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Marrakech IV: La Villa Nueva y los jardines

Pabellón de recreo de los jardines de La Menara, en Marrakech.

Viajar Ahora

Marrakech —

Pese a la falta de atractivos patrimoniales, es conveniente gastar una tarde en un paseo por Guéliz o la Villa Nueva, un mundo totalmente diferente al que bulle desordenado y ruidoso dentro de las murallas de la ciudad. Una buena forma de abandonar el caos que se aglutina desordenado en torno a Jemaá El Fna es a través de la Avenida Mohamed V. Calles amplias y trazadas a tiralíneas, parques, rotondas y ramblas arboladas son las señas de identidad de la ciudad que se construyeron los colonos franceses a partir de 1913 y que, de no ser por el omnipresente color rosa o los guiños a la arquitectura local de edificios oficiales y equipamientos, no se diferencia en mucho de las ciudades europeas. Boutiques, restaurantes caros, locales comida rápida y algún que otro edificio de cristal son los atributos de una zona en la que destacan la Plaza 16 de diciembre, la Estación ferroviaria o el emblemático Teatro Real.

Una buena manera de conocer los alrededores de la medina es a través del Bus Turístico que tiene tres recorridos: el primero centrado en los monumentos más significativos de la ciudad; otro que recorre los jardines del oeste y el sur y la rtercera línea que lleva al palmeraie y los oasis del norte. Las tres líneas salen de la confluencia de la Avenida Yacoub Al Mansur y el Boulevard de Mohamed V, junto a la Oficina de Turismo (Villa Nueva). Se pueden adquirir billetes de 24 y 48 horas (145 y 190 dirhams).

Las murallas.- Otra de las visitas a extramuros son las propias murallas de la ciudad. Marrakech es la medina mejor amurallada del norte de África, un hecho que no la ha salvado de multitud de invasiones, destrucciones y posteriores renacimientos. Poco ha variado el aspecto de este colosal muro de ladrillo y tierra apisonada e 19 kilómetros de perímetro, una media de 9 metros de alto y grosores que se establecen en torno a la media de dos metros.

El primer tramo de este lienzo rojizo (merece la pena visitarlo cuando cae el sol y adquiere tonos increíbles) se edificó por orden del sultán almorávide Alí ben Youssef en el año 1126. Esta muralla primitiva contaba con una longitud de 10 kilómetros, 200 torres y una veintena de puertas. La ampliación hacia el norte fue obra de la dinastía Saadí. La técnica constructiva que se empleó para levantar este muro es el denominado pisé; una mezcla de barro seco mezclado con cal. Poco ha cambiado este enorme muro rojo a lo largo de los siglos, aunque recientemente se han acometido trabajos de consolidación y restauración.

Los jardines de Marrakech

La ciudad de Marrakech es también famosa por sus jardines. Un buen puñado de pequeños patios privados se alternan con algunos de carácter público como los olivares de La Menara o el inmenso palmeral que cubre el noreste de la medina. Un ejemplo de jardín privado es el del Hotel Mamounia que se levantó en el interior de un fastuoso jardín del siglo XVIII construido por el príncipe Moulay Mamoun. Está abierto al público, pero el personal del hotel exige cierta elegancia en el vestido para poder acceder a las inmediaciones de uno de los hoteles más lujosos del norte de África (Localización: Avenida Bab Jdid). Pero hay otros jardines más accesibles a los pantalones cortos y la ropa informal.

La Menara.- Marrakech le debe su existencia a la pericia de sus fundadores a la hora de traer el agua desde el vecino Atlas. Los sistemas de irrigación almorávides y almohades formaron una red de cientos de kilómetros que contemplan acequias, canales y albercas de grandes dimensiones excavadas en el suelo que ayudan a transportar el agua aprovechando los desniveles del terreno. La Menara (Acceso por la Avenida de La Menara; Horario: L-D de 8.30 a 18.00) está situada puertas afuera de la medina en el extremo suroccidental de la ciudad. Desde Jemaá El Fnaa, la mejor manera de llegar es salir del recinto amurallado a través de Bab Jdid y seguir la Avenida de la Menara hasta este enorme jardín de olivos y, sobre todo, palmeras. Una buena manera de desplazarse rápidamente es a través de los pequeños taxis.

El mayor atractivo de este palmeral convertido en improvisado parque urbano es el pequeño estanque de origen almohade (Siglo XII) y su pequeño pabellón de recreo del siglo XIX en el que, según las malas lenguas, los dirigentes del país se retiraban para dar rienda suelta a sus instintos más primarios. Desde aquí se ven espléndidas vistas sobre la vecina cordillera del Atlas y sus picos nevados que, en ningún caso, ocultan el deterioro de un jardín en el que la falta de cuidados seca las palmeras y arruina una de las obras de ingeniería hidráulica más impresionantes de Marruecos.

En la actualidad, la Menara es una de las principales zonas de esparcimiento de la ciudad y no son pocos los marroquíes, especialmente parejas jóvenes, los que se acercan a últimas horas del día para disfrutar de una de las puestas de sol más hermosas de Marrakech. Muy cerca se encuentra el Olivaire, un precioso olivar que se extiende hacia el sur.

El Palmeraie.- (Acceso por Boulevard Oued Issil) Dice la tradición, que este enorme palmeral que se extiende al noroeste de la ciudad se creó a raíz de un intento de invasión de una de las numerosas tribus que, procedentes del Atlas, amenazaban la seguridad de la capital. La leyenda comenta que tras meses de sitio, los huesos de los dátiles que escupían los soldados acampados acabaron por formar este soberbio palmeral de cientos de miles de palmeras. La realidad es menos literaria. El palmeraie es una enorme explotación agrícola sustentada por un ingenioso sistema de riego que trae las aguas directamente desde la cordillera del Atlas. Las khettaras son canales excavados que aprovechan las corrientes subterráneas para abastecer de agua a la ciudad. Se construyeron en época almohade y aún hoy siguen en funcionamiento aunque la falta de cuidados ha destruido gran parte de estos ingeniosos canales que muestran el dominio de la ingeniería hidráhulica.

Los Jardines Majorelle (Dirección: Rue: Yves Saint Laurent; Tel: (+212) 05 2431 3047; Horario: L-D del 1 de octubre al 30 de abril de 8.00 a 17.30; del 1 de mayo al 31 de septiembre de 8.00 a 18.00; Web) son una de las visitas imprescindibles de la ciudad y uno de los pocos puntos de interés de la Villa Nueva o Guéliz. Creados por el pintor francés Jacques Majorelle y ampliados por su hijo Louis, estos jardines se han convertido en un pequeño museo botánico que alberga especies vegetales de distantes rincones del globo. Jacques Majorelle llegó a Marrakech a principios del siglo XX aquejado de una grave enfermedad pulmonar y, desde un principio, quedó prendado del país. Se enroló como acuarelista en varias expediciones geográficas a lo largo del Atlas y las zonas presaharianas dejando, como huella de su paso, una increíble colección de dibujos y pinturas que son un fiel reflejo de la vida y costumbres del Marruecos colonial. Su pabellón de trabajo, pintado de un precioso color azul intenso, se ha convertido en un bonito museo de arte islámico y bereber donde, a la par de las repetitivas colecciones de artesanía, podemos admirar una buena parte de la obra pictórica de Majorelle.

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