Lo que el viento de Cataluña se llevó

Las catalanas han pasado como un ciclón que puede llevarse por delante la posible confluencia de la izquierda en las generales. El mal resultado de Catalunya Sí Que Es Pot ha puesto en duda tanto el tirón de Podemos como el de la unidad popular. Unos y otros, como tantas veces ha ocurrido en ese lado de la mesa, se han echado las culpas del desastre. Pablo Iglesias vino a decir que sin ellos hubiera sido mucho peor y Alberto Garzón que Podemos ha sido el protagonista de la obra y suyo el fracaso de la función. Plas, plas. Lo que suenan no son aplausos, son tortas.

No se puede negar que “Coleta Morada” ha ejercido de jefe indio de la campaña dejando en la sombra a los demás, incluido Lluis Rabell, un candidato equivocado. No era una Manuela ni una Ada Colau ni tiene sentido presentar a un independentista en una campaña en la que te alineas fuera del independentismo. Pero lo más incomprensible fue dejar fuera de escena a los dos Joan, Herrera y Coscubiela, referentes conocidos de la izquierda en Cataluña. Da la impresión de que se diseñó desde Madrid una campaña que siempre, pero ahora más que nunca, deberían haber dirigido catalanes que conocen lo que allí se cuece. Mi no entender, mi ser también cuervo ingenuo.

Mi tampoco entender las disculpas de Pablo Iglesias. Empezó asumiendo el error de salirse del debate polarizado pero acabó responsabilizando al personal por no haberles entendido. Empiezo pidiendo perdón y acabo pidiendo explicaciones. También equivocaron el tiro al centrar sus ataques sobre Mas. Los catalanes están hartos de repetir que el proceso no es él y la gente de izquierdas, que duda entre irse o quedarse, no quiere un discurso contra la candidatura separatista sino contra el centralismo que les ningunea.

El látigo no debía haber sido para Mas sino para Rajoy y el nacionalismo español de Ciudadanos. Pero Podemos quiere enarbolar también la bandera del patriotismo donde la derecha le gana por goleada. El que mucha centralidad del tablero quiere abarcar, poco aprieta por lo que se ve. Le doy la razón en una cosa al análisis de Pablo Iglesias. Ahora su postura, el referéndum y un proceso constituyente, se muestra como una de las pocas salidas a este callejón. Pero llega tarde esta reivindicación que en la campaña quedó ensordecida por los latigazos.

Hay quien dice que la culpa de todo la tiene la unidad popular y no todo lo anterior. Sin embargo, estas elecciones las ha ganado una confluencia, Junts Pel Sí. Más que una confluencia, Catalunya Sí Que es Pot parecía Podemos y unos figurantes. El problema no es el qué sino el cómo se haga. Para que la unidad funcione la ciudadanía tiene que participar e ilusionarse con los candidatos como hizo con Podemos al principio y con las candidaturas municipales después. Pero la decepción que ha provocado el huracán de las catalanas puede haber barrido esa posibilidad.

Ayer mismo, Garzón, molesto con la reglas de juego que quiere imponerle Podemos, se desmarcó de la confluencia pactada en despachos, y retó a Pablo Iglesias a unas primarias abiertas. Eso no tiene pinta de suceder, así que todo apunta a que cada uno irá por su lado, Podemos intentando pactos confluyentes bajo su marca en distintas regiones, y Garzón buscando refundar Izquierda Unida a través de una proceso participativo. La izquierda dividida, la oportunidad perdida.

A día de hoy la alternativa al PP parece un PSOE pactando con Ciudadanos, al que Pedro Sánchez no le hace ascos. Es cierto que el resultado de las catalanas puede ser engañoso. Los votos que se fueron a las CUP le pueden volver a Podemos en las generales. Pero también es posible que lo que el viento de Cataluña se ha llevado, no vuelva más.

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