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“La sombra del franquismo sigue planeando y no sólo porque no sabemos qué hacer con el Valle de los Caídos”

Julián Casanova   Foto Eduardo Bayona

Jordi Corominas i Julián

Barcelona —

Entro en el Edificio Planeta y como siempre siento esa extraña sensación de estar en una estructura de pasado que domina el presente. Subo al ascensor, me llevan a una salita y al cabo de un rato aparece Julián Casanova, historiador y coordinador del volumen ‘40 años con Franco’. El libro, donde escriben firmas que van de Ignacio Martínez de Pisón a Paul Preston, aborda los temas fundamentales de la Dictadura surgida de la Guerra Civil con vocación didáctica y la voluntad de llegar al mayor número de lectores con un claro objetivo: subsanar el desconocimiento masivo que la sociedad tiene de la época previa a la Democracia, algo complicado si se considera la deriva que toma la cultura entre su canalización y la politización de la Historia, muy mencionada pero poco estudiada.

Tengo la sensación de que el libro quiere remediar lo mal que se explica el franquismo en España.

Creo que sí. El libro trata de hacer un balance para un amplio público, la mayoría de ellos extranjeros de la Historia de España, y no es sólo un problema de la generación joven, que no vivió ese período. En Secundaria desde hace decenios no se estudia Historia Contemporánea. Cuando quieres hacer una mirada rigurosa del Franquismo te chocas con dos grandes obstáculos: la propaganda política y las memorias familiares, donde el relato del abuelo prevalece sobre el relato riguroso.

La historia oral como fuente que parece anular la historia académica.

La nómina de historiadores que he conseguido para el volumen, personas que han dado la vuelta al mundo hablando de la materia, están bajo sospecha porque hablan de Franco. Si habláramos de Isabel la Católica o Viriato seríamos considerados una especie de genios.

Pero seriáis inofensivos.

Totalmente, pero nadie se atrevería a decir nada. Hay un dominio mayor de la propaganda política y las visiones interiorizadas. Además un gran partido de la derecha tiene un gran problema con ese pasado. Concebí el libro pensando en esta dualidad de los cuarenta años con Franco que ahora ya son cuarenta años sin él, proyecto que por otra parte se complementa con una magna exposición en Zaragoza a partir del mes de abril para que alcance a muchísima gente. Quería que el libro lograra comunicar con textos breves de treinta páginas lo que fue el Franquismo, y no sólo con cuestiones políticas, sino también con temas que abarcaran la totalidad del período como el cine, la literatura y la mujer. Por otra parte el volumen también ofrece la mirada final de Ignacio Martínez de Pisón de los cuarenta años sin Franco y plantea, desde esta perspectiva didáctica, un bloque de actores del período que ha escrito Carlos Gil.

¿No son pocos diez actores para cuarenta años?

La idea era mostrar las múltiples perspectivas y colores del Franquismo, lo que no le quita rigor al conjunto que también deja claro que no debemos ver la dictadura como una época sólo en blanco y negro.

El tema de los actores es interesante porque la gente de mi generación ha recibido información sobre todo del final del Franquismo y muy poca de la posguerra y la etapa tecnócrata, que conocemos más desde los tópicos.

El Opus Dei está catorce años, pero no sólo en el gobierno. Decide las políticas universitarias, quita la tradición liberal de la Universidad y controla los tribunales de selección. Es increíble.

Y ese es un discurso aislado en los medios de comunicación.

Hay una imagen de la represión de la posguerra que es de las películas y la literatura, también una reflexión sobre el final con Carrero Blanco y los fusilamientos.

Pero hasta de la represión de posguerra se ha hablado poco, la mayoría desconoce bien lo que fue. El relato del franquismo no se ha transmitido bien y eso también afecta al conocimiento de determinados aspectos políticos del presente.

Trabajo fuera de España desde hace años. Una de las cosas en las que nos avanzan las historiografías extranjeras es que en vez de hacer historia de España en español son hispanistas, y eso es fundamental. Las miradas telescópicas son esenciales. Cuando entra Franco la gente piensa en que eso es una peculiaridad española. Entonces la mitad de Europa estaba plagada de dictaduras: nazis, fascistas, ultraderechistas y comunistas en la Unión Soviética. Un año después del final de la Guerra Civil todo ese entramado ha caído. Sin conocimientos, sin una cultura cívica del conocimiento de la Historia, todo lo demás es engañar, y eso hace la propaganda. Por ahora el libro ha tenido un impacto fuerte en las redes con varios tipos de comentarios.

