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Inés Arrimadas, una candidata ante un horizonte electoral inédito

Gemma Nierga

En la distancia corta Inés Arrimadas es exactamente igual a como la vemos en televisión: una mujer joven, 36 años, inteligente, perfeccionista, buena comunicadora. Pero transmite, en la distancia corta, una cierta frialdad, como si se guardara los sentimientos y las emociones. Quién sabe si se los guarda para la noche electoral del 21 de diciembre.

Todas las encuestas le están siendo favorables y yo creo que ni ella misma da crédito a lo que está ocurriendo. No porque dude de su partido o de su propuesta, sino porque las circunstancias y las encuestas están dando una fotografía electoral inédita. Por primera vez, partidos soberanistas corren el riesgo de sumar menos de la mitad de los escaños del Parlamento y, por primera vez, Ciudadanos -un partido nacido hace apenas nueve años- puede ganar unas elecciones.

Arrimadas está casada con un nacionalista que había militado en Convergència. Este es un detalle que, hasta ahora, ella había preservado mucho en su intimidad pero que en esta campaña cuenta con mucha naturalidad. La misma naturalidad con la que dice que muchas familias catalanas se han roto por culpa del procés. La suya no. La suya, de posturas ideológicas bien distintas, no se ha roto. Van a celebrar en Jeréz de la Frontera o en Ripoll la Navidad en perfecta armonía.

Arrimadas va lanzada en las encuestas, pero ella misma es consciente de que va a ser muy difícil llegar a la presidencia porque, aunque ganase, necesitaría el apoyo de partidos como los comunes, que no parece que se lo vayan a dar.

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