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Artur Mas y las mil maneras de no morir

El president Artur Mas en su escaño del Parlament

Arturo Puente

Barcelona —

El 9-N ha dejado de ser el centro del debate político catalán tan rápido que hoy parece que la unidad que concitó durante meses esa fecha entre la mayoría parlamentaria no hubiera ocurrido nunca. La consulta ha perdido su halo sacro en favor de un adelanto electoral aún solo sugerido que, por la forma en que están negociándolo los partidos mayoritarios, se diría definitivo para el futuro de Catalunya. A la espera de que las Assemblea y Òmnium Cultural se posicionen sobre una lista “de país” liderada por los movimientos, la competición entre los partidos por imponer su visión de cara a las terceras elecciones autonómicas en 5 años ha comenzado.

Artur Mas ha demostrado con los últimos movimientos sobre el 9-N que tiene una capacidad insospechada para sobreponerse a la situaciones adversas. Hasta hace nada CDC se precipitaba hacia un abismo electoral mientras ERC lideraba desde la barrera el movimiento por la consulta, con grandes réditos políticos. Pero la propuesta de la ‘consulta B’ de Mas ha obligado a Junqueras y los demás a dejar al president al volante de un plebiscito no acordado pero vendido como el único posible. Un golpe de autoridad que pone a CDC en un lugar privilegiado, el de un Govern con iniciativa, y casi blindado a las críticas de la mayoría parlamentaria.

Ante la propuesta de Mas, ERC solo ha podido pedir que el Govern vuelva al pacto del 12 de diciembre, pese a que le ha asegurado su total apoyo al nou9N. Tras años encabezando el movimiento consultista, Junqueras no podía oponerse a una consulta aunque esta fuese de tercera. A Esquerra no le ha quedado otra que bendecir la consulta B desde fuera y reclamar elecciones, justo lo que Mas quería escuchar de boca de sus socios de gobierno.

La lista conjunta con ERC es un objetivo crucial para Artur Mas. El líder de la CDC postpujolista lleva preparando este momento durante dos años, consciente de que es la única forma de no darse en un segundo batacazo antológico en las elecciones. Así lo han señalado todas las encuestas, que ya dan como ganadora, si bien por la mínima, a la formación de Junqueras. A Esquerra, en cambio, una candidatura de ese tipo le favorece menos. Su objetivo es la independencia y para ello necesitan una mayoría al menos absoluta en el Parlament, cosa que están lejos de conseguir bajo las casi centenarias siglas del partido de Companys y Macià.

Pero Mas ha sido hábil estirando de la imagen de responsabilidad que se han cuidado de labrar los independentistas al dejar ver que una candidatura que reúna a ambas formaciones es la única forma de que CDC apueste por la declaración unilateral de independencia (DUI), aunque con la condición de negociarlo. El supuesto errático devenir del president por fin ha atracado en un escenario en el que, si Junqueras quiere una mayoría favorable a la independencia en el Parlament, la aduana obligada por la que ha de pasar es la de la lista conjunta.

CDC y ERC están asegurándose las puñaladas habituales entre dos partidos que se disputan el primer puesto de la tabla con la mirada puesta en una mayoría absoluta de su gusto, CDC para estar en el Govern y ERC para proclamar la independencia. Pero el sustrato de voto que se disputan las dos formaciones podría no ser tan firme como el movimiento independentista ha hecho creer con sus contundentes demostraciones en la calle. La unidad entre partidos es un recipiente donde el fenómeno del ‘bandwagon’ se reproduce con mucha mayor comodidad que en la división de intereses que hoy escenifican Esquerra, Convergència, Iniciativa y la CUP.

Una apuesta revolucionaria de amplio calado social como parece ser hoy Podemos podría calzar en un marco español las aspiraciones del voto rupturista que había basculado hacia el independentismo en Catalunya ante la falta de alternativa estatal. Según la encuestas, Podemos tiene la capacidad para mover suficientemente el tablero catalán como para resultar en un Parlament ingobernable, la mayor pesadilla para una CDC que ha roto puentes con el viejo centrismo catalán, Unió incluida, pero también para una ERC que necesita una apuesta por la declaración de independencia cuanto antes.

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