¿Qué tipo de comentarios?

El primero dice eso, pese a no haber tocado en su vida un texto sobre el tema, eso de otro libro más. El segundo salta con eso de otra vez removiendo el pasado. El tercero compara lo que se hizo en el bando republicano para aliviar la carga represiva que se dio en territorio franquista. Los anarquistas matando monjas y curas.

El otro día en el gimnasio asistí a una discusión de ese estilo y un señor al final dijo que lo absurdo era comparar, que la represión franquista de posguerra fue salvaje y despiadada.

Es que además a partir de 1939 los nacionales elevan a los altares a sus caídos, en cambio en la otra parte la memoria quedó olvidada.

En el libro se remarca muy bien la idea de una dictadura por y para los vencedores contra los vencidos.

Sin posibilidad de conocimiento y sosiego predominan las opiniones donde la gente te corta a los dos minutos. España no necesita eso, por eso es tan difícil comunicar bien. En los medios, en la mayoría de los casos, la gente ya sabe lo que tiene que decir, no escucha. De este modo la ley famosa del debate intelectual por la cual te puedo convencer con mis argumentos para que tú le des una vuelta a los tuyos desaparece.

Tampoco creo que la televisión tenga ningún tipo de vocación didáctica.

Exactamente. Esa mirada telescópica sitúa. Cuando surge Franco hay varios tipos de dictadura. En la Europa del Este encontramos regímenes que surgen de países vencidos en la Primera Guerra Mundial. Los dictadores son héroes nacionales. No es el caso de Franco, como tampoco podemos incluirlo en el de las dictaduras fascistas. Franco llega al poder a través de una Guerra Civil y tiene la suerte del fracaso momentáneo de un golpe de Estado. Cuando termina la guerra ya está adaptado a la fascistización de Europa y participa de la misma hasta 1944. Luego vende la moto de lo providencial de su no participación en la Segunda Guerra Mundial, algo que desmienten las fuentes diplomáticas. Fue rechazado por Hitler, porque nada podía ofrecerle, y mandó a cuarenta y siete mil personas a luchar con la División Azul.

La División Azul es otro ejemplo de cómo muchos temas fundamentales del Franquismo se han explicado en un párrafo, porque es un mito que oculta muchas verdades.

Así es. Enseño Historia en la era digital. El tema no es lo que puedes sacar información de la Wikipedia, sino que alguien te sitúe en amplios escenarios y compares, no a través del conocimiento enciclopédico, que es algo que ahora está en todos sitios, pues está en la red. Luego ya llegarán los filtros, pero información no falta. ¿Por qué esta dificultad para mirar libremente el pasado? No es sólo un problema de la política y de los medios de comunicación de la derecha. También responde a un desprecio español por el conocimiento. Les hablas de Preston y te dicen que es un hispanista rojo.

Y dirán que Gibson es un borracho irlandés.

Se supone que si un señor como Preston ha escrito una biografía de mil páginas sobre Franco, traducida a un montón de idiomas, lo mínimo que debe hacerse es conocerlas para debatirlas.

En los países con una sociedad civil normal el papel del historiador es relevante porque regula los tiempos y permite que se establezca una continuidad entre pasado y presente.

En los últimos años doy clase en la CEI de Budapest, creada por George Soros. El pasado de Hungría es traumático. Le meten en dos guerras mundiales y pierde el 75% del territorio y la población. Memorias divididas por pasados traumáticos las hay en todas partes, otra cosa es qué uso político le das, que es lo que pasa en España. El tema es que se use la Historia a la luz de la posición política que va avanzado.

Y el vocero tiene más voz que el intelectual.

Eso es. El historiador español se quejaba del hispanista. ¿Por qué el hispanista tiene tanta influencia en los medios? Porque han escrito historias escritas con elegancia para públicos amplios y se han ido a los medios de comunicación. El historiador español rehuye eso. Escribir para prensa es un ejercicio diferente muy positivo. Hemos perdido la batalla porque los Césares Vidales y los Píos Moas sí han ido a televisiones, medios y plataformas donde lo que dicen obtiene resonancia.

