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Quim Arrufat: “Se está vendiendo que las plebiscitarias serán la bomba y no lo serán, como pasó con la consulta”

El diputado de la CUP, Quim Arrufat, en el Parlament

Arturo Puente / Enric Català (fotos)

Barcelona —

Pese a que Quim Arrufat (La Seu d'Urgell, 1982) entró al Parlament como diputado de la CUP hace menos de dos años, su vida parlamentaria podría estar del fin. La CUP decidió en asamblea en 2012 que sus diputados solo estarían en el cargo durante una legislatura, y todo indica que la legislatura catalana está cerca de acabar. En sus dos años en el escaño, Arrufat ha sido testigo de los momentos más importantes del proceso soberanista llamado a desembocar en una consulta el 9-N. En las últimas semanas la CUP ha tomado un papel protagonista en las negociaciones entre los partidos soberanistas, un bloque que la semana pasada acabó rompiéndose ante la propuesta de Artur Mas de una nueva consulta de garantías rabajadas respecto a la anterior. Arrufat asegura que la tarea de la CUP en todo este proceso ha sido empujar a Mas hacia el 9-N y observa con gran escepticismo las posibilidades de unas elecciones plebiscitarias por las que Covergència y Esquerra apuestan.

La CUP propuso una lista de 11 condiciones para el 9-N. Si el Govern no las hace, ¿no daréis apoyo al 9-N?

Las condiciones que propusimos son garantías de celebración. Para nosotros el problema de este nuevo 9-N no era que rebajase el primero. El 9-N tal como estaba previsto no se puede celebrar por una ilegalización del Estado, pero este segundo 9-N era suficiente como para conseguir el estallido democrático que sería una consulta popular, y nos pareció bien. El problema es que no nos creíamos que Convergència lo fuera a hacer. Si no había cumplido la primera promesa, ¿por qué iba a cumplir la segunda? Por eso propusimos una lista de garantías de celebración, que no se debe confundir con garantías democráticas de la consulta, porque queremos que se celebre.

¿Y cómo va la negociación?

Se han aceptado casi todos los puntos. Pero es que son muy lógicos. Se resumen simplemente en, uno, transparencia absoluta, nunca más reuniones cerradas y, dos, que el Govern no pueda capitanear otra vez este proceso de forma aislada.

¿Fue por eso que cuando las negociaciones comenzaron a atascarse desde la CUP pidieron que ERC entrara al Govern?

Era una fórmula. Uno de los principales problemas ha sido que pese a tener un pacto de gobierno, Esquerra no se ha enterado de la misa la mitad de lo que hacía el Govern. Esquerra no había elaborado mecanismos de control y supervisión de los acuerdos a los que había llegado y Mas ha hecho lo que le daba la gana. Nosotros no queríamos que volviera a pasar eso, así que pedimos máxima transparencia y control diario de lo que se hace o se deja de hacer en relación a la convocatoria de la consulta.

¿Los demás partidos también están aceptando los puntos?

Sí, también. En realidad el único que puede tener problemas es CiU porque todas las medidas son de control sobre el Govern. Las demás formaciones políticas no creo que tengan ningún problema respecto al documento. Otra cosa es respecto a la consulta. Es obvio que en el transcurso de las últimas semanas ha habido una formación política que ha aprovechado para desmarcarse. Iniciativa ha llegado a decir que ya ni siquiera votará la consulta. Y eso es un error grave. Quiero decir, puede que para ellos también, pero sobre todo es un error grave cómo se han hecho las cosas estas semanas para llegar a eso.

Si se acaba celebrando el plan B del 9-N, ¿considera que Convergència ha cumplido con el mandato democrático recibido en 2012?

