Martin Jelsma: “Regular el mercado del cannabis no significa facilitar el acceso”
Los coffee shops en Holanda, el consumo medicinal en algunos estados de Norteamérica -y recreativo en Washington y Colorado-, los clubes sociales de marihuana en España... y la regularización completa del mercado del cannabis en Uruguay, país al que Martin Jelsma ha asesorado recientemente. Son una treintena de países los que avanzan en mayor o menor medida hacia la legalización de la marihuana, apunta Jelsma, especialista holandés en políticas internacionales de drogas y director del Programa de Democracia y Drogas del Transnational Institute, observatorio crítico con los tratados de la ONU, muy restrictivos con su consumo.
Jelsma, en Barcelona para presentar el informe Auge y caída de la regularización del cannabis -de la mano de la revista Cáñamo-, defiende sin complejos que el mercado de la marihuana debe estar en manos del Estado para dar garantías a los consumidores -que siempre los habrá- y evitar mafias.
¿Cuál es el objetivo principal de regular el consumo de cannabis?
Existen dos grandes objetivos. El primero, sacar el mercado de cannabis de las manos de organizaciones criminales y ponerlo en las del Estado. Y el segundo, proteger la salud de los consumidores controlando el acceso, garantizando una buena calidad del producto. Además, el Estado tiene más acceso al consumidor, por lo que le puedes comunicar mejor los riesgos que conlleva fumar y identificar los usos problemáticos.
A partir de las experiencias actuales, ¿sabemos si la legalización conlleva un aumento del consumo?
En Holanda, por ejemplo, donde todo adulto puede acudir a comprar a un coffee shop, no se registra un consumo más elevado que el de otros países vecinos como Inglaterra o Francia. No hay indicadores en este sentido. Sin embargo, sí es una discusión clave el manejo del precio. Si bajas sustancialmente el precio, sí hay riesgo de mayor consumo, como puede pasar con el tabaco. Por esto también el precio del mercado regulado se mantiene siempre a un nivel ligeramente inferior al del mercado ilegal, para tratar de hacerlo desaparecer.
¿Con qué políticas hay que acompañar la regularización? Fumar marihuana, como sustancia psicoactiva que es, tiene sus riesgos.
Esto se ha discutido en gran detalle en Uruguay. Su modelo no deja de ser muy restrictivo. Todo el proceso está controlado por el Estado, desde la semilla hasta el consumidor. No hay lugar para las empresas con fines de lucro en la fase de distribución, que siempre debe ser a través de las farmacias, aunque sea para uso recretativo. Hay límite de licencias para productores -ahí sí entran empresas con fines de lucro-, y se han puesto limitaciones semanales al consumo, que evidentemente está restringido a mayores de edad.
Sin embargo, es difícil convencer a la opinión pública de la normalización de una sustancia peligrosa.
En Uruguay las encuestas todavía no dan un apoyo mayoritario a la regularización, es una dificultad que existe. Esperamos que las ventajas queden demostradas en la práctica. El principal argumento en este caso es que cuando tienes un mercado ilegal, no lo puedes controlar de ninguna manera. A un vendedor en la calle no le puedes imponer que no venda a menores de edad. Es errónea esa idea de que si regulas el mercado del cannabis, habrá un acceso más fácil. Especialmente en el caso de los menores, va a ser más difícil. Es la regulación responsable, el eslogan empleado en Uruguay. Además de la separación de mercados.
¿A qué se refiere con esto último?
Los vendedores en la calle manejan todas las drogas, y es muy importante separar esos mercados. Si al consumidor de cannabis lo canalizas a través del Estado, deja de tener contacto con otras sustancias. Fue una de las justificaciones iniciales para crear los coffee shops holandeses.
Ahora que habla de otras drogas, ¿se puede avanzar también hacia su regularización? El argumento de eliminar el mercado ilegal puede ser también válido para otras sustancias.
Por ahora todo es experimental. Solo se ha abordado el caso del cannabis, y ahora en America Latina muchas propuestas avanzan en la línea de Uruguay. Pero en ningún otro país hay iniciativas en firme para otras drogas. Es cierto que en sitios como Colombia, México o Guatemala su preocupación no es el cannabis sino la cocaína, pero a diferencia del primero esta no se puede regular fácilmente porque requiere intervenir el tráfico internacional. En Guatemala están hartos de violencia, pero ¿qué pueden hacer? La coca les viene de otro país y sale hacia otro. Lo que se puede hacer es colaborar al máximo entre países con su legislación.
Volviendo al cannabis, ¿cómo ve la situación en España?
Los clubes de cannabis que tenéis son una invención genial, porque han estimulado la discusión, también en otros países. Es un modelo defendible jurídicamente ante las comisiones. Pero habría que mantener reglas y códigos de buenas prácticas. En países como Francia, Inglaterra, México, Argentina... está habiendo una ola de reformas en este sentido que antes habría sido inimaginable.
Pero algunas de estas asociaciones que aprovechan vacíos legales también han sido cerradas, en Barcelona por ejemplo, por prácticas irregulares.
Lo mismo que pasó con el uso medicinal en California, donde se aprovechó un vacío legal, y ahora ya no hay diferencia entre el consumo medicinal y el recreativo. O en los coffee shops, cuyo espacio jurídico es complicado y en su momento entraron actores más comerciales y grupos criminales, aunque se ha solucionado ya. El espacio español de los clubes es juridicamente defendible, pero hay que empezar a concretar normas más claras.
También hablando de España, no debería ser impensable que llegara a un acuerdo con Marruecos para importar hachís, porque un sector de los consumidores españoles lo prefiere, y a veces es mejor para la salud que otros productos del cannabis, según su balanza de THC. Se podría pensar un acuerdo de importación colectiva para estos clubes. Yo defiendo el modelo de importación antes que el de domesticación de la producción.
¿Por qué?
Los países que caminan hacia la regularización tienden a asumir sistemas cerrados de producción y sustituyen una importación ya existente desde hace tiempo de países del sur. Pero importar puede ayudar al desarrollo de poblaciones grandes como el Rif en Marruecos o Afganistán. ¿Por qué les vamos a quitar la producción? ¡En vez de esto podemos involucrarlos en un modelo de regulación de comercio internacional!