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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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Día de furia en el Parlament

Carles Puigdemont en el Parlament.

Neus Tomàs

Solo quienes no conocen a Carles Puigdemont pensaban que no intentaría llegar hasta el final. Cuando el president Artur Mas le pidió in extremis que aceptase ser el presidente, él puso dos condiciones. Una era que no le cambiasen el guión a media partida. La otra, que los suyos tuviesen claro que una vez hecho el trabajo no sería el candidato a las elecciones. Así, con mucha convicción y no menos errores, Puigdemont y la mayoría parlamentaria que sustenta a su gobierno han ido avanzando hasta llegar a la votación de la ley del referéndum y su posterior convocatoria. La desobediencia era esto.

Hasta ahora se habían forzado las costuras del reglamento parlamentario. Ahora ya se han roto. Es en lo único en que parecen estar todos de acuerdo. Al final ha habido choque, la culminación de una estrategia que evidencia que de aquí al 1 de octubre no habrá marcha atrás. Inhabilitar uno por uno a todos los miembros del Ejecutivo o solo al presidente de la Generalitat, amenazar a políticos y funcionarios con la pérdida de su patrimonio, situar (otra vez) a los Mossos en el centro de la pugna política o presionar a Ada Colau con titulares falseados no servirá para que un porcentaje muy destacado de la sociedad catalana reconecte con el resto de España. De la desafección que preocupaba a Montilla se ha pasado a la desconexión sentimental. Y eso no hay Tribunal Constitucional ni de Cuentas que lo resuelva.

La sucesión de informes, peticiones y recursos presentados por la oposición no frenará a Puigdemont pese a que están más que fundamentados y sobradamente justificados. Porque esto no va de leyes. O no solo va de legalidad. Va de política. La política lo estropeó, con episodios surrealistas como el pleno de este miércoles, y en algún momento la política deberá recomponerlo.

El tándem Rajoy-Santamaría tendrá que reflexionar y pensar por qué la situación ha llegado a este punto.Una pista: La miopía del PP, sazonada con una desidia provocada por el cálculo electoralista, ha contribuido, y de qué manera, a enquistar el conflicto. Así que ellos serán también responsables el día 2 de buscar las soluciones.

Del mismo modo que Puigdemont y Junqueras deberán leer el resultado de esta jornada y las que vendrán, con o sin urnas, en clave de país, el de todos, no solo el que convenga al independentismo. Porque si al final el objetivo era solemnizar otro 9-N para forzar una negociación con el Gobierno central sería honrado reconocerlo. Si el propósito es proclamar la independencia, vote quien vote, se agradecería que explicasen cómo piensan conseguirlo con un Estado que ni tan siquiera se aviene a negociar un referéndum.18 meses después siguen acumulándose preguntas sin respuesta.Tal vez porque no las hay.

Mientras, en las próximas semanas harían bien muchos articulistas, editorialistas y avezados portadistas en emular el ejercicio mental que realizan la inmensa mayoría de catalanes (sobre todo los que tienen una vida fuera de las redes). Esto es, combatir la crispación con toda la calma posible. Aunque me temo que eso tampoco podrá ser de aquí al 1-O.

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