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Dominar la banca

¿Amenaza, chantaje, presión? Boixaderas y Bosch, acaramelados.

Toni Polo

“Sin bienes ni avaladores solventes... Lo veo difícil”. He aquí, a buen seguro, una de las frases más comunes en oficinas bancarias en los últimos tiempos. Uno de los eufemismos más recurridos para decir un “No” inapelable. O para exclamar “¡No!”, cabreados. O bien para soltar “No... ” , con puntos suspensivos que denotan cansancio, aburrimiento. Es la primera reacción (la más lógica e, insisto, la más utilizada) de Gregori (Jordi Bosch), director de una oficina bancaria, cuando Antoni (Jordi Boixaderas) le pide un crédito. Pero el cliente tiene un arma con la que tratar de darle la vuelta a la tortilla (al ritmo del escenario, que va girando casi imperceptiblemente). Podemos hablar de estrategia, de chantaje, de amenaza. Antoni habla de presión.

La situación se vuelve estrambótica. El as que el cliente se guarda en la manga (mejor no revelarlo) no es ni siquiera una “catxa” (lo que los castellanos llaman “farol”, especifica él, un purista del lenguaje). Parece una vacilada ridícula. Pero... con paciencia y habilidad por su parte y con impaciencia y torpeza por la del banquero, cada vez más nervioso, la estrategia, el chantaje, la amenaza o la presión va cogiendo cuerpo. Y vemos cómo un hombre sin trabajo, sin contactos, sin saldo en el móvil, pone a un banquero contra las cuerdas . ¡Qué gozada !

Antonio, cuando logra convertir su estrategia ya en una negociación (tal como suena... ) se exculpa: “Me obliga la coyuntura financiera, el neoliberalismo” . Y le quiere hacer ver al banquero que él también es víctima de un sistema capitalista que está a punto de estallar y que, ya puestos, “conceda créditos, ¡la gente lo adorará!” Las preocupaciones del director van por otro lado. Es prisionero de la estrategia del cliente. Y trata (en vano) de escapar.

Todo está estudiado, desde el texto, “ácido y lúcido”, en palabras de Belbel, y milimetrado en todos los detalles (geniales las correcciones lingüísticas que hace Antoni), hasta el desenlace, toda una lección social, pasando, cómo no, por la interpretación de los dos actores. Inconmensurables. Se miran y lo saben todo el uno del otro en una complicidad imprescindible para mantener la tensión y la curiosidad durante una hora y media llena de carcajadas sinceras al ver la situación a la que hemos llegado. No deja de ser una forma de reírnos de nosotros mismos, una actitud sana y necesaria, quizás el primer paso para empezar a movernos, un paso que muchos todavía no han dado .

Todo es un disparate, una exageración deliciosa, una comedia pura y dura que, además de hacernos reír, nos puede llegar a hacer soñar con ... ¡dominar la banca !

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