Las prostitutas de Barcelona se organizan
En Barcelona hay prostitución en todos los distritos, especialmente a los más acomodados, que siempre han gozado de una generosa oferta en prostíbulos. El escritor barcelonés Josep Maria de Sagarra (1894-1961) ya describía en su obra Vida Privada (1932) los vicios sexuales de la burguesía catalana. De hecho hay locales que han logrado tanta fama que incluso los conocían personas que nunca los habían visitado, como la mítica Casita Blanca. Pero la presencia de prostitutas en los barrios altos sólo ocupa las páginas de contactos en la mayoría de periódicos, pero nunca las de información. Las noticias que se publican de prostitución se centran siempre en el humilde barrio del Raval y más concretamente en la calle Robador, uno de los únicos lugares de la ciudad donde se pueden ver prostitutas en la vía pública. Y este parece ser el problema: que se vea.
Para entorpecer el trabajo de las prostitutas, el Ayuntamiento de Barcelona ha ordenado a la Guardia Urbana que incremente la presión policial en la calle Robador con la esperanza de que los clientes se sientan cohibidos y dejen de acudir, para que las trabajadoras sexuales acaben marchando. Pero, al menos por ahora, el efecto ha sido más bien al contrario. Las prostitutas no se rinden -básicamente porque se juegan el sueldo- y se están empezando a organizar: celebran asambleas, discuten estrategias, reparten responsabilidades y cada miércoles salen a hacer una cacerolada en medio de la calle. En poco tiempo de organizarse ya han conseguido reunirse con el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, en un encuentro que se celebró en el Ayuntamiento el pasado 26 de abril. La entrevista no fue mal pero la presión policial continúa y hace muy difícil el trabajo de las mujeres. “¿Qué debemos hacer con todos estos?” preguntaba ayer un cliente señalando la calle llena de policía mientras entraba en un piso con muchas habitaciones acompañado de una chica. “Ya nos quejaremos, ya”, respondió la mujer que abría la puerta. Y es que la estrategia ya empieza a tomar forma y las trabajadoras sexuales están cada vez más animadas, sobre todo después de las dos asambleas, una de las cuales contó con más de 120 trabajadoras.
Las prostitutas, que cuentan con el apoyo de entidades como Genera, Àmbit Dona y el Lloc de la Dona, se han repartido las responsabilidades. Unas estudian la forma de evitar ruidos y suciedad en la vía pública, otras preparan la protesta del miércoles, que será más sonada que la de esta semana, y también hay un grupo que tiene el encargo de empezar a estudiar cómo crear una cooperativa y comprobar qué beneficios les puede aportar.
“Antes que prostitutas somos madres”, recuerda Janet, que tiene dos hijos y necesita el dinero para sacar adelante a su familia. “Lucharemos como leonas” advierte. Janet es una de las mujeres que hace de portavoz y habla en nombre del colectivo. Sólo este hecho, teniendo en cuenta que se trata de un colectivo muy diverso y con diferentes nacionalidades, ya es todo un paso adelante. Hasta ahora, para los periodistas era muy difícil encontrar voces que representaran a todo el colectivo. “Los políticos hablan siempre del tráfico de mujeres pero lo único que hacen es multarnos a nosotras. A algunas chicas las han multado por estar fumando en la calle”, critica Janet, que asegura que hay dos proxenetas a quien no se pudo condenar por un error de forma durante el juicio y que cada día están en la terraza de uno de los locales la calle Robador.
Imágenes de la cacerolada organizada en la misma calle el pasado miércoles y que se repetirán cada semana.
“Alcalde, no me compare con un bolso”
El alcalde Xavier Trias está convencido de que ninguna mujer puede dedicarse voluntariamente a la prostitución y por ello anuncia a los cuatro vientos que aplica la fórmula que defienden la mayoría de políticos: perseguir a las mafias que trafican con mujeres y ayudar a encontrar otro trabajo a las pobres víctimas de estas redes internacionales. La confusión del alcalde fue mayúscula cuando dentro de su despacho diferentes prostitutas le contaron que ellas eran mujeres libres, que se prostituían porque querían y que no estaban dispuestas a dejar su trabajo para ir a hacer aún más larga la cola del Inem. Después de oír argumento, el alcalde, según dos personas distintas que asistieron a la reunión, dijo que no podían ofrecer sus servicios en la vía pública porque está prohibido, al igual que es ilegal el top manta. Una de las chicas le espetó: “Alcalde, no me compare con un bolso”.