La educación sobre ruedas de los niños del circo
Si alguien sabe de escuelas, es Jillian. Y es que esta estudiante de tercero de ESO frecuenta unos 15 centros educativos diferentes al año: una consecuencia de la vida nómada de sus padres, artistas y propietarios del famoso Circo Raluy. Un mes, dos semanas, a veces solo unos días: Jillian cambia de colegio conforme el circo se va desplazando, principalmente en Cataluña. En total hay varios cientos de niños en España que deben estudiar de manera diferente al resto de alumnos.
En algunos casos, las chicas y chicos que viven en circos tienen su escuela literalmente sobre ruedas, en una caravana acomodada para recibir alumnos. Libros, ordenadores, pizarra: el colegio ambulante del circo Alex Zavatta, que tiene ocho niños de 3 a 14 años, parece un aula .... en miniatura. Y tiene un profesor asignado gracias al programa 'Aulas itinerantes' del Ministerio de Educación. Esta iniciativa nació en 1986 de mano del gobierno español con el objetivo de garantizar la educación de niños alejados de los colegios. Para poder beneficiar de ello, los circos deben cumplir unos requisitos: además de un aula en buenas condiciones -por la que pueden optar a una subvención-, deben ofrecer una caravana donde el docente pueda alojarse. Y deben tener un mínimo de tres niños en edad de ir a la primaria. Este año, 14 circos con un total de 124 niños se benefician del programa.
Este programa también es una experiencia muy peculiar para los maestros. “Durante los primeros meses, te quedas constantemente maravillado”, explica Gema Ronda, originaria de Burgos y maestra del circo Alex Zavatta. “No podría hacerlo toda la vida pero es una experiencia única”, añade. Los docentes son seleccionados a través de un concurso de méritos, en el que también han de presentar su proyecto educativo. El reto para los profesores es de poder organizar la enseñanza de niños de diferentes edades en un mismo espacio. Los jóvenes que están en la ESO estudian a distancia con el ordenador pero Gema les ayuda a hacer sus deberes.
Kimberley, en primero de ESO, repasa su lección de inglés de manera concienzuda. Sin embargo, su principal preocupación es su próximo número en la pista. Con sólo 12 años, ya tiene cinco años de experiencia de actuación en el circo. Cuando se le pregunta qué le gusta hacer en su tiempo libre, contesta sin dudar: “Ensayar”. Su especialidad es el hula hoop, aunque también practica la tela aérea. A veces, su hermana, de sólo 2 años se agarra a su espalda. Y es que el virus del circo es contagioso. “Es muy difícil que los niños de una familia circense tengan una profesión diferente”, opina William Giribaldi, padre de Jillian y artista malabarista.
William, que desea transmitir la tradición familiar a sus dos hijas, reconoce que la educación que ellas reciben es atípica. “No es bonito tener que cambiar constantemente de pueblo, y es duro tener que entrenar cada día recibiendo broncas”, admite. “Es mucho trabajo para cinco minutos de diversión, han ensayado durante años para llegar al número que están haciendo ahora en la pista y al principio sólo veían la parte fea”, prosigue.
14 años, cinco idiomas
Pero sería una visión limitada considerar sólo los inconvenientes de esta educación, puesto que tiene también muchas ventajas. Con sólo 14 años, Jillian ha tenido ya una experiencia de la vida incomparable con el resto de chicos y chicas de su edad y ya habla cinco idiomas. Además del castellano y catalán, domina el italiano, el idioma de su padre, el francés, gracias a los 4 meses que pasa cada año en la isla de la Reunión (en el océano Índico) y el inglés, la lengua que habla con los turistas y los artistas del circo, originarios de muchos países diferentes.
Aunque consciente de tener una vida atípica, Jillian no se imagina haciendo otra cosa y asegura no estar perturbada por el cambio permanente de residencia. “He vivido así desde pequeña y, al final, siempre tengo la mente puesta en el circo”, dice. Su ilusión son los cinco minutos de gloria en la pista. Hace poco, estrenó un número de acrobacia con su hermana. “Tras años de ensayos, actuar ante el público te da mucha satisfacción”, explica. “¡Es una sensación inexplicable!”.