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Ganar la electricidad en Barcelona

La Alianza Contra la Pobreza Energética ocupa una oficina de Endesa / ROBERT BONET

David Llistar

Observatoria de la Deuda en la Globalización (ODG) —

El sistema eléctrico de Barcelona reposa básicamente en manos de un monopolio lucrativo transnacional, Endesa (antigua Fecsa), que en 2013 presentó beneficios netos por valor de 1.879 millones de euros. Los vecinos a los que se les corta la luz por no poder pagarla (pobreza energética) en barrios como el de Ciutat Meridiana son salvados por un muy reciente fondo público del Ayuntamiento de Barcelona dotado con 500.000 € y no por Endesa, que avisa al Ayuntamiento cada vez que alguien no paga su micro-deuda con la compañía. ¿No debería ser la empresa quien tuviera que asumir los impagos como pasivos del negocio? Se desconoce el número de cortes en la ciudad por no existir aún normativa.

Por otra parte Endesa (para quienes trabajan notables espabilados como el ex-presidente Aznar por entre 300 y 400 mil euros anuales, o los vicepresidentes Solbes y Salgado, entre otros miembros de la casta) y el resto de compañías del llamado Oligopolio, han convenido con el PP (y la abstención de CiU) el desguace de las energías renovables para salvar sus intereses fósiles, nucleares y megahidroeléctricos. Lo han hecho principalmente por medio de la retirada de las primas a las renovables –y en cambio no a las energías sucias como el gas– y por medio de la inminente imposición de peajes para instalarse en casa o en el trabajo micro-centrales de generación eléctrica (por ejemplo, paneles solares en las cubiertas de los tejados y balcones).

Endesa y el PP imponen en Barcelona la electricidad sucia procedente principalmente de las centrales nucleares de Tarragona, y las centrales de ciclo combinado (gas) de las cercanías. Suministro eléctrico centralizado para poder controlar el negocio cautivo del suministro a los barceloneses y resto de habitantes del país, justo en tiempos en que podría impulsarse la instalación distribuida masiva de paneles en las cubiertas de los tejados de pisos, casas, escuelas e industrias, evitando electrones sucios y parásitos empresariales. Con una transición de este tipo –en Catalunya lo llamamos “relocalización energética”– la autonomía y ahorro de las familias, comercios, hospitales, fábricas aumentaría, y podrían nacer (como ya está sucediendo en Alemania), iniciativas comunitarias y/o pequeñas de generación, ahorro y consumo de energía, incluso de distribución. Eso sí que sería ser una ciudad “smart”. Además, la ciudad se adaptaría significativamente los límites planetarios que nos imponen climáticamente un cambio de modelo energético, y los barceloneses/as cortaríamos con una parte del acaparamiento energético que la ciudad provoca sobre las poblaciones situadas en las minas de hidrocarburos y uranio, como el Delta del Níger, con Argelia, Qatar y Egipto, principal origen del gas que consumen los hogares en Barcelona.

Pero el punto neurálgico son las redes de distribución, que permitirían redistribuir los excedentes entre quienes los requieran consumir en cada momento. La ley de liberalización del sector eléctrico obliga a segregar entre empresas diferentes la generación de la distribución y el consumo, de forma que el Ayuntamiento cuando generara electricidad en sus propiedades municipales para autoabastecerse por ejemplo, debería crear una empresa municipal de generación (ya la tiene, Tersa se llama), una de distribución y otra de comercialización (estas dos no). El quid de la cuestión radica en que la misma ley estatal que regula el sistema eléctrico define la red como un monopolio natural físico. Para disponer de tu red estás obligado a ponerte de acuerdo con los que dominan actualmente la red. Quién gestiona en Barcelona la red de distribución es también Endesa. Actúa como propietaria de facto y no lo es. Y si el Ayuntamiento quisiera municipalizar y relocalizar la energía, por las razones favorables a la ciudadanía que ya hemos dicho, el monopolio empresarial muy posiblemente se resistiría a ceder la red apelando al monopolio natural, y abriría con toda su potencia un litigio y una campaña de miedo basado en la falta de capacidad técnica del consistorio. Lo haría estratégicamente, para detener un posible efecto dominó en días en que esto es viable. Todo el negocio.

Pero donde mejor que la ciudad de Barcelona para ganar demostrativamente la electricidad a las ciudades secuestradas por oligopolios corporativos que imponen modelos absurdos e inviables a futuro? En Barcelona hay movimientos sociales como la Alianza contra la Pobreza Energética , la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la FAVB, la Red para la Soberanía Energética, etc ... que lo piden y trabajan. Hay también partidos sensibles al tema, y hay suficiente músculo tanto para aguantar el pulso de un monstruo corporativo, como indignación y sueños para hacer de faro internacional, tal y como lo hacen algunas ciudades alemanas como Hamburgo o Berlín. Todo está en nuestras manos.

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