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Colau inicia el proceso para acabar con 134 años de vacaciones fiscales de la Sagrada Familia

La Sagrada Familia vuelve a ser el centro del debate tras las protestas de 2014

Yeray S. Iborra

Vacaciones fiscales es un concepto que en economía evoca las ventajas tributarias de una empresa o institución. Partiendo de dicho concepto, las vacaciones de la Sagrada Familia de Barcelona han sido largas. De 134 años, para ser exactos. El templo no ha pagado ningún impuesto de construcción a la ciudad desde que empezara las obras el 19 de marzo de 1882. Para tratar dicha cuestión, además del desarrollo de las obras del centro de culto y peregrinaje turístico, el consistorio se citará el próximo 24 de octubre con el patronato de la Sagrada Familia.

La faraónica obra de Gaudí lleva desde 1882 sin licencia de obras. Una “anomalía histórica” –cita el Ayuntamiento de Barcelona– fruto de la dejadez de los gobiernos precedentes que el consistorio de Colau quiere revisar “de mutuo acuerdo” con el patronato del centro de culto, en el que se encuentra el Arzobispado de Barcelona. La intención de Barcelona es tratar el centro de culto como cualquier otra construcción de la ciudad. “El objetivo pasa por la regularización”, han destacado fuentes municipales.

La Sagrada Familia justifica su situación por un documento expedido por el pueblo de Sant Martí de Provençals a finales del siglo XIX, el cual no podría equipararse a una licencia de obras; la licencia comportaría el pago de una tasa municipal calculada sobre metros cuadrados (4,96 euros el metro, según avanzaba El Periódico de Catalunya). Si bien Sant Martí de Provençals se anexionó a la capital catalana en 1897, el templo nunca se adaptó a la normativa de Barcelona.

Otras tasas relativas a la construcción y los edificios serían el impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras (ICIO) –un 3,32% sobre el importe total de la obra– además del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI). Sin embargo, la Iglesia, titular del templo, está exenta de dichos impuestos.

El debate sobre los planos originales

El concejal de Arquitectura, Paisaje Urbano y Patrimonio del Ayuntamiento, Daniel Mòdol, encendía la semana pasada a simpatizantes y detractores del templo en el pleno municipal del viernes tildando el centro de culto de “farsa” y “mona de pascua” por no seguir los planos originales de Gaudí. Algo que ha negado la Junta Constructora de la Basílica de la Sagrada Familia.

La reprimenda de Mòdol nacía a colación de la propuesta del PP sobre la urbanización del entorno de la Sagrada Familia, a la que todos los grupos votaron a favor, a excepción de la CUP Barcelona, que destacó que ya era hora de “dejar de pagarle la fiesta al obispado”.

El debate de estos días sobre la anomalía tributaria de la Sagrada Familia se ha comido otro de los puntos calientes en relación al templo: ¿Cómo afectarán las obras de sus alrededores a los vecinos? La concejalía de Arquitectura, Paisaje Urbano y Patrimonio destaca que impulsará una comisión de calidad específica para hacer un seguimiento y control del proyecto de la Sagrada Familia.

Incertidumbre vecinal en el desarrollo de las obras

Una vez el edificio principal ponga punto y final –en el año 2026– llegará el momento de urbanizar el entorno del templo, y están en juego entre 400 y 1.000 viviendas. El proyecto de urbanización del entorno –con modificaciones de la calle Aragó y la calle Mallorca– ya empezó con el gobierno Trias, pero tras la victoria del equipo de Colau, las conversaciones entre Arzobispado, Ayuntamiento y vecinos quedaron paradas.

Ahora el actual gobierno de Barcelona coge el timón de dichas negociaciones con prudencia. Según fuentes municipales, la intención no es tirar adelante sin más los planes previstos en 2014. El ruido de estos días en relación al templo no ha cogido desprevenidos a los vecinos, que ya mostraron su rechazo a las informaciones surgidas en aquel momento y que apuntaban que 4.000 personas se podían ver afectadas por la urbanización del entorno del templo.

La Asociación de Vecinos de Sagrada Familia ha recordado que, más allá de la preocupación por si la culminación del entorno del proyecto supone derruir los edificios aledaños al templo, la invasión turística que vive la zona es un perjuicio diario y que hay que “ponerle límite”.

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