Y hay una voluntad de privilegiar la anécdota al conjunto.

Preston entra en los detalles, habla de cómo Franco ganó dos veces la lotería. Hace cuarenta años la historia social británica definía esas anécdotas como gossips. Ahora la vida cotidiana exige que se hable de las minucias. Christopher Clark en Sonámbulos habla de cómo un ministro austriaco estaba más interesado en sus cartas de amor que en los asuntos militares. Eso es relevante, pero en caso de no serlo me importaría bien poco.

El tono novelesco de la Historia.

El mismo Clark aborda la simultaneidad de la recepción de la noticia de la muerte de Francisco Fernando en Sarajevo. A Cambó la noticia del estallido de la guerra lo coge en un yate. Y dicen que todo olía a Guerra Civil. ¿Seguro? Cambó estaba en un yate.

En este sentido el libro lucha por tumbar la gran retahíla de tópicos que configuran la imagen que el colectivo tiene del Franquismo.

Todos necesitamos mitos. ¿Cómo se construyen desde el punto de vista franquista? Preston dice que a Franco le dan unas máscaras, del héroe del Rif al viejecito que tiene la luz del Pardo encendida para que los españoles vivan en paz. El entramado que está alrededor de las máscaras son los que generan que en sociedades en vías de alfabetización cuajen esos mitos. El Franquismo es una construcción cultural, que impregna la vida de los ciudadanos y no se tumba en la Transición. Si lo revisas te dicen que calles, por eso se ha mantenido.

Y claro, Franco en realidad ha quedado impune de crímenes.

Sí, porque la estructura vence al personaje en la concepción de esos períodos. Hitler no estuvo en la Conferencia de Wansee que decidió la Solución Final y a Franco le temblaba la mano al firmar las sentencias de muerte. Ambos quedan como menos malos que sus secuaces. De Franco se dice que era austero. ¿Austero? Cortijos, pazos, caza, pesca, collares. ¿Qué es eso de la austeridad? Una excusa para sacar un punto de partida para catapultar un cierto mito.

Y el mito se catapulta desde mecanismos de comunicación pública. En mi caso estudié un doctorado de Historia y hasta el segundo curso no tocamos la República y la Guerra Civil.

Y eso en el campo de las Humanidades. Fíjate en el de Medicina o en el ingeniero, en los años donde sacar una carrera servía para ganar dinero. Una cosa es la preparación profesional y otra la cabecita. ¿Dónde están el pensamiento analítico y la lectura crítica en la Universidad?

Al no existir una voluntad de enseñar determinados conocimientos en la carrera académica la autocrítica desaparece, no se formula una educación para crear mejores ciudadanos.

La Historia no te ayuda a ser más libre en el presente, pero sí a aprender de esos ecos desastrosos. Mark Twain decía que la Historia no se repite, pero a veces rima. Los ecos te irán trayendo, depende ya de si los escuchas o los ignoras. Cuarenta años de Franquismo marcan profundamente la Historia de España y marcan todas las facetas de la vida. Su sombra sigue planeando y no sólo porque no sabemos qué hacer con el Valle de los Caídos. Que aun exista un rechazo a que un familiar pueda dar con los restos de un familiar en una cuneta es gravísimo. Además las memorias personales son muy diferentes, hay que comunicar todo este tema con precisión a los chavales.

Todas las familias tenemos nuestro relato franquista, y por desgracia estos relatos orales no tienen una plasmación escrita que libere el ruido.

O que tú seas capaz de liberarte de los relatos cuando lees algo. Es el fondo de todo. Moradielos habla de cómo se ha visto Franco en el papel. En ese sentido hay un debate muy científico sobre si el régimen es fascista o totalitario que no hemos sabido divulgar. Los conceptos están basados en el conocimiento, no son debates políticos.

Pero eso es hasta el fácil uso cotidiano de fascismo, que ha perdido su significado por el enfrentamiento y el berrinche.

Exactamente. También es interesante ver, y eso lo dice Mainer, ver cómo en el cine y la literatura se rompe con una tradición que se va a la tumba o al exilio.

En el cine el libro lo presenta desde el principio al hablar de una ruptura total. Todo lo anterior a 1939 queda desterrado.