A medias. Formalmente lo puede haber cumplido, pero estratégicamente no ha jugado las cartas que interesaba jugar en este momento del proceso. Una de las cosas que eran imprescindibles era la confrontación con el Estado. Sin esa confrontación no queda el mensaje de que lo has intentado todo para poder votar y no te lo permiten, que es la verdad. Por eso nosotros hemos luchado por la desobediencia y lo hemos explicado en todas partes, y creo que durante el mes de septiembre nuestra propuesta de desobediencia llegó a generar mucho debate.

¿Por qué esta apuesta tan clara por la desobediencia desde el principio? ¿No se hubiera llegado a una fórmula muy similar a lo que hay ahora?

Sí, pero la desobediencia genera una tensión con el Estado. Si no, la consulta llega deteriorada al 9 de noviembre porque la van friendo a impugnaciones, inhabilitaciones e impedimentos, y al final el 9-N no haces la consulta con todas las garantías porque te han ido tirando cosas. Desobedeciendo también puede pasarte eso, y el resultado final puede ser el mismo, pero con la desobediencia generas tensión con el Estado y de la otra forma no. De la otra forma casi le haces un favor al Estado al demostrar que no puedes llegar más allá. Por eso cuando preguntas si se ha cumplido el mandato democrático, bueno, al final ha llegado al mismo producto al que se podía llegar. El problema es que por el medio no has librado batalla. Y aquí la clave era la batalla.

Entrando en las negociaciones de las últimas semanas, ¿cuándo se les dijo que la consulta tal y como estaba planteada no se iba a hacer?

En la primera de las reuniones en el Palau de la Generalitat [el viernes 3 de octubre] el president comienza diciendo que el censo que se debía publicar en cuatro días no piensa publicarlo. Que no va a desobedecer porque hacer público el censo supone que le frían a demandas por vulneración de la ley de protección de datos. El problema es que en esa misma frase el Govern le estaba diciendo a ERC que se había cargado los acuerdos que tenían. Y eso es jugar mucho con el proceso, porque estaba provocando un enfado sideral de ERC que, allí mismo, delante de todos, certificaba que se había roto el acuerdo de gobierno.

Sin embargo en la comparecencia tras aquella reunión salieron sonrientes, diciendo que la consulta iba adelante…

Desde el principio del proceso hemos tenido la opción de oponernos a todo. Decir que con esa gente y con esos partidos no se llegaría nunca a ningún sitio y que nunca romperían con todas las limitaciones y precios a pagar que impone el Estado. Pero también podíamos, con la madera que había, intentar acercarnos al máximo a la ruptura. Aquel día tuvimos la misma disyuntiva: ¿Salimos y decimos que todo ha sido un engaño o seguimos en la mesa y agotamos las posibilidades para que el 9-N haya urnas? El 9 de noviembre no se volverá a repetir. Levantarnos en ese momento era aceptar que no había posibilidades de hacer la consulta y significaba echar a perder el 9-N. No se lo podíamos poner tan fácil, ni al Estado ni a CiU.

Se mantienen en la mesa una semana más. Y de pronto en la última reunión en el Palau de Pedralbes todo se rompe. ¿Qué pasó?

Aquí cada uno jugaba sus cartas. CiU había anunciado delante de todos que había roto el pacto con ERC, y en ERC se había acumulado una sensación de haber sido traicionados muy grande. Ya no podían más, y al final petan. Que si nos han engañado, que no sé qué. El problema es que para salir de la mesa utilizan una mala técnica, a mi entender, que es desprestigiar la nueva propuesta de Mas. Hasta el punto de decir que no había urnas, que la votación duraba 30 días, y todas estas cosas.

¿Lo dijeron en el mismo Palau de Pedralbes o después?

Eso lo fueron diciendo después. Las noticias salían de ERC. Porque así argumentaban la ruptura delante de la gente. Y a partir del pasado miércoles lo han ido reconduciendo. No creo que haya sido muy inteligente, lo que han conseguido por el camino es que el 9-N ha perdido intensidad. Y también han aprovechado para pedir elecciones anticipadas. Es lo peor que podían hacer. Le han quitado valor político a un 9-N donde la protagonista es la gente, no los partidos.

