No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio.
(Albert Camus, El mito de Sísifo)
Pagar a la romana es ir a medias. Actuar a la romana puede tener un regusto a fritanga, pero en realidad huele a falsa modestia bien aliñada con recursos retóricos de disimule. Es lo que en parte ha sucedido con la lista unitaria de la opción independentista. Forcadell y Casals, tanto monta monta tanto, parecían muy felices de pertenecer a entidades privadas cuando se veía a la legua su deseo de saltar a la palestra política. Una vez han logrado su objetivo nadie se extraña, como tampoco debería sorprendernos la presencia en la candidatura de Eduardo Reyes, portavoz de Súmate, quien de ser ninguneado en la televisión pública catalana pasa a engrosar el ramillete del folklore soberanista donde tres presencias políticas hablan bien claro de algunas claves del Procés.
La primera es Oriol Junqueras. ¿Cómo es que el triunfalista candidato de ERC se ha bajado los pantalones y ha aceptado ir por detrás del President en el elenco? Fácil. Las encuestas han rebajado su sorpasso a la insignificancia previa al 25N del 2012 porque las CUP le han robado el verdadero voto de izquierda. Ante esta situación ser vicepresidente de un hipotético gobierno tras el 27S no suena del todo mal y claro, vender la moto de una renuncia en pos de la unidad tiene ese regusto de humildad y abnegación pese a la falsedad de ambas virtudes en este caso concreto.
La segunda es Artur Mas a quien se le podría comparar con el da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor de Samuel Beckett por sus múltiples intentos de enderezar su criatura tras su caída camino de Damasco de junio de 2011, cuando tras verse asediado en el Parlament entendió la utilidad de esconder las retallades y pasar a les estelades para evitar barricadas. Desde entonces, como un camaleón con sobredosis de colores, ha sabido monopolizar el discurso y resucitar infinitas veces cuando se intuía se desmorone. Al menos en su bando es el vencedor. Lo demuestra la reunión definitiva, donde se sacó de la manga ser el número cuatro de la candidatura folklórica manteniendo el as de ser investido Molt Honorable por tercera vez si, como resulta previsible, su grupo gana las elecciones.
Lo ha logrado con la astucia de quien cree enmascarar la basura de un partido desacreditado y a la deriva que tiene su principal sede embargada entre un sex shop y un bingo en el carrer Còrsega de Barcelona, metáfora de un encajonamiento que se salva al tener enfrente la Casa Comalat, esa extraña pieza modernista donde pese a quererlo no podría espejarse CDC. ¿De verdad lo querían? ¿De verdad aspiraban a ser como sus abuelos de la Lliga Regionalista?
Durante tres décadas el papel les fue como un guante. Bien entrado el siglo XXI decidieron jugar a la ruleta rusa y desafiar la lógica del catalanismo con una mezcla anómala. Unir en un mismo paquete una supuesta izquierda nacionalista, el conservadurismo burgués y la base popular es algo que sólo se vio en 1906, cuando el niño estaba en pañales y exhibía un entusiasmo revolucionario, con la Solidaritat Catalana. El proyecto fracasó porque había demasiadas sensibilidades en un barco y en medio se cruzó la Semana Trágica.
Pero ahora todo es diferente. El concepto fundamental es plantear la batalla del 27S, como todo el Procés, desde la desactivación de la ideología inspirándose en un modelo a la italiana que asimismo puede contemplarse a lo grande tanto en USA como en la UE. En el país transalpino se observa en el antiguo PCI. Se refundó en Democratici di Sinistra, mantuvo la hoz y el martillo con un arbolito y en 2008 optó por rebautizarse como Partito Democratico para eliminar cualquier atisbo del esplendor pasado y emparentarse con la formación del mismo nombre de los Estados Unidos. De este modo se licuaba su cariz de izquierdas y todo ya era lo mismo y se perfilaba la ruta hacia una sociedad bipolar neutra, la mejor plataforma para imponer reformas estructurales que tanto gustan en Bruselas.
En este cometido entre la tercera personalidad del baile: Raül Romeva. Vender su pátina de antiguo ecosocialista da otro aire al soberanismo, como si así se hiciera creíble su inexistente giro social, pero si se analiza la elección con detenimiento se alcanzan varias conclusiones muy interesantes. Una de ellas es estética y absurda. Algunos periodistas han querido ser originales y le han comparado con Varoufakis. Sin embargo su modernidad es más catalana, a lo Jordi Labanda, de ese gafapastismo ya superado que para algunos debe ser la panacea de ir a la última moda. Si dejamos de lado estos aspectos tan frívolos e importantes y vamos al grano podemos afirmar sin discusión que su inclusión en la lista de listas es una operación para anular lo ideológico, propulsar más aún el maná de la independencia como bandera compartida por toda una sociedad y cruzar los dedos para ver si el timo funciona. Romeva ya no es de izquierdas, es uno más del grupo, de otro modo no hubiera aceptado encabezar la candidatura sin optar al cargo supremo. Otros dirán que lo suyo, como en Junqueras, es abnegación. No lo creo. Es mercadotecnia.
Al otro lado del ring están los disidentes, teselas de un mosaico plural que siguen la corriente de la prédica que ha invadido todas las parcelas de la vida catalana. Eso ha generado en un intento múltiple de unificar propuestas. El PP intentó la surrealista de ir junto a PSC y Ciutadans, rechazada tanto por unos como por otros. La CUP, a sabiendas de poder ser la llave que abra las puertas de una futura gobernabilidad, navega cómoda en sus aguas de libertad y socialdemocracia, dos cartas para poder elegir donde arrimarse y ser fundamental. Unió puede arañar votos moderados, caer en la nada absoluta o dar una sorpresa. El otro conjunto es 'Catalunya sí que es pot', a quien debemos aplaudir por ser más consecuentes que sus homólogos españoles, enfrascados por culpa de la rabia de Alberto Garzón y otros en la eterna división de la izquierda al no entender que las ideas progresistas necesitan en este tiempo un bloque sólido para exhibir músculo y soñar con una victoria imposible desde otros parámetros.
El nacimiento de 'Catalunya sí que es pot' es una estupenda noticia, pero disgusta ver cómo por imperativos del guión han debido formular rápidamente su idea de República Catalana independiente o asociada a España. Les iría mejor si pensaran como la alcaldesa y dijeran, simple y llanamente, que están de acuerdo con el dret a decidir, algo de sentido común. Para hacerlo debe cambiarse la Constitución de 1978 y espero que ese momento llegue tras las legislativas españolas y el nuevo panorama en Las Cortes, más repartidas que nunca en sus escaños. Mientras tanto bien harían en proponer políticas útiles a la ciudadanía mediante un programa creíble donde el eje izquierda- derecha se manifieste para enseñar cómo se puede construir otro país basado en el bien colectivo.
¿De verdad en estos tiempos lo más importante es la independencia y la forma sociopolítica de Catalunya? No. ¿Tan difícil es ver cómo el monopolio mediático ha logrado esconder los problemas esenciales de los ciudadanos? No lo creo. ¿Existen alternativas para salir de este bucle? Sí.