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Gonzalo Cazenave: Cómo viajar con poco dinero y no morir en el intento
Gonzalo un día se cansó de su rutina laboral. Compatibilizaba el trabajo con los estudios para recibirse de analista de sistemas (informático) en Buenos Aires, pero desde pequeño, sintió pasión por los viajes. Primero pequeños, recuerda. Aunque siempre con reglas estrictas que iban a marcar su futuro como trotamundos. “Siempre me gustó viajar solo y también sin planes establecidos en cuanto a los transportes o el alojamiento”. Pero aquellas primeras salidas familiares en vacaciones lo marcaron para siempre. “Yo trabajaba y me cansé de la oficina y de la rutina de la vida ‘normal’. Y me fui a viajar por Sudamérica”, señala a Viajar Ahora. En un viaje que abarcó Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, Chile y Colombia, mediaron dos estadías largas con trabajo de por medio. Dos meses de Colombia y otros tres en Perú descubrieron a Cazenave una forma de abarcar grandes objetivos con poco dinero. Hoy anda embarcado en un gran viaje por todo el mundo que incluye mitos como el Transiberiano, la Ruta de la Seda o Nueva Zelanda, desde dónde nos atiende.
“Cuando llegué a Buenos Aires me di cuenta de que ya no podía aguantar la rutina laboral de antes. Estuve allí sólo unos meses y empecé a preparar un viaje aún más largo. Viajar por todo el mundo siempre fue mi sueño, así que opté por este modo de vida y me fui hasta Europa”, comenta. Cuándo se le pregunta por planes, preparativos o itinerarios es concluyente: “Llegué con la intención de trabajar y acabé un par de meses después en Tailandia”, bromea. Gonzalo salió de Buenos Aires con 1.700 euros en el bolsillo. Esos primeros pasos lo llevaron por los países bálticos, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Ucrania y Rusia. Allí, y acompañado por una compañera que el camino puso a su lado afrontó una de las rutas míticas que está en el debe de cualquier viajero que se precie. El Transiberiano.
Tomamos el tren desde Moscú a Irkustk (a 5.000 kilómetros de la capital rusa). En cuatro días recorrió los enormes bosques, la estepa y se encontró a orillas del mítico Lago Baikal; “es un lugar increíble”, señala. “La naturaleza es imponente; algo difícil de explicar”. “De ahí empezamos a bajar a Mongolia y a China. Estuvimos más de un mes para poder atravesar el país”, confiesa. En el gigante asiático empezaron los problemas financieros: “Ya nos no quedaba casi plata”.
Viajar casi sin dinero
Muchos de los viajeros de larga distancia optan por un modelo de viaje de bajo coste que minimiza al máximo los gastos. Gonzalo ha llevado esta filosofía al extremo. “La mayoría de los trayectos los hicimos a dedo e utilizamos webs como el Couchsurfing para encontrar alojamiento gratis o Work Away para intercambiar trabajo por alojamiento y comida. En este sentido, internet es una herramienta fundamental. ”En Moscú llegamos a una cafetería con wi fi y nos metimos en la página de Couchsurfing y en un par de horas ya teníamos cuatro invitaciones para alojarnos gratis en la ciudad“, explica. Una manera de viajar que, también, prima el contacto con la población local. ”Es la mejor manera de empaparse de la cultura de los lugares que visitas“, incide. Aunque confiesa que China es un lugar muy difícil para viajar de esta manera.
“Vives en un constante estado de estrés. Vos te quieres comunicar con ellos y es imposible porque nadie sabe hablar inglés”. Para ilustrar esta situación, nada mejor que echar un vistazo al perfil que este viajero mantiene en Facebook. “Gran Muralla China, Beijing. La entrada cuesta 50 yuanes, para estudiantes 25 y (3 euros), si no tenés carne de estudiante como yo que no tenía, podés mostrar el carnet de conducir, el dni, la entrada a la copa uefa et... los chinos no entienden nada que no sea chino, sólo mostrás algo, decís Student y pagás la mitad”.
Pero esta situación también acarrea problemas. “Una vez tardamos más de cinco horas en salir de una ciudad porque los conductores de los autobuses, sencillamente, no nos entendían. Es terrible. Hay momentos en los que las dificultades se acumulan y tú, al final decaes”.
Con este plan Gonzalo lleva más de 60.000 kilómetros recorridos y las previsiones son que, de regreso a Buenos Aires, en sus botas se hayan acumulado más de 100.000. Para lograr estos objetivos, Cazenave ha tenido que hacer casi de todo. “En Suecia trabajé quince días derribando una casa; en Estonia estuve haciendo camas en un hostal, limpiando y atendiendo la recepción; en Tailandia repartí volantes para un restaurante indio y ahora estoy en Nueva Zelanda en medio del campo cuidando vacas, ordeñándolas, acondicionando los campos…”
Los próximos pasos los tiene claros. “Me quedan unos ocho meses en Nueva Zelanda y quiero pasar otros tres en Australia trabajando”. Después, vuelta al Sudeste Asiático, paso por La India y vuelta al extremo oriente para visitar Corea y Japón. “Mi idea es volver a Rusia y hacer un tramo de la Ruta de la Seda hasta Irán, Irak y Turquía. Por eso me tengo que ir a Australia para esperar a que sea verano en Siberia”.