Desde la CUP se ha acusado reiteradamente a los partidos de tacticismo. ¿Quién ha hecho más tacticismo?

El primero el Govern. Sabiendo sus limitaciones no se las explica a su socio, autosuspende la consulta, no le dice nada, y nos anuncia a todos que no habrá consulta según los términos de la ley de consultas. Eso es un tacticismo sucio. Al final es Artur Mas, es la misma persona que pactó con Zapatero rebajar el Estatut. La cultura política es la que es. Pero hay más tacticismo. Por que ERC cuando salta de la mesa lo hace con una propuesta que era posponer en 9-N un mes y que el Govern volviera a hacer el decreto sin acatar la suspensión, una cosa totalmente inverosimil de que cumplieran. Y como no se acepta su propuesta se levanta y se va. Eso también es tacticismo, es una cosa para salvarte tú.

Después de dos años hablando de consulta y ahora, sin llegar el 9-N, todo está focalizado en unas elecciones.

Esa perspectiva es lo peor que podía pasar. Nosotros estamos combatiendo la idea de las plebiscitarias de todas todas. Le estamos diciendo a todo el mundo que vaya a votar el 9-N porque ahora se está vendiendo que las elecciones plebiscitarias serán la bomba, y no lo serán, igual que pasó con la consulta, que se dijo que sería fantástica y ahora se le ven problemas por todos los lados. Ya lo ha dicho el president, después de las plebiscitarias toca negociar. Y así iremos pasando etapa tras etapa. El error es que la gente se deje ir arrastrando por las etapas con la vista puesta en la siguiente. Hay que defender cada una de las victorias. Se pierde rápido la perspectiva, haber llegado al punto de convocar una consulta ahora parece normal, pero hace dos años no nos lo hubiéramos creído.

Ahora mismo son los únicos que lo apuestan todo a la consulta.

Es que en este país había un montón de gente que decía querer una consulta pero que en realidad no la quería. Que le parecía bien que se hablara de la consulta, porque agrupa a la gente, porque permite hacer un discurso muy transversal… Pero que en realidad el concepto de hacer una consulta y pasarle el poder a la gente no lo veía claro. Hablo de sectores de CiU, de Iniciativa, incluso de ERC que cuando han visto que la consulta ya estaba se han puesto a hablar de elecciones. No se lo creían.

Las garantías democráticas que reclama ICV no han sido nunca un problema para ustedes.

Es que ese discurso es un poco tramposo. Es decir, el Estado no te deja hacer la consulta, y tiene poder para hacer que nunca tengas el 100% de las garantías democráticas. Lo hagas como lo hagas acabas en una consulta agujereada por el Estado, por ejemplo, sin censo público. Ergo, nunca harás una consulta. Al final ICV llegó a un punto en el que era el único que no proponía nada que cuestionase el statu quo, su opción le llevó a autoanularse. Proponía una manifestación. El Estado soporta muchas manis, infinitas manis, lo que le cuesta digerir son urnas.

Pero lo que se ha vendido era una consulta de la que se decía que “solo dependía de la gente”…

Aquí se ha formado un movimiento alrededor de la ANC, con la cual compartimos cosas y otras no, que ha generado un discurso en el cual por encima de todo vale la ilusión. Muy poca conciencia política, pensando que conseguiremos muy rápido todo, y con la idea de que si hacemos caso y nos portamos bien todo saldrá bien. Y esto no va así, la realidad es mucho más dura, y las luchas, sobre todo las de liberación nacional, no se resuelven en tres manis.

Como independentista, ¿no tiene la sensación de una cierta tomadura de pelo?

