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Es miércoles, sobre las seis de la tarde. Unas 200 personas vestidas con camisetas azules cortan la avenida del Paralelo y, de repente, se encapuchan. 'Sí, soy rentable', dicen las capuchas del silencioso grupo. 'Telefónicos en huelga de hambre', se puede leer minutos más tarde en unas pancartas negras. “No tenía ni idea de que esto estuviera pasando”, confiesa Óscar, tras detenerse en el carril bici y sacar su móvil para grabar lo que sucede en la calle, mientras los conductores comienzan a impacientarse y los motoristas burlan la muralla humana por una esquina.
El ciclista no es, ni mucho menos, el único que desconoce la huelga de hambre que, desde el pasado día 5, mantienen cinco trabajadores de Telefónica en Barcelona. “Cuesta mucho romper el círculo mediático que rodea a la empresa”, explica Marcos Andrés Armenteros, uno de los hombres que no come desde hace casi dos semanas y el origen de esta revuelta. “Pero cada vez se suma más gente a nuestras acciones”, añade Marcos, sin aparentes signos de debilidad. “Me encuentro bastante bien, aunque el cuerpo no entiende lo que le pasa y estoy como flotando”, confirma de pie, mientras contempla cómo sus excompañeros desmontan, entre aplausos, la flashmob que ha cortado el tráfico durante un cuarto de hora.
La solidaridad de esta gente le da fuerza para mantener la lucha contra el gigante español de las telecomunicaciones, el mismo que sigue sin mover un dedo ante la huelga de hambre de sus trabajadores -este diario se puso en contacto con la empresa sin conseguir su posicionamiento respecto al conflicto- y que, a finales de 2010, despidió a Marcos tras volver de una baja de cuatro meses por una hernia discal.
No eres rentable, le dijo Telefónica por carta para justificar su despido, tras más de 20 años de servicio a la compañía. Esto lo decidirá un juez, replicó Marcos. Por dos veces, la justicia decidió que el despido era improcedente y que la empresa debía readmitirlo.
Readmisión y despido
Lo hizo tras el primer juicio. Pero no después de recurrir la sentencia y de recibir una segunda, también condenatoria. “Con mi despido y con el de otra compañera de Madrid [que lo acabó aceptando], Telefónica pretendía asustar a la plantilla”, afirma Marcos y suscriben sus excompañeros. Telefónica preparaba ya un ERE para echar a 6.500 trabajadores en abril del año pasado, a pesar de sus multimillonarios beneficios (10.000 millones de euros, en 2010, aunque su deuda ascendía a 55.593 millones) y la predisposición a mantener el también millonario salario del investigado Iñaki Urdangarin.
“La injusticia es tan grande que tenía que secundar la huelga de hambre”, dice Laurentino González. A punto de jubilarse después de 34 años en Telefónica, vive una situación que “no podía ni haber soñado”. Imposible haberse imaginado “que las condiciones laborales se degradarían de tal manera en la empresa”. Tampoco, que los compañeros reaccionarían con esta solidaridad.
“Pero es que lo que ha hecho Telefónica es inconstitucional, como ha dictaminado la sentencia. ¿Quién es esta gente para saltarse la Constitución? ¡No tienen catadura moral ni dignidad para juzgarnos a nosotros los trabajadores! Y los sindicatos mayoritarios no han hecho nada ”, denuncia Laurentino con una vehemencia contagiosa. Tampoco él parece llevar casi dos semanas en huelga de hambre. “Estoy un poco débil y tengo un poco de dolor de cabeza, pero, vaya, estoy muy bien”, asegura.
Cinco médicos vigilan, de manera voluntaria, la salud de los cinco huelguistas -el sexto, del País Vasco, ha abandonado ya-, concentrados en un austero local cercano al Paralelo, donde también celebran sus asambleas. En la última, esta semana, anunciaron que la Síndica de Greuges de Barcelona había respondido a su solicitud de intervención -también la han elevado al Síndic de Greuges de Catalunya- comprometiéndose a hacer lo que pueda, aunque el conflicto no es de su competencia.
También Cayo Lara se ha ofrecido a hacer de intermediario. El líder de Izquierda Unida ha visitado esta tarde a los huelguistas y les ha asegurado que, además de hablar con los sindicatos, llevará al Parlamento español la cuestión de los despidos tras una baja laboral. “Agradecemos el gesto de que haya venido, su interés y los consejos médicos que nos ha dado”, apunta Laurentino.
Socializar el conflicto
“Intentamos compartir el problema con los movimientos sociales y con otras empresas y entidades porque esto no es algo de una sola persona o de Telefónica, esto ocurre en muchos lugares”, explica, entre los asamblearios, Enrique Mosquera, otro veterano empleado de la compañía. “Hemos vivido en un mundo irreal, hipnotizados, pensando que las cosas sólo nos pasaban a nosotros, mientras éramos víctimas de la reforma laboral, de la dictadura de los bancos y de los gobiernos títeres”, expone Marcos, exdelegado sindical.
“Pero estamos reaccionando, recuperando valores perdidos, esto es una experiencia de solidaridad”, sigue Marcos, casi emocionado y contento porque “las cosas empiezan a moverse en las centrales”. El inmobilismo de Telefónica y de Kim Faura, el presidente de la operadora en Catalunya que se niega a recibirlos, no los desanima. “No sé si ganaremos, pero después de perder la reforma laboral, si no ponemos resistencia ...”, argumenta Marcos. De momento, él no piensa tocar la indemnización que la empresa aún no le ha pagado por si, finalmente, lo readmiten y puede devolverla.
Nadie sabe cuánto tiempo más podrán mantenerse sin comer estos cinco hombres. Alguno ya empieza a mostrar síntomas de debilidad. Pero las movilizaciones 2.0 que Néstor Carrasco, empleado de Telefónica desde hace dos décadas, se ha inventado para romper barreras les dan cuerda. “Ha costado que los compañeros, que en general son mayores y no están muy puestos en esto de la tecnología y la red, entraran en este tipo de acciones; casi les hemos tenido que hacer cursillos, pero cada vez son más los que se añaden”, concluye Néstor, con la esperanza de que los pequeños triunfos que han obtenido en las redes sociales terminen conformando una gran victoria social.
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