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El turismo de lujo, una apuesta al alza en Barcelona

El tradicional puerto de la Barceloneta se enfrenta a una remodelación que lo llenará de embarcaciones de gran eslora / CARMEN SECANELLA

Mireia Biel

En 1990 llegaban a Barcelona más de un millón y medio de turistas. En 2013 lo hicieron más de siete millones y medio. En menos de quince años y propulsada por los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona se ha convertido en la quinta ciudad europea más visitada. Y en el primer destino del turismo de lujo en España. La Fórmula 1, el Mobile World Congress o grandes eventos como la boda de la familia Mittal en el MNAC han convertido la capital catalana en el destino ideal para los turistas más refinados y con más bolsillo.

Una idea que seduce al Ayuntamiento de Barcelona, que cada vez ofrece más ventajas y propuestas enfocadas únicamente a este perfil de turista, mucho menos numeroso en cantidad pero con mucha más capacidad de gasto que el visitante común. ¿Es un cambio de rumbo en el modelo turístico de la capital? El empuje del Paseo de Gracia con la liberalización de los horarios comerciales o la reforma del Port Vell i Ciutat Vella apuntan hacia un modelo de negocio cerrado, dirigido a las empresas de alto standing y clientes de lujo, y que supondría un cambio de imagen por algunos barrios de Barcelona y, en consecuencia, un nuevo modelo de ciudad criticado por los vecinos.

El icono: Paseo de Gracia

Sólo Barcelona concentra el 39% de la venta de productos de alta gama en España, según datos de la asociación Luxury Spain. Las empresas del sector han visto la crisis pasar de largo y han observado cómo los números no paraban de crecer. De hecho, el mercado del lujo español prevé facturar este año cerca de 5.400 millones de euros, una cifra que supone un aumento de negocio del 5,5% respecto al 2013.

El icono de lujo en Barcelona es, sin duda, el Paseo de Gracia, con tiendas especializadas en el sector que se agrupan en la calle con el alquiler por metro cuadrado más caro de la ciudad, 220 euros. Toda una declaración de intenciones para el eje comercial estrella de los turistas provenientes de Rusia, China, América del Sur y la India, principalmente. Al menos así lo asegura el comerciante Jordi Rabat, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Amigos del Paseo de Gracia –agrupación de comerciantes de la zona–, que explica que “desde el año nuevo chino –entre enero y febrero– y hasta el 15 de noviembre, la afluencia de turistas con mucho poder adquisitivo es muy alta”.

Los comercios de Paseo de Gracia facturaron 400.000 euros sólo con la Shopping Night este año. Estas cifras son posibles gracias a “la organización y involucración de las marcas en una asociación”, según Rabat. “Son gente con mucho dinero y también muy exigentes”, por lo que Rabat considera que “Barcelona debe estar abierta al turismo y orgullosa de tener una ciudad tan atractiva”, sin olvidar que “se beneficia la economía en general, no sólo el comercio y la restauración ”.

Pero los vecinos de diversos barrios de la ciudad no lo ven tan claro y aseguran que el turismo de lujo no genera beneficios en el espacio público, sino únicamente a empresas privadas, de modo que asegurar que es positivo es perverso. En el Paseo de Gracia, por ejemplo, dicen que el comercio no es tradicional y, por tanto, sus beneficios no tienen efectos sobre el barrio. Y ante todo esto, los vecinos alertan contra una posible burbuja turística.

La Barcelona Shopping Line es otro de los reclamos del turismo de compras. Decenas de comercios forman parte de ella y están distribuidos estratégicamente a lo largo del recorrido por los puntos más neurálgicos como La Pedrera o el Camp Nou. El Bulevard Rosa, la Illa Diagonal, el Paseo de Gracia e incluso, el outlet de La Roca Village –situado a unos 40 kilómetros de Barcelona– forman parte y ofrecen compras tax free para los ciudadanos no europeos que realicen compras superiores a los 90 euros.

La asociación de comerciantes, sin embargo, tiene aún una asignatura pendiente: los cruceristas. “Hay mucha clientela proveniente de los cruceros que sólo pasa un día en Barcelona y no llega a Paseo de Gracia, sino que se queda por Ciutat Vella y la Rambla”. Es por este motivo que están trabajando en un sistema implantado ya en otras ciudades europeas, el Pink Bus, una lanzadera que trasladaría los compradores del puerto en el paseo.

El negocio de los cruceros

Por lo tanto, al Paseo de Gracia aún le queda mucho público por explotar. Y es que según datos facilitados por el Puerto de Barcelona, este 2014, cerca de dos millones y medio de personas llegarán a la ciudad mediante cruceros, muchos de ellos con clientes de lujo. Carla Salvadó, jefe de marketing y cruceros del Puerto de Barcelona, explica que “el puerto es clave porque muchos cruceros hacen turn-around, es decir, empiezan y terminan en la ciudad”, un hecho que también beneficia indirectamente al aeropuerto.

