Hay un sentimiento que cala hondo en muchos combatientes y ex combatientes sirios, así como también en países vecinos a Siria que comparten el deseo ferviente de verla libre: “Si lo ves como una guerra, es un problema, Assad lo ve como una guerra y los sirios como una revolución. Si lo ves como una guerra, no estás con el pueblo, estás con su opresor”- me hace notar un periodista marroquí en su estancia en Siria con distintos grupos opositores al régimen. Añade, además, “armas sí, pero para los grupos adecuados; es decir, el Ejército Libre de Siria”. Sobre este último punto volveremos luego; ya que este es un discurso que también está calando en gran parte de nuestras mentes, ya militarizadas.
El SIPRI nos indica los parámetros elaborados por Uppsala Conflict Data Program (UCDP) de la Universidad de Uppsala para dar una definición de guerra. La define como un “conflicto armado mayor” dado en un territorio y en el que se hace uso de las armas entre las fuerzas militares de dos partes, de las cuales al menos una es del gobierno de un estado. El caso sirio cumple con todas las características -más allá del número de muertos- para que sea considerada como una guerra según el reconocimiento internacional: heridos, desplazamientos internos, refugiados, destrucción de infraestructuras, de sistemas políticos, económicos y sociales, abusos sexuales y violaciones. En esta guerra (civil y con tintes de internacional) todas las partes que intervienen en ella comparten una misma lógica perversa; ya que sobradamente sabemos que gente inocente, sobre todo mujeres y niños, y que la destrucción de escuelas y hospitales se convierten en objetivos de intimidación para que cada bando muestre su poderío militar y sembrar así el terror.
Ahora, en cuanto a que si hay un grupo adecuado en una guerra, allí está Al Qaeda para demostrarnos que no se puede armar a un grupo rebelde sin esperar a que nada pase. Y para el caso de Siria hay argumentos suficientes como para pensar que la historia es propensa a repetirse. Puede haber algunos que, teniendo causas nobles, hayan visto que nos les ha quedado otro remedio que usar las armas para responder a la escalada de violencia que les rodea. Pero, en todo caso, estos en Siria son unos pocos y quizá tampoco sea la mejor opción.
Saragib, una ciudad a 300 kilómetros de la capital en donde este periodista hizo su estancia, ha sido “liberada” de la opresión del régimen de Bashar al-Assad por combatientes armados que, subidos en sus motos y camionetas, se pasean por las calles mostrando sus armas y sus estandartes de victoria. Pero, ¿podríamos suponer que ese grupo militarizado, como cualquier otro, es el “adecuado” para devolverle a Saragib- y a toda Siria- paz, seguridad, y la esperada libertad? Difícil, si analizamos lo que realmente pasa en esta ciudad.
En primer lugar, está la violencia estructural por la que pasa Saragib que, como en toda Siria, es una ciudad en donde la gente vive en la precariedad y es amenazada no sólo por la guerra, sino por el hambre y la extrema pobreza como consecuencias de la sequía que en el año 2010 afectó a la mitad del país. Fuentes en terreno aseguran que “muchos son los grupos que están usando el levantamiento para beneficiarse ellos mismos vendiendo gas y petróleo a cualquier grupo armado que va desde el ejército de Assad hasta ISIS, con tal de comprar armas, en vez de ser generadores de riqueza para suplir el hambre. Los combatientes ahora se están separando. Están ahora peleando entre ellos mismos. Luchan contra el régimen, pero cada uno desde su propio interés generando rencillas entre ellos”.[1] Y esto es quizás el mayor temor, que la gente que dio tanto por esta revolución se sienta nuevamente desprotegida. En segundo lugar, está también lo que pueda pasar si llegase a ganar el bando opositor debido a pugnas pendientes. Por citar un ejemplo, hay miembros que defienden la idea de no crear un país sectario (islam o cristiano) porque la ley de la sharia y la política no se mezclan; y hay otros que por el contrario desean llamar a su país República Islámica de Siria. Y, finalmente, el apoyo logístico que recibe la oposición por parte de simpatizantes y combatientes del grupo terrorista Al-Nusra, evidentemente no será algo gratuito de aquí a futuro.
Ateniéndonos a esta situación, y respetando las motivaciones de su lucha contra un régimen que efectivamente es tirano, cabría preguntarnos si en un contexto tan complejo la seguridad y la libertad pueden ser dadas por los grupos de la oposición. Las evidencias nos hacen pensar que, al igual que las fuerzas del régimen, también cometen crímenes de lesa humanidad. Una de las mujeres entrevistadas por este mismo periodista marroquí desea que siempre el cielo en Siria esté nublado y llueva, así los aviones no vendrán. ¿No será eso mismo el sentir de la otra población que vive bajo el control de las fuerzas de gobierno? ¿No estamos hablando, en el fondo, de un temor compartido hacia las armas, sin importar a qué bando apoyen? Y si queremos extrapolarlo a nuestros contextos, ¿no compartimos ese mismo temor?
En Siria se sabe la procedencia de las armas, se habla incluso que desde la Unión Europea llegan armas a los países vecinos a Siria para luego ser vendidos en los mercados negros que hay en cada frontera. La agencia de noticias Vice News confirmó hace unos meses la intención de hacer llegar a territorio rebelde sustancias explosivas provenientes de la firma MAXAM Anadolu, la filial turca de la multinacional industria armamentista española MAXAM, cuyo destino supuesto era Jordania, pero que debía pasar por diferentes puntos de control en Siria. Los que están con los rebeldes se niegan a contar qué tipos de armas se encuentran en el terreno por temor a que se les corte el suministro de armamento y así el ejército sirio gane la guerra. Su miedo podemos encontrarlo razonable, no estamos para criticarles su silencio.
Sin embargo, ante el hecho de que una parte (aproximadamente 3 mil millones) de los 14 mil millones de euros de las exportaciones de armas de la Unión Europea a nivel mundial hayan tenido como destino Oriente Medio en 2014 [2], tendríamos que tener la capacidad de indignarnos y posicionarnos en contra del comercio de armas y la militarización que hace Europa en países donde hay conflictos armados, tensiones políticas y se vulneran los derechos humanos. De igual modo, decirle bien claro a Europa que deje de jugar con fuego porque no hay ningún grupo que se pueda calificar como “adecuado” en las guerras para recibir armas, las cuales muy probablemente sean usadas (y quizás en su contra) si el desarrollo del conflicto en Siria no llega a ser el que occidente espera. Si en eso no incidimos, no se augura nada bueno.
[1] Conversaciones del autor con refugiados sirios en la zona turca de Reyhanli (frontera con Siria).
[2] Según el último Informe de exportaciones de armas de la Unión Europea que data del año 2014.