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El abandono de la vía unilateral agrieta el bloque independentista

Puigdemont junto a consellers cesados de ERC, en Bruselas

Arturo Puente

Las diferencias estratégicas en el independentismo han aflorado en la negociación que ERC y el PDeCAT mantienen para consensuar puntos comunes del programa. Los partidos centrales del independentismo han acordado volver a la búsqueda del acuerdo con el Estado pero, en el camino, han abierto una brecha. No solo con la CUP, que no renuncia a la unilateralidad, sino también entre ambos partidos por sus diferentes formas de encarar la legislatura.

Aunque las formaciones subrayan que los nueve puntos revelados este miércoles por Nació Digital aún podrían sufrir modificaciones, tanto ERC como el PDeCAT reconocen que la unilateralidad ha quedado aparcada y en vía muerta. “Ahora toca hacer república”, explican fuentes republicanas, que sin embargo consideran que la implantación de esta república deberá ser negociada con el Estado. “Ellos han convocado las elecciones, esperamos que reconozcan los resultados”, aseguran.

Algo similar se explica en el PDeCAT, de cuya candidatura, Junts per Catalunya, ha tomado las riendas el propio Carles Puigdemont desde Bélgica y un grupo de sus colaboradores más cercanos, algunos junto a él y otros en Catalunya. Para los exconvergentes la prioridad es “restablecer las instituciones catalanas”, entre las cuales estaría el president y Govern “legítimos”. 

Un president que, por muy legítimo que se considere, ha asumido que volver al cargo pasa por fuerza por una negociación con el Estado. Para ello necesita, y en esto está de acuerdo ERC, que el independentismo gane las elecciones con claridad y la presión internacional en unas elecciones que, consideran, serán miradas con lupa por Europa. De momento, Puigdemont ha renunciado a cobrar el sueldo de expresident.

Pero ERC y PDeCAT han comenzando a mostrar planteamientos diferentes sobre el tipo de Govern que debe formarse en la nueva legislatura si el independentismo vence. Mientras que los exconvergentes hablan de “restituir” a Puigdemont y los suyos, ERC ve esta restitución como una aspiración deseable pero probablemente imposible. Para solucionarlo habla de un Govern con dos caras complementarias: una ejecutiva, en el Palau, y otra representativa, en prisión o en Bélgica.

La defensa de las instituciones catalanas –se entiende que autonómicas– o la implementación de la república –se entiende que desarrollando la ley de transitoriedad– marcan un eje de división en el que los partidos prefieren, por el momento, no abundar. Será la presentación de los programas el momento en el que se sellen o no las diferencias entre los tres actores. 

Intento de mantener la cohesión

La CUP es consciente de la gravedad del momento, con líderes políticos y sociales encarcelados, y ha evitado meter el dedo en la herida del nuevo escenario planteado por sus socios. No ha evitado en cambio lanzar un toque de atención este miércoles, cuando ha pedido a ERC y PDeCAT que lleven en sus programas la implementación de la república y un plan “claro” para el proceso constituyente. “Apostamos por la unilateralidad porque es la única vía para avanzar”, han argumentado.

Lanzado el mensaje, los anticapitalistas lo han suavizado asegurando que están de acuerdo en el resto de puntos y que, pese a todo, aún ven margen para seguir negociando. Tanto en la CUP como en ERC y el PDeCAT son muy conscientes de los peligros de azuzar ahora un enfrentamiento interno, en un momento de especial confusión en el independentismo. La bronca interna y la desmovilización independentista que esta provoca pueden ser su talón de Aquiles en unos comicios donde se espera una participación masiva.

Es por esto que los partidos se mantienen en la ambigüedad, por el momento, respecto a qué pretenden hacer el día después de las elecciones. Con un factor añadido, como es que avanzar por la vía independentista más dura cerraría el campo a los posibles pactos post-electorales con formaciones que vayan más allá de la secesión. Un comodín, incluso para negociar entre independentistas, al que nadie quiere renunciar.

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