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Marrakech III: El sur de la medina
Conviene ingresar en los barrios del sur de la medina a través de Bab Agnau, que puede traducirse como Puerta de los carneros sin cuernos. Dicen que el nombre hace referencia a las caravanas de esclavos negros que llegaban a la ciudad desde las rutas que unían la zona con el África Subsahariana a través del desierto. Esta puerta es el único monumento de la medina realizado enteramente en piedra. Formaba parte del fortín que separaba el primitivo palacio almohade del resto de la medina y fue erigida en el siglo XII por Yacub Al Mansur. Es una de las puertas más bellas de todo Marruecos y forma un gran arco de herradura con decoración geométrica, floral y epigráfica. Callejeando hacia el sur nos topamos con la Mezquita de la Kashba erigida entre 1184 y 1199 aunque profundamente remodelada en los siglos XVII y XVIII. El interior está vetado a los no musulmanes, pero desde la calle puede admirarse la delicada decoración mediante ladrillos y azulejos de su alminar y las elegantes líneas de sus muros almenados.
La Tumbas Saadíes (Dirección: Rue de la Kashba; horario: X-L 9.00-12.00 / 14.30-18.00; Tel: 044 43 62 39; Web) se construyeron durante la segunda mitad del siglo XVI por la dinastía saadí y posteriormente se tapiaron por orden del sultán meriní Mulay Ismail en el XVII. Fueron descubiertas en 1917 por los franceses después de un reconocimiento aéreo de la ciudad. Este conjunto de mausoleos ocupa una necrópolis de época almohade a la que se añadieron dos magníficos pabellones funerarios. El mayor acoge la tumba de Ahmad Al Mansur, fundador de la dinastía, en la gran sala central y una magnífica sala de oraciones y otro espacio con tumbas a ambos lados. El trabajo del yeso y la madera son primorosos y los alicatados cerámicos dan al conjunto un lujoso toque andalusí. La sala de oraciones está dividida en tres naves separadas por columnas de mármol blanco importado desde Carrara. Destaca el fastuoso Mihrab con un magnífico arco de herradura y decoración de estalactitas talladas en madera de cedro.
Separado del resto por un jardín que simboliza el paraíso, se encuentra el mausoleo de Lalla Messaouda, madre de Ahmed Al Mansur, también conocido como Ahmed el Dorado por el esplendor que alcanzó la ciudad durante su reinado. La madre del sultán falleció en 1591 y en su honor se construyó un fabuloso monumento funerario que, al igual que el resto del conjunto, presenta todas las señas de identidad del lujo sadí. Destacan la cúpula de la sala de oraciones, el nicho alveolado de la cámara funeraria y los frisos labrados de madera de cedro. Al atardecer, los tejados cubiertos de tejas verdes de cerámica vidriada ofrecen un bonito espectáculo.
Palacio El Badi (Dirección: Plaza des Ferblantiers; Horario: L D 8.45 – 12.45 / 14.30 – 17.45; Web). Es uno de los puntos más interesantes de cualquier visita a Marrakech pese a su estado de ruina. Este palacio de grandes dimensiones empezó a construirse poco después de la victoria del sultán Ahmad al Mansur sobre los portugueses en la batalla de Alcazarquivir (1578). El choque entre marroquíes y lusos tuvo lugar a orillas del río Oued-Mjazén en el norte del país y supuso la muerte de Sebastián de Portugal, su aliado y aspirante a sultán marroquí Muley al-Mutawakil y su adversario, el sultán Abd el-Malik. Por ello, esta famosa refriega recibió el nombre de batalla de los tres reyes.
El nuevo sultán del país norteafricano, al Mansur construyó uno de los edificios más hermosos del Magreb que recibe el nombre de El Badí o ‘el Incomparable’, uno de los 99 nombres que recibe Alá. De inspiración andalusí, todas las estancias se organizaban en torno a un gran patio central de 130 metros de longitud. El modelo a seguir fue la mismísima Alhambra y para construirlo se utilizaron materiales nobles como el mármol, el oro y el ónix.
Durante más de un siglo fue el palacio más esplendoroso de Marruecos hasta que el sultán meriní Mulay Ismail, a inicios del siglo XVIII, dedicó el esfuerzo de cientos de hombres durante diez años a desmontarlo para trasladar sus tesoros a la nueva corte de Meknés. Aún así, todavía puede verse la grandiosidad del antiguo recinto palaciego organizado en torno a un gran patio central que tiene una superficie equivalente a la de dos campos de fútbol y una longitud de 130 metros. Hoy se visitan las estructuras vacías de las antiguas salas palaciegas, alguna terraza desde la que se ven los terrados de la ciudad y las galerías subterráneas del edificio. Una de las atracciones de este palacio es poder admirar el antiguo Minbar de la Mezquita de la Koutoubia; desde esta atalaya, el imán recita el sermón de los viernes a los fieles que acuden al templo. Se trata de una pieza realizada en Córdoba en el año 532 de la Héjira, esto es, el 1137 de la era cristiana.
