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Salvar Can Seixanta, o cuando la urgencia social choca contra la especulación inmobiliaria

Quirze Serradell, profesor de capoeira y portavoz de la plataforma Salvem Can Seixanta / ENRIC CATALA

Jordi Molina

Barcelona —

“La capoeira es lucha y diálogo”, explica Quirze Serradell, amante y profesor de este arte marcial afrobrasileño, que desde hace 15 años le sirve de herramienta pedagógica para transmitir valores a niños y niñas en riesgo de exclusión en el barrio del Raval de Barcelona. Y es precisamente eso, “mucha lucha y todo el diálogo posible”, es de lo que se vale hoy para impedir que tareas como la suya, a caballo del arte y la inclusión, acaben convertidas en escombros, bajo un nuevo caso de especulación inmobiliaria en el distrito más saturado de hoteles en Barcelona: Ciutat Vella.

La Asociación de Capoeira Palmares es sólo una de las múltiples entidades que conviven en Can Seixanta, un inmenso vivero de asociaciones deportivas, culturales, sociales y artísticas –de unos de 2.000 metros cuadrados de superficie– ubicado en la calle de la Riereta, en el corazón del Raval. Un espacio donde también viven dos familias en viviendas degradadas por el paso de los años. Desde hace un mes, entidades y pisos, corren el riesgo de desaparecer después de que la inmobiliaria que gestiona el espacio haya dado un ultimátum para que los inquilinos marchen en los próximos meses. “Hemos pagado religiosamente nuestro alquiler durante 30 años y ahora que se nos acaba el contrato y no nos lo quieren renovar, ¿dónde están los derechos del inquilino?”, se pregunta Serradell, convertido en portavoz de la incipiente plataforma Salvem Can Seixanta, que añade: “sospechamos que se quieren hacer hoteles y apartamentos turísticos: Huele a otro caso de especulación inmobiliaria”.

Las sospechas de Serradell, que ya ha formalizado una petición en change.org de recogida de firmas de apoyo, no van desencaminadas. La propietaria, que prefiere no hacer declaraciones, ha dejado en manos de la promotora MK Premium toda la gestión, que ha comunicado a los vecinos que existe la intención de vender todo el edificio, en ningún caso las viviendas o los espacios por separado. Lo que hace pensar que la idea es proyectar un amplio complejo hotelero, siguiendo la inercia del distrito de Ciutat Vella, que representa el 6% de la superficie de Barcelona, mientras concentra el 40% de todas las plazas hoteleras de toda la ciudad.

Ante esta situación, Serradell se dirigió hace unos días a la sede de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a presentar los casos de los vecinos que también se verían afectados si, finalmente, Can Seixanta cae tierra. Las dos familias denuncian moobing inmobiliario y otras dos aceptaron marchar del piso a cambio de sumas importantes de dinero que les ofreció la propiedad, aunque nunca fueron entregadas. Lo que debía ser una visita rutinaria a la PAH terminó en sorpresa: Allí se encontraba la actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que ya está informada de la situación. “Me atendió muy amablemente; le entregué un DVD sobre la labor que hacemos en Can Seixanta y tenemos la esperanza de que nos ayude, tenemos mucha suerte de tenerla a ella como alcaldesa”.

El papel del Ayuntamiento, sin embargo, no será fácil. Primero, porque el consistorio tiene poco margen de maniobra cuando colisiona con la propiedad privada. Y segundo, porque el plan de usos que reina en el distrito, sellado entre CiU y PP, no contempla ningún techo para la proliferación de plazas hoteleras. A pesar de ello, el Ayuntamiento podría adoptar un papel de mediación con la propiedad e, incluso, comprar los terrenos con el objetivo de mantener la labor social de la zona.

Preguntada por esta cuestión, la nueva concejala de Ciutat Vella, Gala Pin - hasta hace poco activista vecinal de la Barceloneta- se muestra receptiva a mantener la acción social de Can Seixanta. “Tenemos la voluntad de reunirnos pronto con los afectados”, dice Pin, que explica que ya ha habido reuniones, aunque informales, con los inquilinos. “Entendemos que la actividad se ha de mantener y exploraremos todas las vías que estén a nuestro alcance para que así sea”, concluye la concejala que acepta asumir, de entrada, un rol de mediadora.

El Raval, entre el déficit de equipamientos y el exceso de hoteles

El Raval, entre el déficit de equipamientos y el exceso de hotelesLa sombra de la especulación también afecta otras asociaciones, como Can Fanga, un taller de cerámica; La Poderosa, un espacio de la danza para las nuevas generaciones; la Plataforma Cultural Factoría Heliográfica, que ofrece diferentes servicios relacionados con la fotografía y los medios audiovisuales; e incluso se vería afectado el APIP-ACAM, una entidad que trabaja dando apoyo a personas en situación de pobreza y riesgo de exclusión social, ofreciendo formaciones para la reinserción laboral. Todas ellas muy arraigadas en el territorio y por donde pasan decenas de vecinos cada día.

“En el Raval hay muchas iniciativas solidarias, pero nos faltan espacios donde se puedan desarrollar y Can Seixanta nos aporta esto en el barrio”, explica una de las voces más autorizadas de la zona en materia social, Iolanda Fresnillo, directora Tot Raval, que trabaja para la cohesión social del barrio. “Precisamente lo que nos sobran son hoteles”, añade Fresnillo, que pide al Ayuntamiento que proteja Can Seixanta como un espacio social, donde no se pueda derivar ningún uso comercial.

En cuanto a las entidades, todas pagan el alquiler desde hace treinta años, y todas coinciden en denunciar el poco margen de aviso y la opacidad que se les ha dado. El caso del Quirze es uno de los más urgentes, ya que su contrato termina en unos días. “A los que se les ha acabado el contrato no nos lo quieren renovar, y los que tienen contrato por años, no les quieren cobrar el alquiler”. Los inquilinos explican que han querido ponerse en contacto con la propietaria, que ha ignorado hasta ahora todas las intermediaciones y no ha emitido ninguna respuesta.

Desde el grupo municipal de ERC, el consejero del distrito de Ciutat Vella, Jordi Bordas, que ha seguido de cerca todo caso, explica que a “nadie se le escapa que es un buen emplazamiento para hacer un hotel” y pone sobre la mesa un nuevo elemento: el valor patrimonial del edificio, del año 1833. Un ejemplo de la arquitectura industrial previa al vapor y al alumbrado eléctrico, y de la que quedan muy pocas muestras en medio de la ciudad. De hecho, este emblemático complejo fabril, vieja sede de la CNT, tiene una tradición que incluso forma parte del argumentario popular.

Can Seixanta -nombre que le viene de la suma de los tres números de las fincas- es un dicho popular que tiene su origen a mediados del siglo XIX. Entonces, mucho antes de que el Raval fuera un barrio estigmatizado por múltiples etiquetas, era una zona industrial. Sólo en la pequeña calle Riereta había una veintena de fábricas textiles y una de ellas, que ocupaba los números 18, 20 y 22, pertenecía a un empresario con fama de mujeriego y amante de las fiestas. El nombre de su fábrica ha pasado a la historia como sinónimo de desorden y desorganización. Todo lo contrario de lo que hoy se respira.

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