviene hacer una visita al Museo Antropológico Padre Sebastián Englert (Dirección: C/ Tahai sn; Tel: (+56) 32 255 10 20; Horario: M V 9.30-12.30 y 14.00-17.30; S, D y F 9.30-12.30; E-mail: mapse@mapse.cl). En sus salas de exposición permanente y las salas de muestras temporales se explica de manera sencilla pero rigurosa los principales aspectos de la vida de los antiguos pobladores de la isla, su trayectoria histórica y los motivos que hicieron desaparecer a la cultura que erigió los moais. Atesora más de 15.000 objetos arqueológicos entre los que se encuentra abundante material lítico, restos humanos, tablillas de escritura rongo-rongo (una especie de escritura jeroglífica desarrollada por los aborígenes pascuences) y piezas de la artesanía e los primeros pobladores del territorio insular. A pocos metros se localiza el Centro Ceremonial de Tahai. Este conjunto de ahus (plataformas de piedra sobre las que se erigen los moais o estatuas de piedra) es una buena manera de comprobar in situ las lecciones que se han aprendido después de la visita al museo.
El yacimiento, vinculado con las ceremonias funerarias y el culto a los antepasados, cuenta con siete moais en buenas condiciones que han sido recolocados en sus lugares originales. A uno de ellos se le han añadido los ojos de coral blanco y pupilas de toba rojiza siguiendo el modelo de restos similares destruidos que se han encontrado en otros lugares de la isla por lo que se puede decir que es el moai que más fielmente reproduce los modelos que se extendían por la costa de la isla en el momento de máximo esplendor de la cultura que erigió estos gigantes de piedra volcánica. Para algunos estudiosos de la historia de la isla, estos ojos sólo se colocaban en las estatuas en determinadas épocas del año o en la celebración de rituales y ceremonias que tenían que ver con el gran hombre al que el moai representaba con la intención de abrir un canal de comunicación entre los vivos y el muerto.
Otro de los puntos de interés de este centro ceremonial, que se erige en el mismo núcleo de población de Hanga Roa, es que cuenta con un buen ejemplo de aldea asociada a los lugares de culto. Según los expertos, las clases dominantes erigían sus casas en las proximidades de los ahus, mientras que el grueso de la población vivía tierra adentro. En las inmediaciones de Tahai se han localizado los cimientos de de una casa barco (Hare Paenga), que era la vivienda tipo de los linajes privilegiados de la isla. Se trata de estructuras de piedra en forma de casco de canoa con los extremos redondeados que pueden alcanzar hasta los 90 metros de longitud y una anchura máxima de tres metros en su sección central. Esta casa alargada se cubría con un armazón de ramas y se impermeabilizaba con cubierta vegetal. En la zona también se han identificado corrales para el encierro de aves de corral (gallinas) y una estructura de piedra en la costa que se ha interpretado como un embarcadero de canoas. Muy cerca (unos 400 metros), hacia el norte, se puede visitar el pequeño ahu de Hanga Kio’e, con su moai solitario.
Las Playas de Hanga Roa
La capital de la Isla de Pascua cuenta con dos pequeñas playas que, pese a ser de pequeñas dimensiones, ofrecen la posibilidad de una tarde de descanso a los turistas. Muy cerca del embarcadero (la única infraestructura portuaria con la que cuentan los isleños) se encuentra la Caleta de Hanga Roa que cuenta con su pequeño moai y una estrecha franja de arenas claras de origen coralino en la que los bañistas pueden compartir el espacio con las barcas de los pescadores locales. Un poco más al sur se encuentra la Playa de Pea, otra estrecha franja de arenas blancas que no mide más de 40 metros de longitud y los dos o tres metros de anchura. Para solventar el problema de las mareas altas, las autoridades de la ciudad han construido un curioso parque de terrazas con césped en el que es posible tomar el sol sin problemas.
La costa de Hanga Roa es uno de los mejores sitios de la isla para practicar submarinismo. Varios clubes de buceo ofertan el alquiler de equipos y excursiones guiadas por los fondos de los alrededores. Pese a que hay pequeñas concentraciones de coral, la temperatura media del agua (unos 22 grados centígrados) no permite el desarrollo del arrecife en las condiciones de otros destinos polinesios. Aún así, la morfología volcánica de Pascua oferta fondos pedregosos de formas caprichosas con abundancia de cuevas y arcos submarinos. Otra de las particularidades de los fondos de la isla es la abundancia de vida marina.
