Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La violencia es el recurso del que no tiene más recursos. Rajoy carece de argumentos para convencer a millones de catalanes de que se queden, así que intentó vencerles a golpes. Pero sólo convenció a los nostálgicos del Cara al Sol y ni siquiera venció porque dos millones de catalanes votaron, millones de españoles se horrorizaron y el mundo se avergonzó de nosotros. El gobierno tenía la legitimidad de una ley que Rajoy confunde con una armadura y acabó legitimando a quienes quieren huir de un Estado que responde a las urnas con armas.
Quien crea que el Estado de derecho se defiende hiriendo a 900 personas que quieren celebrar una votación, no anhela la democracia, añora el franquismo. El problema es que en este país hay todavía mucha gente que lo echa de menos y que no acepta que España no es una sino muchas y que eso es lo que realmente nos haría más grandes y libres. Los que más hablan de la unidad son los que más la rompen porque no aceptan su pluralidad.
Aunque la consulta fuera ilegal, no puede serlo el deseo de millones de personas que piden expresarse libremente. El 1 de octubre volvimos a ver a una ciudadanía que quiere más democracia y al orden establecido cerrando filas con su ejército de porras y de medios porque lo que se está rompiendo en Cataluña es más que el territorio, es el régimen del 78, con su monarquía y sus súbditos. El referéndum ni era ni fue suficientemente representativo, pero es infinitamente más poderoso que todas las cargas policiales ordenadas por el gobierno. Nada debilita más la imagen del poder que la fotografía de un antidisturbio apaleando a un votante.
No hacía falta. No era necesario pegar a ancianos, romper huesos, abrir cabezas, arrastrar a la gente por el suelo o escaleras abajo. El propio PP presumía de haber descabezado a la logística de la votación para hacerla inservible. Sin embargo, Rajoy escuchó más a la caverna que le jalea “a por ellos” que a una mayoría y una lógica que piden diálogo. Y después de las palizas, siguió sin escuchar los gritos de la gente para la que, como él mismo dice, también gobierna, al menos todavía. El presidente se comporta como un maltratador. Te quiero conmigo y como yo digo, aunque no quieras, y te daré una paliza si intentas dejarme.
No ha hecho más que cargar de razones al victimismo nacionalista y dar alas a un Puigdemont que sigue su mesiánica huida hacia delante pero ahora con la excusa de que huye de los antidisturbios y del autoritarismo. La astracanada de considerar válidos y vinculantes los resultados de un referéndum tan precario, va a continuar con el esperpento de declarar unilateralmente la independencia. A la sordera de un lado se responde con la ceguera del otro y ambas nos llevan a embestirnos entre nosotros como cabestros.
Tenemos que parar este duelo a garrotazos entre hermanos y vecinos. No podemos ser siempre una pintura negra de Goya. España no se rompe sólo por Cataluña, se rompe por todas partes, las dos Españas partidas en mil facciones, cuerpos policiales desacreditados peleándose a bofetones y la gente animándoles a una cacería. Y mientras tanto lo que seguimos perdiendo es tiempo, libertad, bienestar y fuerza para luchar por nuestros derechos como ciudadanos y trabajadores.
Basta ya. Rajoy debería dimitir por habernos traído hasta aquí. Como no lo hará ni creo que le dejen caer quienes le sostienen, deben exigirle diálogo. Pedro Sánchez se lo demandó ayer, está en su mano obligarle. Ciudadanos no puede esconder tampoco el problema en otras elecciones porque lo que la mayoría de Cataluña quiere es votar pero en un referéndum pactado que es ya la única forma de que todos los catalanes, los que se manifiestan y los que no, digan lo que piensan. Podemos debe buscar el encuentro entre el unionismo y los separatistas y éstos aceptar las manos que se le tienden. Los ciudadanos tenemos que exigirles que hablen tanto como debemos permitirnos hablar unos con otros. Sin miedo.
No tinc por. Lo único que hay que temer es la brutalidad y el silencio. Los problemas se resuelven hablando y, si al final nos separamos, aunque creo que sería un error, que sea como países civilizados. Pidámoselo con cariño. En la calle, si hace falta. Cataluña, tenemos que hablar.
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