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La Barceloneta afronta un nuevo verano en pie de guerra contra los pisos turísticos

"La Barceloneta no se alquila", decía una pancarta en una de las manifestaciones del pasado agosto

João França

Hace un año el barrio de la Barceloneta estallaba de indignación ante la masificación turística y salía a la calle durante varias semanas para decir basta. En este barrio popular deben convivir rentas bajas -un 31% por debajo de la media de Barcelona- y unos alquileres elevados. Es el noveno barrio más caro de los 73 de la ciudad. Las insistentes protestas, que duraron de mediados de agosto hasta septiembre, hicieron actuar al entonces alcalde Xavier Trias, que impulsó la inspección de pisos turísticos ilegales. El problema, sin embargo, sigue lejos de solucionarse.

Ahora el nuevo consistorio tiene una deuda con el barrio en  donde Barcelona en Comú comenzó su campaña. No sólo porque recibió un 32% de los votos emitidos allí, sino porque el cuestionamiento del modelo turístico fue uno de los elementos centrales de su campaña. El Ayuntamiento anunció hace unas semanas una moratoria en la concesión de licencias para nuevos alojamientos turísticos, con el objetivo de replantear el modelo. Este miércoles, Gala Pin, concejala del distrito con una larga trayectoria en el movimiento vecinal de la Barceloneta, ha anunciado medidas para responder al principal problema que denunciado por los vecinos del barrio: los pisos turísticos.

La chispa de la protesta se encendió en un grupo de Facebook en que se siguen sucediendo semana tras semana mensajes de vecinos indignados. “Esta mañana he tenido que llamar a la Guardia Urbana por unas molestias con el aire acondicionado, golpes y ruidos del piso turístico ilegal que tengo encima”, dice una vecina. “Estos son los turistas que traen dinero, sí, pero al propietario que tiene un negocio muy rentable, y ya no tenemos pisos de alquiler”, dice otra que adjunta un vídeo de unos jóvenes escuchando música en el piso de abajo. La misma Gala Pin admitía hace unos días que a menudo tiene que llamar a la Guardia Urbana –como vecina, sin identificarse como concejala, puntualizaba– para quejarse del ruido.

“Tuvimos una temporada de tregua, pero en julio se rompió”, apunta Lluís Armengol, de la plataforma La Barceloneta Diu Prou (“La Barceloneta dice basta”), surgida de las protestas del año pasado. “Este verano volvemos a tener otra vez lo mismo, volvemos a tener todos los pisos ocupados, y en una calle estrecha como las de la Barceloneta, con tener aunque sea un solo piso turístico de fiesta ya no podrás dormir”, asegura.

La especulación turística

Más allá de los problemas de ruido y civismo, Armengol asegura que la prioridad es hacer frente a la especulación. Uno de los lemas habituales del movimiento vecinal de la Barceloneta reza que “un apartamento turístico es un vecino menos en el barrio”. Este fenómeno es lo que explica la disparidad entre el precio de los alquileres y el nivel de renta de los vecinos del barrio. El pasado verano Emma Alari, de la Asociación de Vecinos de L'Òstia explicaba la problemática: “un piso turístico es un piso que deja de tener su función social como vivienda para pasar a ser un negocio, y como es tan rentable hay propietarios que no renuevan los inquilinos para tener turistas por días”.

La oferta, denunciaban los vecinos, se había ido incrementando gracias a plataformas web que facilitaban el alquiler de estos pisos, la mayoría de los cuales irregulares, ya que sólo 63 viviendas en el barrio tenían licencia de uso turístico. Es por eso que ahora celebran las medidas anunciadas por el ayuntamiento. Por una parte, se compromete a condonar parte de la sanción a los propietarios que pongan los pisos durante tres años en alquiler social, una medida que Armengo apunta que ya plantearon los vecinos, y por la otra perseguirán y multarán las plataformas que ofrecen pisos de forma irregular, como Airbnb y Booking.

“Lo más importante para nosotros es la lucha contra la especulación y las webs”, declara Lluís Armengol. “Desde el primer día al alcalde Trias ya le dijimos que si quería detener esto había que parar a Booking y Airbnb, porque son los que nos traen este problema”, lamenta. Los vecinos que se movilizan en la Barceloneta no comparten el discurso de quien asegura que alquila un piso por necesidades económicas y que estas soluciones distribuyen más los beneficios. La mayor parte de la oferta en Barcelona en estas plataformas es de viviendas enteras, no de personas que alquilan una habitación en su casa. Éstas, además, no se verán afectadas por las sanciones.

Albert Arias, geógrafo que investiga el fenómeno Airbnb en la URV, destacaba la semana pasada en declaraciones a Catalunya Plural que cualquier apartamento turístico genera para su propietario hasta cuatro veces más rendimiento económico que un alquiler convencional. “La rentabilidad que obtienen es impresionante y los costos son enormes para todos. No sólo dejan de vivir vecinos a los pisos, se encarece el mercado inmobiliario de todo el barrio. Buscar piso en el centro hoy es misión imposible”, explica Arias.

Búsqueda de un futuro

Los vecinos de la Barceloneta tienen muchos casos para contar de personas que han tenido que irse del barrio por el aumento de los precios o porque los propietarios prefieren no renovar los contratos. Esto también afecta a la vida del barrio. El pasado octubre se celebraba por última vez la tradicional fiesta mayor de la calle Pescadors. Sus impulsoras, todas de avanzada edad, lamentaban la falta de una juventud que les tomara el relevo.

No obstante, las entidades del barrio marítimo miran adelante, y antes del verano presentaron un plan comunitario para velar por la dinamización de la economía local, las oportunidades de empleo de los vecinos y la mejora del éxito educativo. Teniendo el mar y el turismo en mente, el plan Barceloneta Proa al Mar agrupa entidades vecinales, sociales, educativas, profesionales y agentes económicos para buscar un futuro a los vecinos de un barrio sacudido por la crisis.

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