“Las extraescolares son un espacio de desigualdades por excelencia”
“No te puedes pasar las tardes tumbado en el sofá jugando a videojuegos, apúntate a clases de baile si tanto te gusta”. Esta frase se la espetó hace unos meses a Aleix Martín, de 14 años, su tutor en el instituto Marta Estrada de Granollers. A Aleix siempre le había gustado bailar, relata, pero nunca se había planteado en serio que pudiera acudir a clases de danza urbana. Con ese consejo, su tutor consiguió ese día salvar la barrera que separa a menudo los centros escolares del universo educativo que los rodea y al que a menudo dan la espalda.
¿Por qué hay jóvenes que acuden a actividades extraescolares y otros que no? Una alianza de 34 entidades sociales catalanas, sumada a una docena de municipios, ha lanzado una iniciativa para conseguir que todos los jóvenes tengan acceso a las oportunidades educativas que suceden más allá de las escuelas e institutos. “Las extraescolares son un espacio de desigualdades por excelencia”, asegura el pedagogo Carles Barba, responsable de esta iniciativa que lleva por nombre Educació 360, y que también pretende conectar la vida de los centros escolares con las actividades educativas que tienen lugar fuera de ellos.
Los impulsores consideran que el factor económico -la mayoría de extraescolares son de pago- es determinante para explicar por qué los hijos de las clases bajas acuden menos, pero también alertan que hay otros motivos. “Intervienen elementos sociales y culturales de las familias, y también territoriales, porque en un pueblo pequeño no hay las mismas posibilidades que en una ciudad”, observa Barba.
El doble de oportunidades para las clases altas
La crisis económica y la pérdida de poder adquisitivo en los hogares ha pasado factura a la participación de los niños en actividades al salir de clase. El número de jóvenes que participa en extraescolares no deportivas cayó de un 44,8% a un 33,5% entre 2010 y 2015, según el Anuari de la Fundació Jaume Bofill de 2016. Este descenso afectó sobre todo a las clases bajas, que de media llevan a sus hijos un día a la semana a actividades deportivas y un 0,2 a actividades no deportivas. Los de clases altas los llevan 2,5 y 1,1 días a la semana, respectivamente.
El reverso de estas cifras es el tiempo que pasan mirando la tele y jugando a videojuegos. Mientras el 50% de los niños de clase baja dedican dos o más horas al día a estas actividades sedentarias, entre las clases altas el porcentaje ronda el 30%.
Todo ello, además, puede tener un impacto en el rendimiento escolar de los alumnos. El sociólogo de la Universidad de Vic Jordi Collet, especialista en políticas educativas municipales, apunta que “la diferencia de resultados de inglés de los alumnos cuando acaban Primaria no se explica sin las horas de extraescolares, igual que el nivel de excelencia de algunas privadas comparado con el de algunas públicas también tiene que ver con las horas de refuerzo fuera del colegio”.
Collet alerta, sin embargo, que no solo a base de becas se puede conseguir que todos los jóvenes se apunten a extraescolares. “La barrera más clara es si es gratis o no, pero existen otras de carácter cultural, como por ejemplo si una determinada familia cree que el conservatorio de música de su ciudad es para sus hijos”, expone.
Conectar la escuela con lo que sucede afuera
Si el tutor de Aleix le recomendó que se apuntara a clases de baile no fue por casualidad. Es porque en Granollers, uno de los 12 municipios que Educació 360 plantea como modelo, los institutos tienen el encargo de hacer de prescriptores de actividades extraescolares para sus alumnos. “A menudo los adolescentes no participan en actividades culturales o de ocio porque no las conocen”, valora Andrea Gilart, coordinadora de las extraescolares municipales.
De hecho, reconoce que esta iniciativa la pusieron en marcha cuando se encontraron que con la implantación de la jornada intensiva en la ESO, “cada tarde había grupos de jóvenes sin hacer nada en las plazas”. Instaurado en plena crisis, el horario escolar compactado en España mandó a miles de jóvenes a sus casas entre las 14 h y las 15 h sin pensar a qué dedicarían la tarde ni si habría alguien en casa.
Gilart se pasea ahora periódicamente por los 11 institutos de Granollers para explicar a los jóvenes las actividades que realizan desde el Ayuntamiento, desde danza urbana a talleres de bici o fotografía, todas ellas a precios públicos (entre 15 y 25 euros). También hace de enlace entre los monitores de los talleres y los profesores del instituto. “A los profesores les resulta útil saber cómo les va a sus alumnos en estas actividades, si se implican, si se les da bien, porque esta información les puede hacer modificar sus planteamientos en clase”, comenta.
La Alianza Educació 360 aspira a convencer a las distintos agentes educadores de la importancia de tener un proyecto común. “Lo que pasa en el comedor escolar o en la escuela de música, espacios a veces concebidos como servicios de conciliación, debe incorporarse en los proyectos educativos de los centros”, reivindica Barba.
Es por ello que las entidades impulsoras representan a distintos agentes educativos. Al frente están la Fundación Jaume Bofill, la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica de Catalunya y la Diputación de Barcelona (que coordina como administración local a los distintos municipios que participan, algunos del tamaño de l'Hospitalet de Llobregat, Sabadell o El Prat de Llobregat).
El papel de la Administración local
En la alianza Educación 360 participan varios ayuntamientos, pero no la principal administración educativa de Catalunya: la Generalitat. Sin embargo, sus impulsores no esconden que uno de sus objetivos es que sea la Administración la que asuma políticas propias para favorecer que las extraescolares lleguen a todos. “El departamento de Enseñanza debería ampliar su mirada sobre la educación más allá de lo reglado e incorporar políticas que ahora están demasiado fragmentadas entre departamentos de Bienestar, Cultura o Deportes”, sostiene Barba.
Mientras tanto, esta podría ser una oportunidad para los ayuntamientos para asumir un liderazgo en educación. “A menudo los municipios solo pueden hacer dos cosas en educación, asumir la conserjería y la limpieza de las escuelas –que son de propiedad municipal– o hacer planes contra el fracaso escolar”, se lamenta Collet, que considera que los ayuntamientos pueden tener mucho más conocimiento de lo que ocurre en un instituto que la Administración central, que gestiona desde Barcelona más de 3.000 centros educativos.