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La 'pax Iceta' y la supervivencia del PSC

El líder del PSC, Miquel Iceta, saluda a la exministra Carme Chacón

Arturo Puente

La silla vacía que dejó Pere Navarro después del monumental batacazo de su partido en las elecciones europeas de 2014 tardó cinco días en tener pretendiente, todo un récord para un partido en el que las luchas internas eran frecuentes y descarnadas. Durante esos cinco días la persona a la que todos miraban era la alcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlon. A su favor tenía ser una líder local con éxito, valorada por las federaciones más fuertes y no alineada con ninguno de los varios sectores que mantenían una batalla abierta desde los tiempos del Tripartit.

Pero Parlon no quiso. Simplemente optó por continuar en la alcaldía de su ciudad, en la que en aquel momento no había cumplido un mandato completo. Para 2014, la crisis de los socialistas catalanes era ya irremediable y los feudos locales se antojaban más agradecidos que la intemperie de la primera secretaría. Así que, Miquel Iceta, el hombre que siempre había estado en la sala de máquinas, se presentó en el puente de mando.

El líder del PSC llegaba con un proyecto que a la postre conseguiría apagar los diversos fuegos que consumían el partido y, con ello, mitigar en parte la sangría electoral. Esta 'pax Iceta' tuvo varias etapas. En un primer momento, acabó de un plumazo con los movimientos críticos del ala soberanista, reclamando lealtad clara a los cuadros que tonteaban con esas posturas. O dentro y guardando lealtad al proyecto, o fuera, impuso Iceta con mano de hierro.

Una vez estuvo claro quienes le mantenían lealtad, hizo el segundo movimiento, el del guante de seda. Repartió el poder entre familias condonando las deudas pendientes. A su predecesor, Navarro, lo colocó en su Ejecutiva y en la del PSOE, a Ángel Ros en la simbólica presidencia y, como era de esperar, al ala más cercana al expresident Montilla le reservó los mejores puestos.

Iceta sabe que el partido que ahora dirige ya no cuenta con la inmensa base electoral de la que disfrutó décadas atrás. Los 28 escaños que obtuvo Montilla en 2010 para el PSC, que entonces pareció una debacle histórica, se han convertido en 16 en esta nueva legislatura. El 45% que obtuvieron los socialistas en las generales de 2008, con los impresionantes 1,7 millones de votos, se han convertido en un 15% y 600.000 en 2015. En este tiempo los socialistas han perdido además ciudades como Barcelona, Badalona, Sabadell o Girona.

Constatada esta realidad, el poder del PSC descansa sobre la centralidad que ocupa el partido y su capacidad de actuar como bisagra entre los diferentes bloques en los que se divide la multidimensional política catalana. Para ilustrar esto nada mejor que un dato: pese a obtener los resultados municipales más pobres de su historia, los socialistas aspiran a estar en los gobiernos municipales de las cuatro capitales de provincia y en siete de las diez ciudades más pobladas de Catalunya. La fórmula Iceta, sin ser milagrosa, funciona porque maximiza el exiguo poder de su partido a base de equilibrios de poder, tanto externos como internos.

En esta tabla de fidelidades mutuas el PSOE tiene un lugar destacado. Iceta ha sido uno de los apoyos más importantes para Pedro Sánchez en los momentos de mayor ofensiva de los barones, y el PSC incluso ha ayudado al líder del PSOE a escurrir algún que otro bulto. La llegada de Chacón a la candidatura del PSC al Congreso volvió a ser un juego de contrapesos. Al contrario que José Zaragoza, otro de los pesos pesados del PSC, Iceta no había colaborado con la de Esplugues en la pugna contra Rubalcaba, ni en las primarias de 2012 ni en la tentativa de 2014. No obstante, la colocó como cabeza de lista al Congreso el pasado diciembre, sacándola de circulación del ámbito estatal.

Chacón, sin embargo, cometió un error fatal en su vuelta a la primera línea del PSC, propio de alguien que no comprendía los nuevos tiempos que vive el partido. La candidata echó un pulso al primer secretario por la confección de las listas. Colocó a su estrecho colaborador, Germán Rodríguez, en el número dos, y a su valedor, José Zaragoza, en el cuatro. Mientras, relegaba al 6 a Maurici Lucena, un hombre cercano a Sánchez, hacía caer a Pere Navarro y dejaba a Carles Martí para el Senado, donde no obtuvo escaño. La operación de la candidata se cargaba de un plumazo la 'pax Iceta', deshaciendo los equilibrios internos y entorpeciendo el apoyo del partido a Sánchez.

Ante la repetición electoral, el primer secretario no tenía previsto mover un dedo para cambiar la composición de la lista, pero tampoco lo ha movido para evitar que los damnificados por la llegada de Chacón aprovecharan el impasse para moverle la silla. Cuando Carles Martí optó a la candidatura la secretaria de Organización, Assumpta Escarp, aseguró que ante un conflicto así debían celebrarse primarias, y desde el propio partido se animó a otros candidatos a dar el paso, preparando la llegada de Meritxell Batet, persona de total confianza de Pedro Sánchez. Carles Martí, que siempre tuvo posibilidades escasas en unas primarias, ya ha propuesto a Batet un acuerdo para componer una lista conjunta. Ella parece estar dispuesta.

La 'pax Iceta' se ha impuesto sobre Chacón pasándole por encima como una apisonadora, y como aviso a eventuales próximos aventureros. Con la supervivencia amenazada entre el bloque independentista, el crecimiento de Ciudadanos y el terremoto de En Comú, la actual cúpula del PSC está dispuesta a demostrar que no tolerará un pataleo.

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