Día de luto para los cinéfilos españoles por los cierres de cerca de 200 cines Renoir: toda una vida de aprendizaje, de emociones y de talento. También cierra la distribuidora que nos traía piezas únicas, Alta Films. ¿Qué películas veremos ahora?
Las películas, también las malas, nos han ayudado a crecer, a entender y a vivir conociendo mejor el mundo, los mundos, en los que estamos y también los que nos precedieron y los que nos esperan. El cine, para mi generación de ‘malditos’ del mayo del 68, ha sido el maestro más fiel, fiable, enloquecido y plural: el cine que hemos visto nos ha dado muchísimo y ha marcado costumbres, estilos, gustos y modelos de vida. Nada menos.
A los españolitos que íbamos a Francia para ver cine nos abrió los ojos en muchas cosas, le debemos tanto como lo poco que entendemos de democracia y de política. También eso. Y mucho más, como el amor por el cosmopolitismo.
El cine ha sido, obviamente, parte principal del ‘poder blando’ estadounidense, pero su fuerza ha estado, precisamente, en su proliferación por todas partes. El cine ha sido y es lo más universal que existe: uno de los mejores inventos de todos los tiempos que ha juntado el arte con la industria. El siglo XX no se entiende sin el cine y su enorme influencia y atractivo.
Solo hay que ver cómo en España han proliferado vocaciones de cineastas especialmente en los últimos tiempos, cuando el cine, la cultura y el arte en general estaban ya amenazados por la tiranía del mercantilismo salvaje.
Cuando el arte se transforma en producto puede ser cultura sólo si los contenidos responden a la libertad creativa más absoluta y solvente: no todo vale, esto el cine lo ha demostrado con creces. Y el éxito comercial es otra cosa muy diferente, aunque muchas películas puramente industriales son merecedoras de un gran respeto por parte de los amantes del cine. No daré ejemplos porque en cine todo es discutible (salvo las malas películas que hoy representan tantos actores/políticos).
Esta libertad, esta pluralidad, es precisamente lo que el ahogo económico quiere eliminar. Dirigido por la ideología que ya ha transformado el gran invento de la televisión en pura basura, a los políticos neocon y sus ministros obedientes no les gusta la libertad del cine ni la pluralidad de la sociedad. Quizás están celosos, ellos creen vivir una película de fantasías ideológicas.
Quizás tienen el arte y el cine como un producto tan sospechoso como la generación contestataria a la que enfrentan con las generaciones digitales, presuntamente ‘colgadas’ de Facebook y los videojuegos. Las mal llamadas redes sociales y las consolas, así como esta televisión basura, se han plegado a lo que se percibe como un desierto cultural insoportable.
Menos salas para ver cine de autor en España, ¡y ya eran pocas! Expulsamos a los jóvenes con talento y los artistas son unos proscritos.
Este es el designio: una sociedad atontada, homogénea y sin espíritu crítico. Sin duda es el momento de gritar fuerte en favor de que la creatividad recupere en el arte y la cultura el lugar que le ha robado el marketing y las escuelas de negocios.
Sin cultura es posible que no valga la pena vivir. Sin cine tampoco.
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