A lo largo del último mes cada sacudida del Procés me animaba a escribir, pero llegaba el momento y esperaba. Quizá porque había otros frentes más importantes, desde el invierno vendido como ola de frío hasta la estafa de la luz y la escalada de tensión de Donald Trump, nefasto como el uso excesivo que en todas partes se hace con su figura de la reductio ad hitlerum.
La trilogía catalana del mes, desde mi punto de vista, empieza con la visita a Bruselas del Muy Honorable Carles Puigdemont, el vicepresidente Oriol Junqueras y el consejero de Asuntos Exteriores, Raül Romeva. El dinero gastado en publicidad irrelevante en grandes periódicos europeos no se correspondió con la repercusión de los discursos en una sala repleta de amigos y conocidos a los que se unieron algunos diputados de naciones históricas del Viejo Mundo. Nada sorprendente y muy de política española. Lo contó en 'Todo lo sólido' Antonio Muñoz Molina, refiriéndose a las actividades del gobierno central en Nueva York. De este modo la mímesis entre los oponentes se confirma sin necesidad de rebuscar mucho. La diferencia es que mientras en Madrid organizan estos saraos por sistema, en Catalunya los revisten de solemnidad y hasta se inventan sabotajes delirantes, como la famosa recepción de los embajadores, para realzar el habitual victimismo, tan nocivo e innecesario.
El segundo capítulo de la santa trinidad de enero fueron los presupuestos. Tras mucha previsible intriga no se produjo en las CUP otro empate chiripitiflaútico y se dio vía libre para la aprobación de las cuentas de Junqueras, porque es más importante el camino hacia la independencia que tener una agenda social justa en estos tiempos de penurias. El dato es fundamental al permitir seguir las pautas del Procés y no parar con la cantinela del “referéndum o referéndum”, que a raíz de los últimos acontecimientos quizá se acelere y hasta se celebre en mayo. Si quieren podríamos celebrarlo mañana. La repetición del 9N es la constatación del fracaso y el triunfo de una huida hacia adelante que a medida que avanza cobra siempre tintes más esperpénticos.
El paréntesis de estas tres acciones aparece en Barcelona, donde el Consistorio de Ada Colau ha vivido su mes grande. La imposibilidad de la unión de los grupos opositores ha posibilitado la aprobación de los presupuestos. Lo demás, desde la vivienda social hasta el razonable PEUAT, se ha refrendado por acuerdos de geometría variable, lo que ha provocado quejas en algunos sectores, algo absurdo porque la antigua Convergencia i Unió (CiU) siempre había aprobado medidas relativas al primer debate, y se agradece esa coherencia desde lo municipal, lo mismo que las posturas de ERC y las CUP con relación al problema hotelero.
Otra asunto es ver si los comunes apoyarán una consulta no vinculante o se decantarán por un acuerdo con el Estado.
A veces da la sensación que la Ciudad Condal sea un oasis de calma en medio de un mar de locos que alcanzó su apoteosis con las charlas de Santi Vidal. Las revelaciones de Cristian Segura, a los que algunos han acusado de ser una especie de agente del CNI, mostraron la desfachatez de unas proclamas que, de ser ciertas, suponen una burla a toda la ciudadanía. De hecho ya lo son por cómo las pronunciaba el antiguo magistrado, de los datos fiscales al apoyo de un país no europeo, de la formación en espionaje a las otras barbaridades que soltó ese personaje tan típico de la política de nuestra tierra. Antes, pero, estas perlas las decían hombres protegidos de modo muy férreo por el entramado. Pienso en Pich i Pon, el de la luz genital, que era presidente de la Cambra de la Propiedad Urbana. Pertenecía al Partido Radical y espetaba idioteces cada dos por tres sin que su carrera se viera perjudicada. En el caso de Vidal su actuación es tener el enemigo en casa, todo un logro.
Guillem Martínez opina que estamos en la agonía de todo el tinglado, que más o menos se finiquitará el próximo otoño. Yo no soy tan optimista. Coincido en él que dentro de este serial tan bien organizado aún inventarán alguna épica más para exaltar y alargar el tema. No hay que mirar muy lejos, pues con toda probabilidad suceda este lunes con el juicio a Artur Mas y una nueva concentración gloriosa para la que a estas alturas ya han confirmado su asistencia más de quince mil asistentes sin necesidad de crear un evento en Facebook. Lo grave es que el propio Govern incita a que los trabajadores falten a su trabajo para dar su apoyo, algo muy democrático, qué duda cabe. Tengo mucha curiosidad y preocupación por ver cómo juzgarán los que vendrán todo este período. La infinitud de días históricos se desvanecerá. La cuestión es ver qué queda y cual es el trauma futuro de tanto despropósito.