Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
A Manuel Vicent, Juan Cruz, etc.
Lamento mucho la muerte del dibujante Máximo y no me parece el momento apropiado para dar mi opinión sobre él. Me dirijo a usted, señor Vicent, señor Cruz, y tantos otros, para hacerles una pregunta: ¿es necesario olvidarlo todo? Bien está que le dediquen ditirambos y elogios del tamaño que les parezca oportuno, pero ¿había que callarse el resto?
Hace muchos años, hablando con un gran periodista, surgió el nombre Máximo. Me dijo: bueno, con Máximo ya sabes, siempre estuvo donde convenía, desde muy joven, con la campaña de Franco. Le pregunté de qué campaña me hablaba.
De la de los XXV Años de Paz, que montó la dictadura en 1964 para celebrarse a sí misma y para celebrar la represión y la rapiña de todo un país. Hubo montones de carteles, entre ellos, de Máximo, como recordé de inmediato en cuanto mi amigo me refrescó la memoria y a pesar de que tenía yo un año en el 64. Los carteles los había visto miles de veces, sin embargo.
Lejos de mí criticar a Máximo: él sabría lo que hacía. Tampoco es tan fácil vivir en El Viso, ese modesto barrio con vecinos como Miguel Boyer o Juan Benet (que redactó aquel manifiesto a favor de la permanencia en la OTAN). Por cierto, es interesante ver la lista de firmantes y compararla con la de ganadores del Cervantes (entre otros, Sánchez Ferlosio y Juan Marsé).
En cambio sí critico que ustedes se callen la parte que (ahora) no conviene mencionar.
¿Por qué lo hacen? ¿Nos toman por niños incapaces de entender nada?
Lo malo de la amnesia es que uno nunca sabe el pasado que le espera.
Ustedes han decidido, como García Márquez, que “La vida no es lo que uno vivió, sino lo que recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. Grandioso principio de unas memorias en las que lo real apenas tiene otro sitio que el olvido.
Honestamente y, con todo respeto para Máximo, a mí me parece que su participación en la máquina propagandística de la dictadura no tiene mucha importancia ni quita el más mínimo valor a su obra posterior.
En cambio, sí me llama la atención, su labor de maquillaje y silencio, su valiosa ayuda a consolidar la ficción amable de nuestra democracia, donde nadie tiene pasado y el poder permanece en las mismas manos.
La transición, como la vida de García Márquez, sólo es lo que ustedes elijan recordar. Como diría Bécquer, ya estamos enterrados “donde habite el olvido”.
Por eso volverán las oscuras golondrinas, que deben de ser más bien buitres.