La Mellah.- El antiguo barrio judío es otra de las atracciones de esta parte sur de la ciudad. La estructura de las callejuelas y los zocos sigue, más o menos, la misma estructura del resto de la ciudad vieja de Marrakech, aunque la existencia de grandes ventanales y balconcillos abiertos al exterior son una seña de identidad que distingue a los antiguos pobladores del barrio de sus vecinos musulmanes. Y decimos antiguos porque hoy, después de haber sido una comunidad muy numerosa con más de 20.000 individuos, sólo hay dos centenares de judíos en Marrakech.
Esta parte de la ciudad no está tan atestada de turistas que otras zonas y se puede comprar en sus zocos de manera más tranquila y a precios aún más bajos que en las inmediaciones de Jemaá El Fna. Mellah quiere decir algo así como mercado de la Sal, ya que los judíos ejercían el monopolio del comercio de este producto hasta fechas no muy lejanas. Hitos importantes de este barrio ocupado por las clases más humildes de la, ya de por sí, humilde medina, son la Sinagoga de Lezama (donativo voluntario al Rabino para el sostén de la comunidad) y el extenso cementerio judío, que nos habla de tiempos en los que los seguidores de la religión de Salomón eran más numerosos.
Palacio El Bahía (Dirección: Rue Riad Zitoun el Jdid; Horario: L-D 8.45 – 11.45 / 14.45 – 17-45; Tel: 044 38 92 21, Web). Construido a finales del siglo XIX según los cánones de la arquitectura andalusí, este recargado palacio es el fiel reflejo de la personalidad de sus primeros propietarios. La zona más antigua fue construida por Si Moussa, visir del sultán Sidi Mohamed ben Abderraman y consta de estancias más o menos sencillas dispuestas en torno a un gran patio central. La extravagancia llegó de la mano de su hijo, Bu Ahmed, que ejerció como regente y posterior visir del sultán Mulay Abdelaziz. Conocido por sus excesos gastronómicos y sexuales, este visir era conocido como ‘el tronco’ por su exagerada obesidad. Más de 2.000 metros cuadrados de lujosas estancias, patios y zonas de recreo forman un conjunto palaciego en el que el gordo visir se movía a su antojo (para evitar problemas, todas las estancias principales se construyeron en la planta baja). Aseguran que tenía cuatro mujeres oficiales y 24 concubinas.
Bu Ahmed contó con los mejores artesanos del país para levantar una morada que se inspiraba en los momentos de gloria del imperio saadí. Pocos días después de la muerte de tan peculiar personaje, el palacio fue literalmente saqueado por el sultán, que trasladó a su residencia todos los objetos de valor y el mobiliario de la residencia de su ex gran visir. Durante el protectorado, este palacio se convirtió en la residencia de las autoridades francesas en la ciudad siendo ocupado por el mariscal Lyautey.
El Museo Dar Si Said (Dirección: Riad Zitoun el Jdid; Horario: M-L 9.00 – 12.00 y 15.00 – 18.00; Tel: 044 38 95 64) es otro de los grandes palacios que se construyeron en el siglo XIX en la ciudad . Su primer propietario fue el hermano de Bu Ahmed, gran visir de la corte del sultán Mulay Abdelaziz y constructor del vecino palacio El Bahía. Es mucho más modesto que la residencia del gordo visir, pero sus detalles son más interesantes. Destacan el patio central y la magnífica sala de recepciones del piso superior, con un artesonado de cedro y alicatado zellij en las paredes que convierten a la estancia en una de las más espectaculares de toda la ciudad. El palacio es ahora un museo dedicado a la artesanía de la zona sur de Marruecos. Alfombras del Atlas, joyas bereberes, puertas o armas, entre otras muchas piezas, componen una colección interesante. También se exponen algunas piezas arqueológicas y una muy interesante colección de cerámica e Fez y de las zonas de influencia bereber.
Otra visita que merece la pena es el Dar Tiskiwin (Dirección: Derb El Bahía (desde Riad Zitoun el Jdid); Horario: L-D 9.30 – 12.30 y 15.00 – 18.30; Tel: 044 38 91 92; E-mail: tiskiwin@yahoo.fr). Este museo de carácter privado es el sueño del filólogo y etnógrafo holandés Bert Flint. A través de una interesantísima colección de piezas de artesanía, el visitante hace un recorrido virtual por las rutas caravaneras que conectaban la ciudad de Marrakech y las puertas de entrada a la región subsahariana. Aunque se trata de un museo casi artesanal, es el único de la ciudad que intenta explicar de manera rigurosa los hábitos sociales, costumbres, creencias y motivaciones de las poblaciones sobre las que trata. El recorrido se articula en las paradas más importantes de las rutas de caravanas mostrando los usos y costumbres de los pueblos que vivieron en esta ruta que unía el Atlas con las orillas del Río Níger. La visita se documenta con una gran profusión de información literaria en francés e inglés.
Los Zocos de Riad Zitoun.- En torno a las calles Riad Zitoun el Jdid y Riad Zitoun el Kedim se desarrolla una intensa actividad comercial que abarca casi todos los gremios de actividad que se pueden encontrar en la ciudad. Desde la primera de las calles se accede, a través de la Rue Douar Graoua al palacio Malaay y a los jardines de Aguedal. Desde aquí es sencillo volver a Jemaa El Fna.