A la gente le han tomado el pelo y debería estar muy enfadada. De hecho ya esta pasando, el mensaje del acto del domingo de la ANC pone bastante contra las cuerdas al Govern al pedir elecciones en tres meses, cuando Mas no tenía intención de hacerlo. Es la primera vez que la ANC dice algo contra el Govern, nunca se habían atrevido a llevar la contraria. La ANC, hasta ahora, no ha sido un contrapoder. Lo puede acabar siendo, pero hasta ahora ha sido un acompañamiento al poder. Esta estrategia tiene sus ventajas y sus riesgos, claro. Pero yo creo que los riesgos son mayores.

Escenario 10-N. Vamos hacia unas elecciones en clave plebiscitaria. ¿No hay ninguna posibilidad de una lista de la CUP con ERC y CDC?

No, no compartimos ni el proyecto de país ni nada con la derecha. Así que no. Con Esquerra lo deberíamos debatir en asamblea, no lo hemos debatido todavía, pero con Convergència es seguro que no. Y yo creo que con Esquerra tampoco deberíamos. Nosotros estamos trabajando en una candidatura de ruptura democrática con España y en la construcción de un bloque popular potente que fuerce un proceso constituyente.

Descartada la lista conjunta, es posible que se plantée negociar uno o varios puntos comunes en el programa. ¿Es partidario de hacer una declaración unilateral de independencia inmediata si hay mayoría independentista en el Parlament?

Depende. Nosotros sí que lo seríamos, pero depende de la composición del Parlament. Eso debe tener un apoyo muy amplio de la población, si no no tiene sentido. Además hay un problema con la DUI, y es que para hacerla primero deberías haber tensado la cuerda con el Estado, no solo que suspendan la ley y la convocatoria sino llegar al punto que haya medidas represivas para no permitirte la consulta. Ese sería un mensaje al mundo muy potente que haría comprender por qué se actúa en clave plebiscitaria y de una DUI. Una declaración unilateral debe ir acompañada de una interpelación internacional para que actúen y transmitan a la diplomacia española que no pueden gestionar los problemas a base de imposiciones. Eso debe forzar al Estado a permitir un referéndum o una secesión.

Dice que estan construyendo una candidatura que sobrepase a la CUP. ¿Cómo la plantean?

Es un momento excepcional y planteamos una respuesta excepcional. Nosotros sacrificamos la marca política, no tenemos ningún problema. Tampoco era nuestra intención perpetuarnos en la institución. Por tanto la ponemos a disposición a una propuesta anticapitalista y de ruptura social. Eso queda como muy grandilocuente, pero se ha ido concretando de forma muy realista en los últimos años. Además, este bloque debe estar detrás del pulso democrático que está jugando la sociedad catalana, no puede prescindir de eso.

La candidatura, por tanto, será anticapitalista pero también independentista.

Debe contemplar un proyecto autocentrado, sí. Están surgiendo opciones anticapitalistas en Catalunya que prescinden del conflicto democrático catalán y sitúan el centro de la actividad política en Madrid, en España y en el Estado. Nuestra opción no es esa. Nuestro proyecto siempre ha sido construir un espacio político de las clases populares catalanas autocentrado, es decir, que el centro de decisiones sea aquí. Esto viene de Pi i Margall con el republicanismo federal, pasa por toda una serie de corrientes de izquierdas y continúa ahora muy vivo en el país. No se puede entrar en la dinámica del Estado Español en la que las clases populares catalanas son residuales y siempre la última asignatura a resolver, ni tampoco entrar en una dinámica de acompañar a la burguesía catalana, que es pieza clave del statu quo del régimen. Hay que aprovechar el estallido democrático catalán.

Podemos, que habla de un proceso constituyente español, no entraría ahí, ¿no?

Difícilmente. Podemos no cree en la capacidad del pueblo catalán para decidir autónomamente en un proceso constituyente propio. Es que no lo cree. Lo que cree es que el proceso catalán debe enmarcarse o ayudar al español. Es la postura típica del federalismo español de izquierdas, que siempre ha tenido sitio en la sociedad catalana con diferentes expresiones. Su planteamiento es: vosotros solos no sois capaces de hacer algo, porque en realidad no sois pueblo soberano ni tenéis instrumentos, así que tenéis que dar apoyo a una estructura central que haga los cambios por vosotros y ya después os daremos alguna cosa más.