Y todos los historiadores lo mencionamos. Luego evoluciona hacia el desencanto como bien plasma Sánchez Vidal al cerrar con la película de Chávarri sobre los Panero, idea que también aparece en la parte de Borja de Riquer al hablar de cómo Franco murió en la cama y en la de Ignacio Martínez de Pisón, un adolescente de quince años que cuando expiró el dictador esperaba mucho más de lo que vendría. Ahora del desencanto hemos pasado a la desafección.

¿Se cumplen ciclos de cuarenta años en este país?

Lo que ocurre ahora está muy relacionado con el contexto internacional. No se puede separar de lo que ha pasado en otros países mediterráneos, de su integración en Europa, los políticos clientelistas y endogámicos, mucho más que en los países protestantes.

Este ciclo histórico actual se compara con los últimos años de la Restauración.

Más que comparaciones hay que buscar paralelismos. Ahora, por ejemplo, ya podemos hacer una interpretación rigurosa de la Transición. No estoy convencido de la posibilidad de hacer revisiones desde el presente político a cada momento, porque así no funciona la Historia.

A veces la Transición parece una especie de kilómetro cero, como si lo anterior no hubiera existido.

La gran perjudicada de todo esto fue la República. Tras el 23F la Monarquía quedó como un elemento de reconciliación que hizo que en el relato la República quedara como la antítesis y como la generadora de la Guerra, cuando esta en realidad surgió del golpe de Estado de julio de 1936, que de haber triunfado hubiera creado algo muy diferente, pero no una Guerra Civil, pero es igual porque la gente ya ha olvidado.

Y con el olvido de la República te olvidas de la edad de plata cultural de principios del siglo XX.

Sí, pero si mencionas el gran proyecto cultural de la República te saltan con la revolución de Asturias. Si les hablas de Azaña, un intelectual y un gran orador que hizo unas leyes militares que no se habían intentado nunca, te salen con otro aspecto que para ellos es negativo.

Y desde esta perspectiva matas la posibilidad de enseñar una idea concreta muy interesante de España.

Sin duda, pero la imagen impuesta triunfó en los libros de texto y ha cuajado, curiosamente en un país donde hay un acuerdo bastante amplio de los historiadores profesionales en contra de eso. Algo de culpa tendremos.

¿Cómo podemos comunicar bien la Historia?

Los historiadores, al menos la mayoría, saben leer críticamente y pensar analíticamente. Esto hay que comunicarlo. Debemos dar una importancia capital a la lectura crítica de la Historia, no sólo a la transmisión de hechos. Hay que hacer un gran esfuerzo para la educación. Por otra parte los medios deberían tener una mirada libre, sin trabas de ningún tipo, que no bloquee.

Educación, lectura crítica, difusión.

Y una gestión pública del pasado por parte de los políticos. ¿Qué hacemos con el Valle de los caídos? ¿Lo derribamos? ¿Dejamos que caiga? ¿Lo convertimos en un lugar de la memoria como Auschwitz? En mi tierra Belchite se ha caído, en otro país sería un lugar de la memoria.

En este país las calles son lugares sin Historia, no hay información de lo que ha ocurrido en ellas.

El callejero fija la Historia de vencedores y vencidos, no es neutro, ni siquiera el de Manhattan. La gente pasa por la calle y desconoce el porqué de los nombres de las placas, que se cambian a través de decisiones políticas en momentos determinados. El turismo español es un turismo superficial. No creo que exista ahora ciudad con más dinamismo turístico que Barcelona.

Sí, pero en Barcelona precisamente el callejero y la explicación histórica ha borrado de un plumazo, por ejemplo, el gran relato anarquista de la ciudad.

El Anarquismo fue el gran perdedor de la Transición desde cualquier punto de vista, incluida la represión. No son nadie en la Transición, no tienen apoyo internacional, se quedan aislados y ellos, al sentirse acosados, se encierran en la militancia. La Barcelona revolucionaria de 1936 a 1938 es una historia fascinante, desde la lucha de clases al anticlericalismo, pero también mucha bondad por detrás de gente que creía en un paraíso terrenal que iba de los comedores sociales en el Ritz a la lucha por extirpar la analfabetización. Y todo eso se ha diluido en el tópico de la quema de conventos.

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