A pesar de que cada vez hay una oferta más diversificada y personalizada de cruceros, los de lujo todavía ocupan un espacio reservado. Según Salvadó, “las compañías de lujo no han aumentado el nivel de pasaje, pero están un par o tres de días en Barcelona y esto supone un beneficio más alto”. El clima, la oferta comercial y el patrimonio cultural llaman unos turistas de alto poder adquisitivo, muchos de los cuales provienen de los Estados Unidos y Canadá, que representan un 20% de los cruceristas, pero también de toda Europa, como ingleses, italianos y alemanes, así como un grueso importante de españoles.

La otra cara del turismo

En la otra cara de la moneda, sin embargo, está la lenta transformación de la ciudad y su talante. En enero de 2013, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó definitivamente la Modificiación del Plan especial del Port Vell, que permite la reconversión de la Marina Port Vell en un espacio para yates de lujo de hasta tres pisos de altura y 120 metros de eslora. Los barcos ocuparán el muelle junto a la Barceloneta y las instalaciones llegarán mucho más allá de este espacio y quedarán cercadas por una valla.

El Puort Vell es una zona dedicada históricamente al comercio y a la pesca que diversificó sus usos durante la década de los años 90, coincidiendo con los Juegos Olímpicos. En 1989 se aprobó un plan especial por el cual el puerto ampliaba sus funciones y se abría al Moll de la Fusta, así como también al Moll d'Espanya, que acogió el Aquarium, el Maremagnum y el Imax, que ahora cierra para muy probablemente acoger un nuevo centro comercial. En 2001 se aprobó, también, un plan especial para la nueva bocana, que tendría usos hoteleros, recreativos y comerciales, tal como demostró la construcción del Hotel Vela, pese a la oposición vecinal.

En 2011, los vecinos hicieron nacer la plataforma Defendamos el Port Vell, desde la que articular sus reivindicaciones. La principal, que se detuviera la reforma de la Marina Port Vell que, según Gala Pin, miembro del grupo, “forma parte de un plan estratégico para remodelar el frente marítimo a través de proyectos que tienen que ver con el lujo y que excluyen a los vecinos”. Esta nueva reforma podría convertir las zonas del Morrot y Montjuïc en nuevos barrios atractivos para el lujo.

“La Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) tiene intereses en ciertas economías, muchas de ellas corruptas, que provocan que el lujo genere circuitos cerrados y los vecinos no perciban el beneficio”, afirma Pin, que reflexiona que “en una reforma urbanística de estas dimensiones, la población debería poder intervenir”. Desde el 2011 y hasta 2013, cuando se aprobó el plan, la plataforma hizo manifiestos públicos, concentraciones y actos reivindicativos como una cadena humana. Pero de poco sirvió.

Ciutat Vella, epicentro

Las remodelaciones no son casuales ni aleatorias, sino que responden a la voluntad de reformular el modelo de ciudad actual. CiU y PP aprobaron la reforma del Port Vell y hace pocos meses el gobierno de Xavier Trias sacó adelante la modificación del Plan de Usos de Ciutat Vella. Por tanto, a partir del próximo mes de septiembre, se volverán a dar licencias hoteleras y para apartamentos en el corazón de la ciudad. Un melón reabierto en el distrito histórico de Barcelona, con la densidad de población más alta y en el que se concentran el 40% de las plazas hoteleras.

La instalación de nuevos hoteles tiene efectos directos sobre los barrios y sus vecinos. Pin asegura que este hecho puede derivar en “el exterminio del comercio local porque no pueden competir con los precios que ofrecen las grandes marcas”. Y en consecuencia, esto puede tener repercusiones severas en el mercado inmobiliario teniendo en cuenta que el próximo año finalizan, además, los contratos de arrendamiento antiguo. Por tanto, la Barceloneta y Ciutat Vella podrían ver como aumentan los precios “a causa de un turismo que privatiza el espacio público y que sólo beneficia a empresas privadas”, según Pin.

A falta de estudios que analicen los costes que supone el turismo para Barcelona, ya hay barrios muy maltratados por esta cuestión. En los últimos días, la Barceloneta se ha movilizado contra los pisos turísticos ilegales, una reclamación de años atrás que el Ayuntamiento todavía no ha solucionado. Una demostración más de que, tal y como asegura Pin, “Barcelona tiene un límite y tenemos que plantearnos qué modelo turístico queremos”.

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