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Can Vies rebrota

Una persona deposita una flor sobre la excavadora quemada mientras empieza la limpieza de los escombros / Enric Català

João França

Barcelona —

Bajo el sol, con mucho sudor y cansancio pero un ambiente muy festivo, llega la primavera a Can Vies. El objetivo del sábado es comenzar la reconstrucción del edificio, que se empezó a demoler a partir del desalojo el pasado lunes. Los sentimientos de la gente son contradictorios. La rabia por el desalojo aún dura, pero la solidaridad emociona. “Hoy ya he llorado dos veces”, confiesa sonriendo una veterana activista del barrio ante la cadena humana formada en la calle de Sants.

Can Vies se ha instalado este sábado ante la sede del distrito de Sants-Montjuïc. No el colectivo que trabaja ahí, sino el mismo edificio. De mano en mano en una gran cadena humana, los escombros de la parte que ha sido derribada durante esta semana han recorrido los 750 metros que separan la sede municipal del centro ocupado. Participa gente de todas las edades, gente del barrio y gente que ha venido a solidarizarse.

Corren por allí incluso los chicos de una agrupación de escultismo de cerca de Lleida, que tenían programada una salida a Can Vies para aprender sobre autogestión. El desalojo podría haber alterado sus planes, pero se han acercado y han podido ver mucha autogestión.

El espíritu de la respuesta que dio la gente de Can Vies a las últimas propuestas del consistorio expresa un mensaje claro: Dejadnos en paz. No aceptan la mano tendida de los que han derribado el edificio, propiedad de Transportes Metropolitanos de Barcelona, y se proponen reconstruir el espacio donde llevan 17 años construyendo proyectos.

Se han puesto manos a la obra y las imágenes de Sants de esta mañana poco tenían que ver con las de humo, fuego y violencia que se han visto en el barrio durante los últimos días. Con cascos, guantes y un grupo de arquitectos, la gente de Can Vies ha entrado en el edificio de donde los sacaron usando incluso una grúa el pasado lunes para evaluar el estado de los daños sufridos. Una parte ya está en el suelo y el derribo de la torre superior ha dañado el techo, pero los arquitectos dicen que no hay riesgo para trabajar –a pesar de lo que han dicho los Bomberos de Barcelona.

La primera meta es sacar los escombros del interior. Mientras un grupo de gente se encarga de esta tarea, se forman dos círculos de gente en el suelo. Una, de personas que se encargan del trabajo pesado de separar y limpiar los ladrillos que se puedan volver a utilizar. El otro, de niños y niñas que juegan pintando una pancarta que dice “Can Vies Resiste”.

La verdad es que gran parte del edificio no ha resistido, pero el colectivo hace una gran muestra de resiliencia. La “capacidad de un ecosistema de retornar a la misma composición específica y al estado normal al ser afectado por perturbaciones o interferencias”, como dice un diccionario.

Las transformaciones en Can Vies después de una semana de lucha que ha puesto en jaque al Ayuntamiento son muchas. La excavadora que trabajaba en el derribo, a la que prendieron fuego en la manifestación del martes, ha acabado cubierta de flores. La pintada sobre la máquina que decía “Guerra” ha quedado tapada por carteles que dicen que “Can Vies no se toca”. La gente de Can Vies sigue guerrera, porque la indignación es mucha y porque el alcalde sólo anunció la paralización del derribo después de cuatro noches con el barrio en llamas. Pero, sobre todo, tienen ganas de construir.

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