¿Cree que este es el esquema que propone ahora la izquierda española?

Este esquema lo acabo de dibujar muy negativamente para exagerarlo, aunque no siempre sea tan negativo. Pero es que ha sido una constante histórica. El regeneracionismo español, desde Ortega y Gasset, siempre ha sido así: “Tranquilos que si nos ayudáis a regenerar España resolveremos vuestros problemas”. Normalmente eso nos ha salido muy mal, porque ha costado tanto regenerar España que para cuando se ha conseguido algo mejor en el Estado ya se había olvidado la demanda catalana y aquí estábamos desmontados.

¿Ve imposible sincronizar las demandas de la mayoría española y de la catalana?

Hay un problema evidente: Cada vez más, hablar de Catalunya en España resta votos. Si Podemos llega a ganar, cosa que sería muy positiva, el primer pacto con el Estado, es decir, con sus estructuras, será el España antes roja que rota. No criticaré que la gente de Podemos haga esto, porque para ellos la prioridad es transformar el Estado Español, mejorarlo, acabar con su oligarquía, y no es una crítica, es lógico que quieran eso. No les diremos que pongan por delante Catalunya, pero entonces es responsabilidad nuestra hacer una vía propia independiente de las izquierdas españolas. Y no pasa nada.

Antes me decía que su proyecto venía de Pi i Margall. Pero esto no es lo que se suele considerar federalismo.

La izquierda independentista viene de la teoría federalista, pero cree que no habrá federalismo posible entre los pueblos del mundo si no se parte de la soberanía y autonomía plena de cada uno. Lo que pasa es que cuando el federalismo español de izquierdas actúa necesita priorizar, y es lógico que priorice contra su oligarquía. En esa dinámica, las clases populares catalanas quedamos reducidas a nada ante nuestra propia oligarquía. No solo no somos nada, es que ese proyecto de regeneración acaba dando apoyo a nuestra burguesía. Parece paradójico, pero tiene una explicación. Como la prioridad es acabar con la oligarquía que el Estado tiene encima, todo lo que pueda ayudar a ese cambio es bienvenido. Por eso al PSOE de los 80 le apoyaba Convergència, porque también tenía interés en acabar con la oligarquía madrileña. Nosotros queremos un marco de decisión propia porque queremos luchar cuerpo a cuerpo con nuestra oligarquía.

Cuando se hace una nueva propuesta política es porque algo no se ha hecho bien, o se puede mejorar. ¿Qué es, eso?

La CUP ha hecho cosas bien y cosas mal. La estructura que tenía era absolutamente municipalista y continúa siendo así. Ahora que todo el mundo se llena la boca de construir desde abajo, humildemente quien ha construido desde abajo y muy precariamente hemos sido nosotros. Pero esto tiene sus riesgos y la autocrítica es que, cuando entramos al Parlament, la CUP no hace un proceso de apertura total de la organización y del movimiento. De forma que la gente que se acercó a la CUP en las últimas elecciones no se la incorpora en espacios donde se sienta cómoda y pueda trabajar el proyecto.

¿Esa apertura del movimiento es lo que se intentará en la nueva candidatura?

Sí, pero va más allá. Hay que hacer una lectura concreta del momento político. Hay una fuerza democrática en Catalunya muy grande, que puede que sea masa de apoyo a Convergència como dicen algunos, pero puede que también sea cada vez más un actor con un potencial que va más allá. Hay una batalla interesante. La combinación de una enmienda total en lo social y económico con la oportunidad de un proceso de político en Catalunya, esa combinación puede ser un estallido. Más aún si hay una lista unitaria entre los dos grandes partidos, conformando un bloque hegemónico que no cuestiona el statu quo económico. Es necesario construir una candidatura que rompa con eso.

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