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La digestión del expresident Mas

CDC convocó su congreso en junio con Mas al mando tras el paso atrás de Rull

Arturo Puente

Artur Mas ha reaparecido estrenando cargo de expresident en una entrevista en El Punt Avui TV junto al director del diario,  Xevi Xirgo, y el actual president de la Generalitat, Carles Puigdemont, que tenía aires de conversación de sobremesa. No solo por el ambiente distendido o por el escenario elegido para la entrevista, un conocido restaurante barcelonés, sino porque lo que se ventilaba sobre el mantel de esa mesa era una digestión, la de Artur Mas de su súbita salida de la Generalitat contra su voluntad. Es decir, de una derrota política, una de las cosas más difíciles de digerir para un político tan político como el expresident.

“¿Usted ha marchado para volver?”, fue la última pregunta lanzada por Xirgo. “No necesariamente. No necesariamente”, se repitió Mas, poco antes de citar ni más ni menos que a De Gaulle para decir que él está “en la reserva”. Antes de eso había cargado contra “la mitad de la CUP” asegurando que se habían aliado con los poderes del Estado, había esgrimido una copia del acuerdo con los anticapitalistas –“siempre lo llevo encima”, aseguró– para defender que estaban obligados a aprobar los presupuestos y se había erigido en garante, ahora externo, de la buena marcha del 'procés'.

El líder de CDC durante los últimos 12 años no solo ha dejado la puerta abierta a volver, también que se ha mostrado orgulloso de su herencia y ha tratado al hombre que él eligió a dedo para el puesto de president más como su delegado que como su sucesor. La actitud de Mas ha recordado por momentos a las de expresidentes de gobiernos que abordaron sus salidas de la oficina como accidentes que nunca debieron ocurrir. 

Pero la digestión del expresident va mucho más allá de su estómago cuando de ella depende el futuro de Convergència y, por sinécdoque, del movimiento independentista. Si algo ha subrayado Mas es que su nuevo papel es pilotar la refundación del partido, en la que incluso se abordará, por medio de una consulta a los militantes, si se adopta un nuevo nombre. Mas se centrará en esta tarea al menos durante los próximos 6 meses, y ya tiene un modelo en la cabeza. Más parecido en las formas a Junts pel Sí que a CiU, elevando los estándares de regeneración y democracia interna con inspiración en la nueva política, pero sin abandonar el espacio de centro-derecha liberal que simbolizó la generación con la que Mas se sentó en la silla ocupada por Pujol en el partido.

Estas las líneas generales no agotan todos los aspectos que deberán valorarse en la refundación. Por ejemplo, la bicefalia. Actualmente esta estructura de partido, que tiene dos puntas en el estamento superior pero de las que cuelgan obligatoriamente dos pirámides de poder, una para el partido y otra para el Govern, es obligada por el paso atrás al que se vio obligado Mas. La duda es si será esta la que finalmente se imponga, o volverá a unificarse bajo una sola figura pasada la breve legislatura.

Esto dependerá de dos cosas. En primer lugar, de las intenciones personales de Puigdemont. Hay pocas dudas de que un partido en el poder está en una posición mucho más cómoda para acometer su refundación que uno en la oposición. Sin embargo, el momento de Convergència también entraña riesgos. Si el gerundense acaba consolidándose en su figura de líder gracias a un perfil propio como el que marcó en el debate de investidura, Mas tendrá complicado encontrar justificación a relegarle.

En segundo lugar está el espinoso asunto del masisme y el fenómeno social que esto ha supuesto en el último tramo del proceso soberanista, sobre todo desde la consulta del 9N. La figura del expresident levanta entusiasmo entre sus propias filas y consiguió, de una manera o de otra, convertirse en indiscutible en todos los grupos independentistas, los de la política institucional y los de la sociedad civil, a excepción de la “media CUP” a la que Mas le gusta aludir. Esta fue la fuerza simbólica que le permitió aguantar hasta tres meses como único candidato posible después de unas elecciones en la que los votantes apostaron mayoritariamente por fuerzas que habían prometido dar un 'no' rotundo a la investidura de Mas.

Ese es el reverso de la moneda del masisme. El discurso personalista en torno a la figura de Mas que enardece a las bases convergentes más incondicionales genera un rechazo inesquivable en medio país, de En Comú al PP por diferentes razones. Por si eso fuera poco, la filosofía masista ni siquiera ha sido capaz de taponar la sangría de votos por la que pasa Convergència cada vez que es presenta en solitario, como se vio en las últimas elecciones municipales o en generales.

Estos factores también son tenidos en cuenta en la propia CDC y serán claves en su paso por el taller. Además de las diferencias de perspectiva sobre la refundación existentes entre la vieja guardia y la hornada más reciente, que tendrán su contencioso en el congreso de julio con la elección entre, de momento, los aspirantes Germà Gordó y Jordi Turull, ya hay quien apuesta por hacer de la necesidad virtud y convertir el súbito liderazgo de Puigdemont en una oportunidad para abandonar el masisme de forma definitiva, con todo lo que ello implica. Algunas digestiones pesadas se convierten en indigestiones.

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