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Ada Colau, de okupa a alcaldesa

Ada Colau posa para una foto antes de una entrevista con CatalunyaPlural.cat. / Carmen Secanella

João França

Hace menos de diez años, Ada Colau vivía de okupa en un antiguo cuartel de la Guardia Civil en el barrio popular de la Barceloneta. Pero lo de okupa –así, con k– nunca fue su estilo. No querían ser “okupas vecinos” sino “vecinos que ocupan”, decía entonces. Ahora, a los 41, Ada Colau está a punto de ser la primera alcaldesa de Barcelona. Ha llegado hasta aquí después de una dura campaña en la que nadie le ha podido echar un escándalo encima, a pesar de que por momentos ha parecido que en algunas fuerzas políticas no era por falta de ganas.

Su apuesta, y hace meses que lo repite, es “feminizar la política”, basarla en la confianza. El pasado diciembre, en una entrevista para el libro Educacions, nos contaba que quería hacer un blog para expresar sus debilidades. Ahí explicó las invitaciones que recibía de banqueros para cenar. Con algunos de ellos seguro que ahora deberá sentarse, pero dice que lo hará en público. De eso habló el pasado viernes en el café Zurich con Pepe Mujica. “Ahora te van a poner la mesa y tú tienes que sentarte con ellos”, le aconsejó el expresidente de Uruguay. Nunca imaginó llegar hasta aquí y al día siguiente del primer debate de campaña reconocía su incomodidad. “¿Quieres decir que este es tu sitio?”, se preguntaba ante una abarrotada plaza de Nou Barris.

Pero si de expresar debilidades se trata, ella es la primera en mostrarlas. Confirmada la victoria de su candidatura, apareció con lágrimas ante sus seguidores. Es llorona, admite, y añade que le viene de familia. Ha llorado en las victorias de la PAH y en las asambleas, ante los dramas humanos que llegaban ahí semana tras semana. La PAH fue un golpe de realidad en su trayectoria. Las cinco personas que impulsaron la plataforma tenían claro que debían llegar a gente que no era activista y ofrecer soluciones a sus problemas.

Hace unos meses, su compañero –sentimental y político–, Adrià Alemany, decía con dificultad, quedándose sin palabras, que desde que dejaron la PAH para impulsar Guanyem Barcelona siempre se emocionan al hablar de la plataforma. “Es que lo miras desde fuera y ves que es algo que ha salvado vidas”, dice. Alemany apunta que, si el PP no hubiera bloqueado la ILP de la PAH en 2013, probablemente Colau no se hubiera presentado este domingo a las elecciones.

Aparte de llorar, Colau también sabe reír, con una risa sonora y característica. Su trayectoria también es gamberra. Cuenta que, en la precariedad, hasta de Papá Noel ha tenido que trabajar. En su activismo tampoco le ha faltado el humor, ya fuera vestida con capa y antifaz para presionar a los candidatos a la alcaldía de Barcelona encarnando a una ‘SuperVivienda’ o haciendo de azafata del payaso Leo Bassi en un tour para denunciar la especulación inmobiliaria en Barcelona.

Hoy la okupa Colau no queda tan lejos de la Colau que ocupará la alcaldía. En medio de la frenética campaña electoral, encontró un momento para acercarse a la fiesta de la masia okupada de Can Masdéu, que celebraba el decimotercer aniversario de resistencia a su desalojo. Ahí bailaba y reía con amigos, que la compadecían por el estrés y la presión de la campaña. “¿Qué, Ada, cómo va?”. “Ahora, aquí, muy bien”, contestaba riendo.

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