Jordi Corominas viaja a 1912, cuando Barcelona creó su Jack el Destripador
Hay una broma de periodistas que dice: ‘No dejes que la realidad te estropee un buen titular’. Hasta que tipos como Jordi Corominas se empeñan en separar historia de leyenda y dejan a Barcelona sin una malvada asesina en serie: Enriqueta Martí, la ‘vampira del Raval’.
La historia decía que a principios de 1912 Enriqueta Martí secuestró, prostituyó y asesinó a varios niños barceloneses para extraerles la sangre y el tétano de los huesos. Con ellos fabricaba pócimas que luego vendía a destacados miembros de la burguesía barcelonesa. Enriqueta Martí fue detenida tras secuestrar a Teresa Guitart, una niña de cinco años y un registro en su domicilio de la calle Ponent descubrió numerosos huesos y una relación de nombres y domicilios de los más relevantes representantes de la sociedad barcelonesa. Enriqueta Martí fue encarcelada, pero no llegó a ser juzgada porque sus compañeras de prisión la lincharon en mayo de 1913.
Los periódicos barceloneses de la época llenaron páginas y páginas en las que se describía la maldad de la asesina del Raval. Algunos medios de Madrid enviaron a sus mejores plumas para describir literariamente el horror y la sordidez de aquellos crímenes.
Y esos relatos periodísticos son los que han mantenido viva la historia por más de cien años.
Sumergido en la hemeroteca
Hasta que en el 2010 la duda caló en Jordi Corominas (Barcelona, 1979), periodista y escritor que había rescatado para revistas y radio algunos crímenes célebres, incluidos los asesinatos de Enriqueta Martí, que en un principio describió dando por buenas las tesis que la presentaban como una asesina de niños.
Pero Jordi Corominas hizo algo que hasta el momento nadie había hecho: bucear en las hemerotecas. Y así fue como empezó a darse cuenta de que el mito se había construido a partir de las afirmaciones vertidas en las primeras informaciones periodísticas, pero nadie se había preocupado por seguir la evolución del caso y conocer la auténtica historia.
El resultado de su investigación es “Barcelona 1912. El caso Enriqueta Martí” (editorial Sílex). El título es significativo y expresivo del contenido. El libro no está dedicado a seguir la vida de Enriqueta Martí. El título está dedicado a un momento muy particular de la historia de Barcelona y el caso de la mal llamada ‘vampira del Raval’ no deja de ser una expresión de lo que ocurría en aquella época.
Una ciudad esquizofrénica
“Me obsesiona la idea de que cada uno es del lugar en el que vive –subraya Jordi Corominas-. Aquella Barcelona estaba definida por un contexto complejo: era una ciudad que vivía los últimos momentos de esplendor del Modernismo y al mismo tiempo era una ciudad revolucionaria”.
El escritor quería situar muy bien el personaje, “para comprender que es una víctima de su tiempo, que es producto de la propia esquizofrenia en que vive la ciudad, con una burguesía ascendente y una Barcelona pobre, la Barcelona de la prostitución, del anarquismo, de la mendicidad… Una Barcelona que ha quedado muy olvidada porque el discurso oficial intenta borrar esta parte de la historia”.
Antes de que Enriqueta Martí secuestrara a Teresita Guitart (un hecho que nadie pone en duda), hay una serie de complejos precedentes que tienen mucho que ver con la época: la muerte de un hijo por desnutrición severa, una situación de pobreza extrema y una cuñada que da a luz a dos hijos a pesar de su viudedad (el varón es inscrito como fallecido intercambiando la personalidad con el hijo muerto de Enriqueta para evitar en el futuro ir a la mili y la hija es entregada a Enriqueta y luego acaba en un orfanato).
Interés por la Barcelona más sórdida
Enriqueta era mendigo, una actividad que abundaba en las calles de Barcelona en aquellos tiempos. Y con su historia se cumple el paradigma de que los medios acostumbran a hablar de los más desfavorecidos cuando están envueltos en algún hecho escabroso. “Si hay que hablar socialmente de ellos es difícil que aparezcan. Interesa más la Barcelona canalla y desesperada”, apunta Corominas sin necesidad de precisar que no se refiere sólo al pasado.
El escritor se ha quedado con dos pequeñas insatisfacciones: la primera, saber por qué Enriqueta secuestró a Teresita Guitart. La segunda es conocer qué fue de los secundarios de esta historia. Corominas declara su debilidad por los secundarios en las crónicas de crímenes. Pero en este caso, se pierde su rastro.
Ahora le queda seguir otros rastros. El de la muerte de Carmen Broto, por ejemplo. Y así como en el caso de Enriqueta Martí no se trata de una crónica negra, sino que es un relato sobre la Barcelona de principios de siglo, en el del asesinato de Carmen Broto no se quedaría en la sangre, sino que sería también una historia del franquismo.
La construcción de la leyenda
La actividad periodística fue la que convirtió a Enriqueta Martí en un monstruo. En aquellos días, los periódicos llevaban hasta cuatro páginas diarias informando del crimen y de los descubrimientos policiales. Pero de repente, todo se acabó. Coincidieron dos hechos fundamentales: la Semana Santa y el hundimiento del Titanic.
El caso de la ‘vampira del Raval’ empezó a perder fuelle y cuando los forenses aclararon que los huesos encontrados en su casa eran de animales y no de personas, los periódicos no hicieron mucho caso. Algunos incluso reaccionaron contra los médicos y les acusaron de informarlos de forma deficiente. Esa certeza desmontaba la tesis de la asesina en serie acrecentada durante un mes repleto de especulaciones periodísticas, descripciones sórdidas y creación de misterios…
Pero ningún medio pidió perdón, nadie revisó la historia. Nadie aclaró en grandes titulares que Enriqueta Martí no había asesinado a ningún niño. Nadie se preocupó por saber si Enriqueta murió apaleada por sus compañeras de prisión o si realmente fue como resultado de un cáncer de útero. Nadie explicó que las listas de prohombres que encontraron en su poder eran referencias de casas donde ir a pedir limosna.
En el imaginario popular había quedado instalada para siempre la certeza de que Enriqueta Martí era una cruel asesina de niños. “Como si la ciudad tuviera necesidad de contar con su propio asesino en serie, su ‘Jack el Destripador’”, en palabras de Jordi Corominas. Pero aunque el perfil de una mujer asesina en serie podría resultar atractivo para construir esa leyenda, la realidad dice que los crímenes en Barcelona responden a dos razones muy clásicas: el dinero y el amor.
Esa es la historia, el resto es leyenda.