El dilema al que se enfrentan las Candidaturas de Unitat Popular (CUP) es de los que hacen historia. Historia de Catalunya, sin duda. Deben decidir si invisten o no a Artur Mas como presidente de Catalunya. Y no es una cuestión nominal. En la figura del President descansa la piedra angular del ‘Procés’ como lo hemos conocido hasta ahora.
Junts pel Sí es una creación personal de Artur Mas, y de la cúpula de Convergència, con el doble objetivo de enmascarar la derrota que pronosticaban las encuestas si acudían a las elecciones con sus siglas y lograr los escaños suficientes para garantizar la reelección del President. Estas eran las dos condiciones imprescindibles para conseguir la refundación de Convergència, lastrada por la corrupción y los recortes. La acumulación de fuerzas independentistas en una sola lista permitía evidenciar el plebiscito, el referéndum prohibido por el Estado. Así lo han entendido sus 1.620.973 votantes (el 39.54%), pero este no era el único objetivo.
Artur Mas es el principal patrimonio político de Convergència y, en consecuencia, su salvación política es una cuestión vital para el partido. Artur Mas está obligado a acometer todo lo que esté en sus manos para ser President. Así fue cuando planteó la disyuntiva a ERC y a las entidades soberanistas entre ‘lista única’ o elecciones. Así fue cuando aceptó la insólita posición de ir cuarto en la candidatura. Así es ahora, cuando toda la maquinaria de CDC se ha puesto en marcha para presionar a las CUP. Y de la presión a la extorsión existe sólo un paso cuando el planteamiento que se impone en las redes sociales es “o Artur Más es President o se hunde el Procés”.
El desenlace de las elecciones del 27-S ha resultado endiablado para Junts pel Sí y, también, para las CUP. La candidatura de CDC, ERC, disidentes de Unió y del PSC y las entidades soberanistas aspiraba a la mayoría absoluta, o, como mínimo, a los escaños suficientes que permitieran investir a Artur Mas con la abstención de las CUP. Pero no ha sido así. Los 62 escaños obligan al partido que encabeza Antonio Baños a votar afirmativamente en la investidura. O a impedir su nombramiento. No hay escapatoria.
El proceso independentista ha estado impulsado desde la ciudadanía. Ha sido un movimiento social al que se han sumado las élites nacionalistas. Por eso es un inmenso error identificar la ‘revolta catalana’ con Artur Mas. Pero sí es cierto que Mas y su partido han demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación y una gran habilidad a la hora de utilizar los instrumentos políticos, económicos y mediáticos del Govern para imponer su discurso único, hegemónico.
Junts Pel Sí, y la presidencia de Artur Mas, es la llave de toda esta estrategia. La llave del sistema. Y, paradójicamente, la llave está en las manos de las CUP, que llevan veinte años construyendo su proyecto en favor de la independencia de Catalunya, pero, también, combatiendo el sistema que encarna Artur Mas, la cúpula de Convergència y todo un entramado de intereses que monopolizan el poder en Catalunya. Por eso su dilema ahora es colosal.
Los representantes de la CUP se han impuesto el silencio hasta su asamblea del 8 de octubre. Antes han dejado sobre la mesa algunas propuestas tan ‘originales’ como presidencias corales o rotatorias. Pero en el fondo saben, que sólo tienen dos posibilidades. O apuntalar el sistema de poder en Catalunya. O iniciar una verdadera ‘revolta catalana’, que no tenga en cuenta ni ‘el discurso único’, ni ‘el presidente único’. Que busque alianzas y complicidades con la mayoría social que está a favor del ‘dret a decidir’ y a favor de la ruptura del estatus quo, tanto el de España como el de Catalunya. Por eso ha llegado la hora de la verdad para la coherencia de las CUP. Y para Catalunya.