La expresión que más escuché en el Concert per la Llibertat fue, curiosamente, castellana (bueno, es un decir). Se trata de: Gallina de piel. Supongo que el ámbito donde se desarrolló el concierto (la que fue Casa Cruyff) favorecía este tipo de locuciones. Una expresión muy ajustada, sin embargo, al éxito emocional y político del concierto del Camp Nou. Como decía aquella hermosa canción de los Nacha pop, el acto fue Magia con precisión. Un estallido de orden, de fuerza y de alegría que encamina muy bien los pasos de la próxima cadena del Once se septiembre. Vamos muy bien.
La Música
El concierto tuvo dos partes. La primera fue el Concert per la Llibertat. La segunda, un concierto por LliberLlach. Un homenaje musical del tipo Llach&friends que tuvo un carácter más elegíaco y sinfónico y que, por tanto, no valoraré.
Pero la primera parte tuvo momentos notables. Es cierto que la elección del cartel podría ser discutida con razones y que se hizo quizás demasiado abundante en nombres, pero en general tuvo un buen tono. Yo me quedo con el recuerdo a Ester Quintana por parte de Cesk Freixas y con un Titot inmenso y convincente. La versión enérgica y fantástica que Yacine Belahcene hizo de La mala reputación de en Brassens...
Un hecho menor aunque políticamente notable sucedió durante la potente actuación de Fermin Muguruza, que rescató temas de Negu Gorriak. La realización de TV3 tuvo ciertas dificultades para encontrar ikurriñas en el estadio... Vasquitis is dead. Como decían los antiguos: Oh tempora, oh mores.
El acto, artísticamente, tuvo un carácter transversal. Transversal en el tiempo, quiero decir. Entre los 70, los 90 y el presente. Y con esta vocación de recrear grandes momentos de la memoria colectiva, tuvo abundante presencia la poesía, en una especie de recreación de aquel 'Price dels poetes' del año 70. Que un movimiento preocupado por construir una república lleve al escenario del Camp Nou a Pedrals y Cassasses es, sin duda, una muy buena señal.
Simpático el momento Dyango, el nacimiento de un nuevo héroe para regalo de la españolíssima 13TV. Pero si debemos destacar una actuación, yo no tengo ninguna duda: Peret. Recuperando su sobrecogedora versión de El emigrante, creó uno de los momentos más emotivos y trascendentes de la tarde. Y para redondearlo, la inteligencia simbólica del gitano de la calle de la Cera le hizo rescatar aquella “Barcelona tiene poder” de los tiempos del cosmopolitismo y la banalidad para convertirla en un “Cataluña tiene poder”. Canto soberanista ... ¡en castellano! ¡Bravo Peret!
La gente
Si entre los lectores de estas líneas se encuentra ninguna persona de fuera del Principado que todavía tiene dificultades de comprensión sobre la naturaleza de la rebelión republicana catalana, el concierto era el lugar más adecuado para hacerse un retrato preciso de quién alimenta el cuerpo de la revuelta.
La Gran Recesión iniciada en 2008 ha tenido sus efectos más demoledores sobre las clases medias, los profesionales, la menestralía y el trabajo organizado (público o industrial). Y son estas clases las que han alimentado las protestas sudeuropeas y han experimentado nuevas formas políticas. En Grecia o Hungría, como ya ocurrió en Francia con Le Pen, el miedo ha tomado las riendas y el neofascismo ha capturado el imaginario. En Italia, siempre escénicos, la mezcla de espectáculo y redes ha dado como fruto los grillini. En Cataluña, estas clases no han “adoptado” un discurso nuevo o populista. Han ensanchado y actualizado una tradición política centenaria. El público de ayer era gente que se resiste a ser precarizada, triturada y que encuentra la forma natural de resistencia en un proyecto republicano. Era el centro de la sociedad, no el centro político; era el cuerpo central, el grueso del país. El milagro catalán es, pues, que ha encontrado un nuevo discurso anti oligárquico donde ya lo tenía. Que lo ha hecho crecer sin liderazgos personalistas y que lo lleva hacia un terreno de orgullo y potencia. No de miedo ni de rabia fumigadora, como ocurre en tierras vecinas.
La logística
Carme Forcadell, hablando de la próxima cadena humana, se refería con insistencia a un concepto raro: “reto logístico”. Bajo esta frase de una mediocridad muy contemporánea se esconde el gran éxito de los planteamientos de la Assemblea Nacional Catalana. Frente a otras respetables pero arrebatadas formas de protesta como la mani, la toma de la plaza o el mitin, la ANC ha optado por la complejidad del formato. No es un tema menor. La impecable organización y comportamiento del público, preludio de la cadena, da a entender claramente un programa político. No sólo queremos la independencia sino que la pedimos exigiéndonos retos de mayor complejidad. De encaje de habilidades, talentos y territorios. Y lo hacemos todo adelantándonos a la evidente complejidad de la construcción de un proceso constituyente. Para mí, una de las mejores imágenes del Concert per la Llibertat era la inmensa hilera de autocares aparcados en la Diagonal. Son retos logísticos, ciertamente, los que dan la dimensión de madurez a un movimiento ciudadano... Y ahora los catalanes, conscientes de que el mundo nos ve y nos admira, hemos optado por la vía del reto logístico, o dicho a la catalana manera: la vía castellera. Cada vez más alto, con mas gente, más alegre y mas emocionante.
Puede parecer un comentario demasiado burgués o poco alocado, es cierto, pero la impresión política del concierto de ayer será mucho mas perdurable que la de una expresión tradicional. Las masas autoorganizadas y conscientes de sí mismas devienen pueblo. De eso iba ayer el Concert.
Justo un día antes del concierto, en un acto del partido lerrouxista, Ramón Tamames aseguró que “la independencia está fuera de la naturaleza de los hechos y las posibilidades”. Lástima que, por un día, el pintoresco economista no pudiera comprobar como la masiva, festiva, alegre, y persistente naturaleza de los hechos catalanes hizo que las posibilidades de alcanzar la República, acabado el concierto, sean mucho más anchas y lozanas. ¡Nos vemos en la cadena!