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Josep Lluís Trapero, un icono en el punto de mira

Trapero ganó relevancia pública por la gestión comunicativa de los atentados en Barcelona

Yeray S. Iborra

Ya no hay nombres norteamericanos. Cuando se pregunta –al menos en Catalunya– por un policía, el que primero se venga a la cabeza, ya no se cita al enésimo personaje de una serie o película yanqui. Ni True Detective, ni The Wire, ni Miami Vice. Desde hace unas semanas, un resorte automático empuja a contestar Josep Lluís Trapero (Badalona, 1965).

La fama del 'major' de los Mossos d'Esquadra ha trascendido el ámbito policial y, tras la gestión de los atentados, incluso el territorio catalán. Trapero se ha instalado en la primera línea mediática. No es menor que sea el primer policía con papel fijo en la programa televisivo satírico 'Polònia'. Ni tampoco la relevancia que han adoptado sus frases, convertidas en eslóganes, memes e incluso camisetas.

¿Por qué? ¿Cómo puede un policía ser más conocido que muchos consellers? ¿Lo es por una carrera policial que sus compañeros citan como inmaculada, y que empezó en las calles en 1990 y ha acabado en las aulas del mismísimo FBI? Su virtud es mucho más mundana: Trapero es un tipo directo.

Lo es ante los medios (“Bueno, pues molt bé, pues adiós”, despachó en una rueda de prensa posterior a los atentados de Barcelona cuando un periodista belga le afeó que hablara en catalán primero). A los periodistas les sigue respondiendo los WhatsApps pese a haber ascendido hasta el escalafón más alto de la policía. La calle ha asumido su oratoria –telegráfica, sin vacilaciones– como 'la verdad' en las últimas semanas. Una fama que cursó en paralelo a los atentados de las Ramblas.

Trapero, el policía

Con un conseller de Interior (Joaquím Forn) que se acaba de estrenar en el cargo y un director general de los Mossos d'Esquadra (Pere Soler) desaparecido, Trapero asumió el detalle de las explicaciones de los avances de la policía autonómica para dar con los terroristas huidos. Explicó lo justo en aquellos días, pero lo hizo sin titubeos.

Aquella gestión le supuso a la policía catalana una popularidad que jamás antes había tenido, aunque también los hubo que lanzaron bulos contra el Cuerpo y emitieron algunas críticas por el dispositivo. Sea como sea, el cántico “esta es nuestra policía” se ha escuchado de forma generalizada desde el pasado 1 de octubre en Catalunya. Vítores a los Mossos, en contraposición a los abucheos a la Policía Nacional.

Pero no todas las acciones le han valido a Trapero más alabanzas que reproches. A nivel policial, Trapero ha defendido a capa y espada al cuerpo de los Mossos d'Esquadra incluso cuando, a diferencia de ahora, la ciudadanía más cuestionaba a la policía catalana.

Cuando todavía no ostentaba el cargo de 'major', Trapero –entonces comisario en jefe de los Mossos d'Esquadra– apoyó públicamente a los dos agentes acusados de vaciar un ojo a Ester Quintana con una bala de goma al inicio del juicio. Se alió con la tesis de los procesados y admitió la responsabilidad policial del disparo, pero sembró dudas sobre su autoría. Los dos acusados terminaron absueltos. El corporativismo y el liderazgo de Trapero le han granjeado un gran respeto dentro de la policía.

Pero no hace falta remontarse tan atrás en el tiempo para encontrar reprobaciones hacia la gestión de Trapero. En los últimos días, dos operativos que involucraban a los Mossos han recibido duras críticas desde Madrid. El primero, por el que Trapero está imputado por un delito de sedición, se remonta a los hechos del 20 de setiembre ante la sede de Economía, y por los que declarará de nuevo este lunes, tras no convencer en su primera comparecencia. El segundo tiene que ver con el papel de los la policía autonómica en el 1-O.

Una orden del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) obligó a Trapero a trasladar a los Mossos que el domingo 1 de octubre debían cerrar colegios. Y los policías se personaron en las escuelas el domingo del referéndum pero, ante la importante presencia de personas en los centros de votación, tomaron actas y se marcharon. La intervención posterior, con brutales cargas, corrió a cargo de la Policía Nacional. La Guardia Civil acusó a Trapero y Puigdemont de “obstaculizar” su trabajo durante el 1-O.

Trapero, el mito

“El nuevo ídolo catalán es un mosso bien valiente, que no teme a los yihadistas y que nos pone muy calientes”. Así se refería Puigdemont, en la ficción 'Polònia', al 'major'. En la vida real tal vez no lo definiera con esas palabras –públicamente, al menos– al cargo más alto de la policía catalana. Pero quién sabe si en la distancia corta no le reconocería algunos méritos con tanta confianza, pues la tienen.

La relación entre Trapero y el president va más allá del ascenso del primero a 'major'. Puigdemont recuperó la distinción policial –vitalicia– para él. Trapero antes había ejercido desde 2003 de comisario jefe de los Mossos con Ramón Espadaler cuando el democristiano estaba al frente de la Conselleria de Interior.

Trapero, además de policía condecorado y claro orador, toca la guitarra. Con desparpajo. Una afición que comparte con Puigdemont. Dicha habilidad del ámbito privado tendría poco interés público si no fuese porque cuando toca Trapero, a veces, lo hace con Puigdemont. Así ocurrió en Cadaqués. La imagen la hizo viral Pilar Rahola en sus redes sociales. Con ellos también aparecían el expresidente del FC Barcelona Joan Laporta o la periodista Helena García Melero, de TV3. En el vídeo, se atrevían con La Gallineta, de Lluís Llach o el Let it Be, de los Beatles.

Siguiendo con el cuarteto de Liverpool, sólo la Audiencia Nacional decidirá si aúpa o no a Josep Lluís Trapero a la condición de mito, a la de quinto Beatle. Si bien un hipotético ingreso en prisión provisional –algo que fuentes jurídicas no descartan– no supondría las lágrimas mundiales que provocó la pérdida de John Lennon, sí podría cohesionar de nuevo al independentismo, e incluso reactivar la movilización social. Trapero ya no es un policía cualquiera, es un icono en el punto de mira, cuyo proceso judicial –así como el de Jordi Cuixart (Òmnium) y Jordi Sánchez (ANC)– puede marcar el devenir del soberanismo en los próximas días.

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