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La violencia de género en las universidades, una realidad que empieza a salir a la luz

Exámenes en la Facultad de Biología de la Universitat de Barcelona (UB)

João França

El Diari de l'Educació —

Artículo publicado originalmente en El Diari de l'Educació.

El escándalo generado después de que trascendiera que varios estudiantes habían denunciado el catedrático de Sociología de la UB Jesús de Miguel por acoso sexual –un caso que no se ha podido juzgar ni sancionar porque los hechos habían prescrito aunque la fiscalía encontraba indicios claros de delito– pone una cuestión importante sobre la mesa, la de la violencia de género en las universidades. Un grupo de estudiantes de la UB ha impulsado un manifiesto al respecto que presentarán este miércoles en el rectorado de la universidad. Aseguran que “las Universidades no son instituciones ajenas a las relaciones de poder y violencias”.

“Creemos que la universidad es un ámbito protegido porque existe el mito de que todo el mundo con un cierto nivel de estudios no cae en unas determinadas prácticas, y el problema está en cierto modo invisibilizado”, explica Tània Verge, agente de igualdad de la Universitat Pompeu Fabra. Un estudio realizado entre 2006 y 2008 en seis universidades españolas, coordinado desde la Universitat de Barcelona, ​​encontró que el 65% de las personas encuestadas conocían o habían sufrido alguna situación de violencia de género en el ámbito universitario. No obstante, la gran mayoría no reconocen como violencia de género situaciones que están tipificadas como tal.

En el momento de la realización de la encuesta el 92% de los estudiantes desconocía si su universidad tenía algún servicio específico al que recurrir en caso de ser víctimas de violencia de género. Estos servicios son cada vez más presentes en las universidades. En la Facultad de Economía y Empresa de la UB, donde imparte clases Jesús de Miguel, se puso en marcha una comisión de igualdad a finales de 2010 y posteriormente se aprobó un protocolo de actuación. La decana Elisenda Paluzie remarca que esta fue una iniciativa innovadora que se extendió a otras facultades de la universidad y, finalmente, la UB aprobará un protocolo para la prevención, detección y actuación contra las situaciones de acoso sexual para toda la universidad basado en los de las facultades que ya disponen de uno.

El papel de las relaciones de poder

“La jerarquía añade una carga de desamparo, de saber que es una persona que te evaluará, de la que depende tu progresión en los estudios, especialmente si no está claro dónde puede recurrir la persona que sea víctima”, explica Tània Verge. No obstante, para Sandra Ezquerra, profesora de Sociología en la Universidad de Vic, “la desigualdad no proviene tanto de que sea tu profesor sino de otras relaciones de poder”.

“No sólo hay una relación de poder formal, del profesor hacia el estudiante, sino que también hay un relación de poder en base al carisma, de admiración de los estudiantes hacia un profesor porque tiene una experiencia, una reputación o un discurso brillante, y a menudo los profesores no se comportan correctamente con estas relaciones de poder”, asegura Ezquerra.

“En este caso hay una zona gris porque no hablamos de menores de edad y si intentas criticarlo se te acusa de paternalismo o de no respetar la voluntad de las personas, pero hay relaciones establecidas y puede haber desigualdades”, explica la profesora de la UVic, que añade que en todas las relaciones entre profesores y estudiantes que ha conocido, “cuando acaban mal la parte perjudicada es siempre el estudiante”.

El caso que ha levantado la polémica

Paluzie, que evita nombrar al acusado porque recuerda que no ha sido condenado, remarca el papel del protocolo de actuación de la facultad en hacer aflorar el caso del catedrático. “La primera queja que recibí, que era sólo un correo de este profesor invitando a una alumna a tomar un café, la derivé a la comisión de igualdad, y esta la abordó y se le sumaron otras quejas”, explica.

Las acusaciones a este catedrático, de hecho, vienen de lejos, y la misma decana admite que cuando ella estudiaba, “este profesor mantenía relaciones más allá de la clase con alumnas”, pero añade que no tenía constancia de que fueran sin acuerdo de la estudiante o de tipo sexual. Otra profesora de la facultad explica que era habitual que De Miguel propusiera a las estudiantes, como asegura que le propuso a ella, hacer tutorías en su casa.

De todas las quejas que recibieron, tres, después de pasar por los órganos competentes dentro de la universidad, fueron derivadas a la Fiscalía de Barcelona. Las diligencias recogidas por el fiscal muestran las relaciones que denunciaban los estudiantes con Jesús de Miguel, aunque finalmente no se procedió a juicio dado que el presunto delito ya habría prescrito, ya que los hechos denunciados tuvieron lugar el curso 2007-2008.

No obstante, el informe de fiscalía considera que “no se alberga ninguna duda de que todos y cada uno de los testigos realmente identificasen el comportamiento del denunciado como una maniobra para intentar mantener una relación fuera del ámbito académico y que algunos de ellos, a raíz de los hechos, hayan modificado sus expectativas académicas”.

“Desde el punto de vista de la legalidad vigente ya se ha hecho todo lo que se podía hacer”, explica la decana. Sin embargo, añade que “en estos momentos el profesor no da docencia porque ha coincidido que ha tenido un hijo y se encuentra de baja, pero intentamos encontrar soluciones para que no imparta más clases, aunque no tenemos mecanismos para imponer nada”, aclara.

Los testimonios de los denunciantes

En uno de los casos recogidos por la fiscalía, un estudiante explica como el catedrático lo invitó a su casa, con el pretexto de tratar cuestiones académicas, y terminó haciéndole un masaje. “Este comportamiento resultaba extraño para el testigo, no obstante accedió ya que consideraba al Sr. de Miguel como su mentor y gozaba de toda su confianza”, dice el texto de la fiscalía. En un segundo encuentro, según testificó el estudiante, el acusado le cogió el pene, ante lo que quedó “en estado de shock”. Este estudiante abandonó la facultad durante dos cursos después de los hechos.

Otra estudiante hizo llegar a la fiscalía correos que recibía del catedrático con expresiones de marcado carácter sexual. Una situación que, explica, la hacía sentir incómoda pero no sabía cómo manejar ni detener. Los correos incluían fragmentos tales como: “Has estado muy bien en la presentación, pero tengo que decirte que te movías mucho y de forma sinuosa (erótica)”; “Para un chico de 60 años como yo un montón de actividad frenética en la cama”; “Ven un día a casa”; entre otras.

“Condenamos todo esto, no lo aceptaremos en la universidad y seguiremos trabajando para que no ocurra”, asegura la profesora Cristina Carrasco, presidenta de la Comisión de Igualdad de la Facultad de Economía y Empresa.

Mecanismos útiles y trabajos pendientes

Las especialistas consultadas coinciden en la importancia que tienen los mecanismos que establecen las universidades para combatir la violencia de género, pero no olvidan que todavía queda mucho por hacer. Carrasco considera que el protocolo del que disponen en la Facultad de Economía y Empresa de la UB “te permite actuar, seguir todo el proceso, y además cuando la gente se entera de que hay un protocolo se anima a presentar la denuncia”.

Ezquerra, no obstante, lamenta que los mecanismos establecidos por las universidades “a menudo quedan en papel mojado”.Verge asegura que en la UPF “en general no se conocen casos de violencia de género, aunque hay instancias a las que pueden acudir las víctimas”. La agente de igualdad del centro no tiene ninguna duda de que se dan casos aunque no los conozcan, y por ello considera que “hace falta mucho trabajo, sobre todo a nivel de sensibilización con el sexismo, que ya es una violencia en sí, y es la base de muchos tipos de violencia”.

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