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La Via Catalana supera las previsiones y exige que la consulta se celebre en 2014

La Via Catalana a su paso por la playa barcelonesa. /ENRIC CATALÀ

Jordi Mumbrú

Barcelona —

“Lo que más me ha sorprendido es que la gente ha venido dispuesta a todo. Pensábamos que sería más difícil, pero todo el mundo ha colaborado mucho”. La persona que habla es la Blanca Rosas, de Barcelona, una de las voluntarias que ha estado preparando y coordinando la Via Catalana. A ella le había tocado echar una mano en el tramo 748, en la barcelonesa plaza de las Glòries, pero seguramente, su reflexión es extensible a cualquier otro tramo de los 400 kilómetros que ayer los catalanes unieron entre El Pertús (Francia) y Vinaròs (Castellón). Y con esta predisposición -la de los voluntarios y la de los participantes- era raro que no saliera bien.

En Cataluña más o menos ya se daba por hecho. A pesar de la complejidad de la iniciativa, desde hace unos días todo el mundo tenía claro que la cadena humana que debía unir todo el territorio de norte a sur sería un éxito. Y es que cada vez que el independentismo hace sonar su silbato, hay miles de voluntarios que dan un paso adelante. Una vez más, el movimiento soberanista ha demostrado que su fuerza no radica sólo en el hecho que cada día haya más catalanes que adopten como propios sus argumentos, sino también que la gran mayoría de los convencidos están dispuestos a movilizarse.

La presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, Carme Forcadell, reconoció en directo que no tenían ni idea de cuánta gente había participado en la movilización. “Hay más gente que el año pasado, pero no tenemos manera de calcularlo”, reconoció. El departament de Interior debía dar una cifra -suponiendo que ellos sí tengan forma de calcularlo- y al atardecer, el consejero Ramon Espadaler aseguró que la cadena humana la habían formado, como mínimo, 1.600.000 personas. Sólo en Barcelona, según la Guardia Urbana, se movilizaron 500.000 personas.

A lo largo de la extensa y para muchos histórica cadena humana, había los clásicos ‘castellers’, 'gegants' y otras figuras del folklore catalán y también mensajes como el verso de Salvador Espriu que, en letras gigantes para que se viera desde el helicóptero de TV3, mostraron en la carretera N-II los vecinos de Arenys de Mar: “Nos mantendremos fieles para siempre al servicio de este pueblo”.

Incidentes en Vinaròs y Madrid

Incluso en las Tierras del Ebro, donde parecía que la cadena podía peligrar, la Via Catalana se mantuvo y pasó de largo hasta llegar a Vinaròs. Lluís Llach y Carles Santos, de forma simbólica, se dieron la mano en este tramo, uniendo las dos tierras. La subdelegación del Gobierno en Castellón había prohibido que la cadena humana pisara tierras valencianas pero el Tribunal Superior de Justicia de Valencia tumbó la prohibición ayer al mediodía, recordando el derecho a manifestación de los ciudadanos. Aún así, según informa la agencia Europa Press, la Guardia Civil detuvo a Alfons López Tena, ex diputado del Parlament por Solidaritat per la Independència y a otra persona por haber empujado a un sargento durante un forcejeo.

Pero los incidentes más fuertes se vivieron en Madrid cuando a las siete y media un grupo de fascistas que llevaban pancartas de diferentes movimientos políticos de extrema derecha, irrumpieron en la delegación del Govern de la Generalitat en Madrid donde se estaba celebrando un acto con motivo de la Diada al grito de “no nos engañan, Cataluña es España”, e intimidaron e insultaron a los presentes, cometieron diferentes agresiones y destrozaron el escenario donde se tenía que hacer el parlamento. Después de unos minutos de pánico, grabados por TV3, los fascistas lanzaron un gas lacrimógeno y se fueron. La Policía llegó tarde.

En las imágenes se ve como uno de los ultras da un empujón al diputado de CiU en el Congreso, Josep Sánchez Llibre, que intenta evitar el ataque, así como a la diputada socialista Teresa Cunillera. La agresión, cometida por una clara minoría, parece hecha a propósito para terminar de reforzar los argumentos de las tesis independentistas, que aseguran que es inútil cualquier diálogo con el Gobierno español.

¿Y ahora qué ?

La pregunta que se formuló en la calle ayer durante todo el día -aparte de si llovería o no a partir de las cinco de la tarde- era qué pasará a partir de ahora. ¿Habrá consulta el próximo año o no? “No habrá consulta porque CiU nos engaña. Todavía juegan a la puta y la Ramoneta”, criticaba convencido Gonçal, uno de los eslabones de la cadena humana de la plaza de las Glòries. Anna y Armando, que sostenían su cadena tocando a la Diagonal, en cambio, estaban convencidos de que el gobierno moverá ficha y que el próximo año, por estas fechas, ya se sabrá si la respuesta es sí o no.

Forcadell, reclamada ayer por todos, dijo que en “momentos excepcionales hacen falta decisiones excepcionales” y añadió: “Sólo tenemos dos caminos: someternos a la centralización del Estado español y desaparecer como pueblo o bien la independencia”. La secretaria general de ERC, Marta Rovira, aseguró que la proeza de ayer deja claro que Catalunya está a punto y que el próximo año se tiene que celebrar la consulta. El consejero de Presidencia, Francesc Homs, defendió que la movilización refuerza la política del Gobierno, mientras que el PP decidió no participar en los actos institucionales. ICV participó en la acción convocada por el Proceso Constituyente de rodear La Caixa para reclamar que también haya derecho para decidir qué modelo de país hay que construir.

La idea prevista entre las filas de CiU y ERC es poner fecha y concretar la pregunta antes de que termine el año; negociar con el Gobierno del Estado para que la autoricen y esperar a que digan que no, como todo el mundo asegura que pasará. A partir de aquí, sin perder tiempo, hay que mover ficha y convocar elecciones plebiscitarias. Aún así, por el camino el Gobierno debe aprobar unos presupuestos e intentar que ERC entre en el Gobierno. No será fácil. También hay que conseguir que PSC e ICV no se descuelguen del proceso y todo ello en medio del malestar social por la crisis y el recorte de derechos sociales. La previsión es una, pero en política todo está abierto. La única previsión que parece que se puede afirmar sin temor a equivocarse es que el próximo año el número de independentistas y sus ganas de movilizarse se mantendrá o aumentará.

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