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“Reivindicamos el derecho a desobedecer los tratados europeos”

Martine Billard, co-presidenta del Partido de Izquierda francés que integra el Front de Gauche (Frente de Izquierda) / MARCEL·LÍ SÀENZ

Benoît Cros

Barcelona —

Martine Billard es copresidenta del Parti de Gauche (Partido de Izquierdas), formación que integra el Frente de Izquierda, el partido con que el candidato Jean-Luc Mélenchon, obtuvo el 12% de los votos en las últimas elecciones presidenciales. El Frente de Izquierda pidió el voto para François Hollande en la segunda vuelta pero negó el apoyo al gobierno de Jean-Marc Ayrault. Billard tiene una larga trayectoria política con Los Verdes, un partido en el que se posicionaba en el ala izquierda. Apuesta por una unión de las fuerzas políticas a la izquierda del partido socialista.

Las movilizaciones populares, especialmente en el sur de Europa, no cesan desde hace cuatro años. ¿Por qué no desembocan en un cambio político?

La derecha gobierna en casi todos los países. En países donde gobierna la izquierda, como en Francia -mejor dicho es un gobierno que dice ser de izquierdas-, la socialdemocracia se ha alineado con las políticas liberales. Hay una fuerte violencia en todos los países y una regresión social. Con las medidas que vuelven inestables los contratos de trabajo existe el temor a perder el puesto de trabajo, dadas las elevadas tasas de desempleo. Además, para acallar a los movimientos sociales, los gobiernos no dudan en emplear la represión contra los sindicalistas. Esto explica la dificultad de las movilizaciones en España, Portugal, Grecia...

¿Cómo pretende su partido llegar a un cambio político?

Creemos que el Frente de Izquierda es una herramienta indispensable, a pesar de las diferencias que podamos tener. Hemos sacado conclusiones de lo que pasó en Italia con la división de la izquierda italiana. Entonces creemos necesaria la unión a través de frentes políticos, como Syriza en Grecia, el Bloco en Portugal e IU en España, que permitan construir una esperanza, una perspectiva política. Hubo recientemente movilizaciones en Francia convocadas por el Frente de Izquierda junto a secciones sindicales y asociaciones, es algo nuevo en Francia. Esto permite crear un bloque político y social que es fundamental para construir una relación de fuerza contra las políticas actuales.

En el sur de Europa, muchos ciudadanos piden una salida del euro. ¿Cree usted que es una solución?

Hay un debate pero creo que el euro es como una fiebre, es el resultado de una crisis en Europa. Es innegable que hoy en día los pueblos dan la espalda al proyecto europeo. Europa es actualmente todos estos tratados que persiguen un único fin: acelerar el liberalismo. Y esto continúa con el futuro tratado del gran mercado transatlántico que la Comisión Europea quiere negociar con los Estados Unidos y que pretende romper las últimas normas en la sanidad, la agricultura, el medio ambiente, la cultura. Lo que hizo el Gobierno griego con el cierre de la radiotelevisión pública no lo habíamos visto nunca. Ahí nos llevan las políticas de la Troika. Nuestra responsabilidad en la izquierda europea es proponer un proyecto alternativo con el objetivo de invertir la mayoría en el Parlamento Europeo para acabar con las políticas de austeridad. Reivindicamos el derecho a desobedecer a los tratados europeos para hacer políticas a favor de los pueblos y no contra ellos. Nuestro objetivo no es salir del euro pero si esta desobediencia implica algún día la salida del euro, seguiremos apoyando la desobediencia.

Más allá de una oposición a las políticas de austeridad, ¿proponen algún proyecto radical de transformación social?

Claramente. Nosotros hemos adoptado un proyecto ecosocialista. Estamos en una crisis ecológica muy urgente, el calentamiento global se produce de manera mucho más rápida de lo que se imaginó. Si no hay una reconversión ecológica de las economías, habrá muchas dificultades y los países del sur serán los más castigados. Estaremos afectados por inundaciones más frecuentes y más sequías. Hay que cambiar las políticas económicas para evitar la catástrofe. Pero también queremos tomar en cuenta la solidaridad a nivel de todo el planeta. El objetivo no es hacer de Europa una fortaleza. Contra la globalización de la competencia salvaje, queremos un proyecto de cooperación, lo que llamamos el proteccionismo solidario. Es decir, queremos que cada país pueda desarrollar su economía -con las obligaciones ecológicas– a través de un trabajo de cooperación con los otros países. Queremos ir hacia una sociedad del “buen vivir”, como dicen nuestros compañeros de Bolivia y Ecuador, una sociedad en la cual cada familia tenga los medios para vivir, acceder a la sanidad, educar a sus hijos, tener actividades de ocio pero siempre tomando en cuenta las posibilidades del planeta. Es un proyecto antiproductivista que pasa por la salida del capitalismo.