Ya en la ciudad, la Iglesia de Santa Cruz (Dirección: C/ Te Pito o te Henua sn) es uno de los puntos más interesantes para comprobar el grado de sincretismo de la isla, que ha sabido reinterpretar el dogma católico incorporando importantes aportaciones de la tradición local. Un ejemplo claro son las imágenes que adornan su interior. No hay que echarle mucha imaginación para ver en la imagen del Cristo de la parroquia los rasgos expresivos de los moais. En uno de los laterales del templo se erige el Mercado de Artesanía de la cuidad, un centro de interés en el que pueden adquirirse los exquisitos trabajos de los artistas locales así como reproducciones más o menos afortunadas de los restos arqueológicos que se han encontrado por toda la isla. Este mercado también es el punto de reunión del Consejo de Ancianos de la isla, una institución política formada por los habitantes de la etnia rapanui de mayor edad y que son corresponsables, junto a las instituciones democráticamente elegidas por todo el conjunto de la población, del gobierno del territorio y la gestión de sus recursos.
Al ser el centro político, administrativo y económico de la isla, Hanga Roa concentra gran parte de la paleta de servicios que oferta Pascua. El hospital, los servicios bancarios, hospital y hoteles se han construido en la suave pendiente que baja hacia el mar desde el aeropuerto Internacional de Mataveri. Muy cerca de la ciudad (acceso por la calle Atamu Tekena) se encuentra la pequeña bahía de Hanga Piko, que guarda una pequeña estación de grabados rupestres. Estos petroglifos, que también se encuentran repartidos por toda la isla, están localizados en cuatro pequeños paneles que parecen representar escenas marítimas con la incisión de trazos que recuerdan a canoas. Siguiendo por la calle Policarpo Toro se llega a la Cueva de Ana Kai Tangata, donde hay interesantes pinturas rupestres. La tradición oral vinculó el lugar con prácticas caníbales, pero los estudiosos aseguran que era un lugar de reunión para los atletas que participaban en la competencia anual del hombre pájaro.
El ritual del hombre pájaro
El volcán Rano Kau ocupa el extremo suroccidental de la isla y es una de las imágenes más conocidas de la isla. El cono, que alcanza una altura máxima de 324 metros sobre el nivel del mar se abre, en su cota superior, en forma de impresionante caldera que alcanza el kilómetro y medio de diámetro y los 250 metros de profundidad. Se trata del segundo foco de erupciones más antiguo de la isla, un ciclo que los geólogos han situado hace unos 2,5 millones de años. Una de las características más curiosas de este enorme cráter es la existencia de pequeñas lagunas de agua dulce que salpican su interior. Una red de miradores a lo largo del perímetro permite observar desde las alturas los pequeños islotes formados por bosquecillos de totora. El difícil acceso de este lugar ha provocado que Rano Kau sea uno de los últimos bastiones de la flora autóctona de la isla.
En la cima del volcán se encuentra la Aldea ceremonial de Orongo. Este lugar jugó un papel de suma importancia en los últimos dos siglos de existencia de la sociedad aborigen justo antes de la llegada de los navegantes europeos, ya que fue el centro del culto al ‘hombre pájaro’ una institución que sirvió para canalizar la violencia intergrupal e intentó frenar el clima de desintegración política y social que se vivió tras la caída del sistema social moai.
El lugar puede traducirse como el lugar de los mensajeros, interpretación que surge de la partícula de lugar O y la palabra Rongo, que significa mensaje. Se trata de una pequeña aldea en la que se han localizado 53 estructuras de piedra de planta elíptica cubiertas por un sistema de falsa bóveda de piedras planas que, en el exterior, se han impermeabilizado con una especie de torta de tierra apisonada que hoy aparece cubierta de densa hierba. En su interior hay pinturas en las que predominan los colores blanco y rojo que representan escenas de danza, pájaros y figuras humanas que se han interpretado como jefes tribales.
En el exterior, en los acantilados desde los que se ven los islotes Motu Nui, Motu Iti y Motu Kao Kao, se localizan numerosos petroglifos que representan al ritual del hombre pájaro (Tangata Manu) y escenas de adoración al dios Make Make. Este ritual enfrentaba a los diversos clanes de la isla que buscaron en esta competición una manera de legitimar y repartir el poder político y religioso en un momento en el que la sociedad isleña se derrumbaba hacia el caos y la autodestrucción. Cada uno de los clanes contendientes competía en una carrera en la que los participantes debían bajar el acantilado, nadar el canal que separa la isla motu Nui y traer un huevo del ave sagrada Manutara, una especie de gaviota que puebla esta zona del Pacífico. Este ritual se celebraba a principios de la primavera, momento en el que estas aves vuelven a Pascua para criar después de alimentarse en las islas de Sala y Gómez, a más de 2.000 millas de estas costas.