Los movimientos sociales como la PAH tienen actualmente más capacidad de movilización que los partidos de izquierda y los sindicatos. ¿La izquierda parlamentaria está demasiado alejada de la luchas concretas?

Ha habido un problema de reconstrucción de la izquierda en España, aunque Izquierda Unida está ahora en una fase ascendiente. No creo que pueda haber un cambio de sociedad únicamente a través de los movimientos pero los partidos tampoco pueden hacerlo sólos. Entonces hay que llegar a una simbiosis, un trabajo conjunto.

¿Entiende la desconfianza de los movimientos sociales hacia los partidos de izquierda?

Esta desconfianza existe en todos los países de Europa. Los ciudadanos tienen la impresión que la izquierda y la derecha llevan a cabo las mismas políticas. Hay muchos escándalos que afectan tanto a los políticos de izquierda como de derecha. La responsabilidad de las fuerzas de lo que llamamos “la otra izquierda” es recrear confianza, mostrar que una alternativa es posible y que puede haber partidos políticos honestos que no tienen como objetivo llenarse los bolsillos. Cuesta tiempo recuperar la confianza de la gente.

¿Para ello hay que rechazar los acuerdos con el partido socialista?

Queremos ser el elemento motor y no estar detrás del partido socialista. Los socialistas se pasan el tiempo haciendo acuerdos con la derecha. Entonces si dependemos de ellos, la desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos recaerá sobre nosotros. No queremos hacer acuerdos con la socialdemocracia, a no ser que algunas fracciones decidan romper con estas políticas y unirse a nosotros.

Su partido apoyó a François Hollande en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales pero no apoyó al Gobierno. ¿Por qué?

Queríamos echar a Sarkozy, por eso pedimos el voto para Hollande y no nos arrepentimos de ello. Durante el mandato de Sarkozy hubo políticas regresivas a nivel económico y social pero también vimos cómo se instaló un clima de odio en el país.

¿Están ahora en la oposición?

Estamos en la oposición a las políticas que se llevan a cabo. Sabíamos que tendríamos desacuerdos con Hollande cuando aplicara las políticas de austeridad. Pero no creíamos que fuera tan lejos en la regresión: lo vimos con el acuerdo sobre la reforma laboral, que es en realidad un acuerdo de la patronal. Esperábamos la amnistía para los sindicalistas y activistas porque nos lo habían prometido. El ministro de Interior, Manuel Valls, se jacta de expulsar a tantos inmigrantes como Sarkozy. Nos oponemos a todas estas políticas.

En las antiguas regiones obreras, feudos tradicionales del Partido Comunista, el Frente Nacional (extrema derecha) tiene un peso creciente. ¿Cómo lo explica?

Es verdad que hay ciertos territorios abandonados, dónde no hay industria ni servicios públicos y la gente tiene dificultades para desplazarse debido al precio de la gasolina. Pero el primer “partido” de Francia es la abstención y hay una porosidad de la derecha hacia la extrema derecha. Nuestra responsabilidad es volver a dar esperanza a las clases populares, demostrarles que es posible hacer otra política, para que vuelvan a la política y así cambiar la relación de fuerza.

La extrema derecha tiene ahora un discurso antiliberal a nivel económico. ¿Cómo hacer frente a este discurso?

La estrategía de Marine Le Pen consiste en hacer creer que es antiliberal. Pero hay muchas contradicciones. Primero hay que recordar que el Frente Nacional es antisindicatos y que los diputados de su partido están raramente a favor de políticas antiliberales. Además este discurso es momentáneo y pretende recoger así a todos los descontentos. Nuestro desafío es demostrar que es una falacia. Como lo vimos con el asesinato de este joven estudiante y sindicalista a manos de un miembro de un grupo de extrema derecha, la porosidad entre estos grupos violentos y el Frente Nacional todavía existe. El Frente Nacional es la cara más presentable pero encarna toda la historia de la extrema derecha.

Su partido tiene una tradición jacobina, ¿cómo ve el auge del discurso independentista en Cataluña?

No se puede usar el esquema de análisis francés, hay una historia diferente. Cataluña fue duramente reprimida durante el franquismo, estaba prohibido hablar catalán. El peso del pasado es muy fuerte. En cuanto a la cuestión de la independencia, no queremos una Europa con regiones ricas que se protejan y regiones pobres abandonadas. Si luchamos por la solidaridad a nivel internacional por otra distribución de la riqueza, es para evitar la división entre ricos y pobres tanto entre países como dentro de los países.

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